El presidente del Consejo de Ministros, Aníbal Torres, participa en un acto oficial en Huancayo el último jueves 7 de abril. (foto: PCM).
El presidente del Consejo de Ministros, Aníbal Torres, participa en un acto oficial en Huancayo el último jueves 7 de abril. (foto: PCM).
Editorial El Comercio

Desde este Diario, hemos comentado los numerosos exabruptos que ha tenido el presidente del Consejo de Ministros, , durante su paso por el gobierno de . Lo de ayer, no obstante, difícilmente pueda calificarse como un exabrupto y, sin duda, quedará registrada como una de las frases más infelices que un alto representante del Ejecutivo haya pronunciado nunca.

Desde Huancayo, hasta donde había llegado para tratar de contrarrestar las movilizaciones que han puesto al Gobierno contra las cuerdas en los últimos días, el ministro Torres intentó explicarles a sus interlocutores el papel que desempeña la infraestructura (y en particular, las redes viales) en el desarrollo de un país. Y, de entre todos los ejemplos posibles en la historia, eligió el peor.

“Sin infraestructura el país no puede desarrollarse, las vías de comunicación son como las venas, las arterias en el ser humano para poder avanzar”, explicó Torres. Y prosiguió: “Les pongo un ejemplo: Italia, Alemania, eran igual que nosotros. Pero en una oportunidad, y Mussolini le muestra una autopista construida desde Milán a Brescia. Hitler vio eso, fue a su país y lo llenó de autopistas, de aeropuertos, y convirtió a Alemania en la primera potencia económica del mundo”.

Y horas después, cuando sus dichos y los medios de comunicación nacionales e internacionales hacían eco de sus palabras, el jefe del Gabinete ensayó que, en realidad, solo agravó las cosas. “Si tuviéramos una educación de calidad en el Perú, seríamos plenamente conscientes de que no hay ser humano absolutamente bueno ni absolutamente malo, que si habíamos puesto como ejemplo del progreso en Alemania en las vías de comunicación es un hecho real, eso no quiere decir que Adolfo Hitler no sea considerado como un gran criminal”, acotó.

En un intento por ilustrar su punto, el jefe del equipo ministerial terminó por recurrir a un ejemplo indolente, desafortunado y, además, fácticamente incorrecto; en suma y como ya dijimos, al peor ejemplo posible. Porque, comenzando por lo último, no es verdad que Hitler fuera el impulsor de la construcción de autopistas en Alemania.

Como han explicado varios expertos , durante la República de Weimar –el proyecto de democracia instalado en Alemania tras la Primera Guerra Mundial– ya existían planes para construir autopistas en el país y, de hecho, “la primera más emblemática se hizo en 1932, bajo la gestión del entonces alcalde de Colonia, Konrad Adenauer”, como ha contado a esta publicación el historiador español Jaime González. El nazismo, fiel a su naturaleza mendaz, se apropió burdamente de estas y otras obras y las presentó como suyas. Y luego, la maquinaria propagandística del régimen se encargó de difundirla a través del territorio y de los años.

Pero su inexactitud es apenas el menor de los problemas de la referencia del ministro Torres. El principal de ellos es que resulta indolente. Si bien es cierto aquello de que “no hay ser humano absolutamente malo” (pues la bondad como la maldad absoluta son patrimonio de las ficciones), también lo es que muy pocos como Hitler instrumentalizaron la maldad y la llevaron a límites que Hannah Arendt definió como banales. Los nazis hicieron de la crueldad la normalidad, empujaron al mundo a una guerra que provocó decenas de millones de muertos y exterminaron a seis millones de judíos, tres millones de polacos y casi dos millones de gitanos porque sí. Al contrario de otros jerarcas nazis, Hitler no fue juzgado en Núremberg ni pagó por sus crímenes: se suicidó en su búnker de Berlín sin dejar de enviar a sus tropas –a pesar de que ya sabía que no podía ganar la guerra– a un último baño de sangre.

No es de extrañar, entonces, que desde la hasta la hayan condenado las afirmaciones de Torres. Lo que sí es extraño y vergonzoso es que a ninguno de los ministros estas les hayan molestado, ni siquiera al propio mandatario que ni se inmutó luego del desdichado ejemplo. Si ayer afirmamos que a Torres el cargo le ha quedado grande, hoy solo podemos ratificarnos en lo dicho. Y lo mismo podemos afirmar de un Gabinete que guarda un silencio cómplice frente a tantas afrentas al país.