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El sueño del canal propio
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Esta semana, el gobierno nombró a Adriana Rodríguez Jadrosich como presidenta del Instituto Nacional de Radio y Televisión del Perú (IRTP). Ella fue nada menos que la directora de Comunicaciones del Ministerio del Interior durante la gestión de Juan José Santiváñez, por lo que su designación en momentos en los que este ha regresado al Gabinete como titular de Justicia y Derechos Humanos no parece casual.
Su nombramiento ha generado preocupación porque se trata de una comunicadora sin experiencia en la dirección de medios radiales y televisivos (como los que tendrá a cargo), que se hizo conocida entre la opinión pública luego de que Santiváñez la señalara como la responsable de haberle pasado los detalles de una denuncia periodística que iba a difundirse en “Cuarto poder”. Con ella al frente del conglomerado de los medios públicos, quedan dudas sobre el rol que TV Perú y Radio Nacional desempeñarán en la campaña electoral. Y no es descabellado asumir que, en vez de Rodríguez Jadrosich, quien en realidad manejará la institución será Santiváñez, un funcionario habituado a insultar y demandar a periodistas, y con una capacidad sorprendente para el arribismo y la adulación.
Por supuesto, este nombramiento no es un intento más del Ejecutivo por controlar TV Perú; es la consumación de dichos esfuerzos. El último de varios pasos que empezaron a darse dos años atrás y que consiguieron hacer del canal “de todos los peruanos” un medio inofensivo (pese a que nunca fue una señal abiertamente opositora al poder, antes al menos se permitía comentarios críticos que hoy no existen). A mediados del 2023, Dina Boluarte designó a su directora de Comunicación Estratégica e Institucional, Ninoska Chandía, en el puesto que hoy ocupa Rodríguez Jadrosich. Con el paso de las semanas, TV Perú empezó a despedir a periodistas críticos y de reconocida trayectoria, que fueron reemplazados por funcionarios sin experiencia periodística. Y este Diario informó, gracias a fuentes internas del canal, sobre reclamos por coberturas que al gobierno no le agradaron y sobre presiones para sacar contenido en favor de Boluarte.
Pero el episodio más bochornoso ocurrió este año, cuando la prensa reveló que TV Perú preparaba un programa que, en buena cuenta, iba a ser manejado por la propia mandataria. Las dudas de Chandía sobre si ello supondría una violación a la ley de neutralidad electoral le habrían costado el puesto.
Ciertamente, las tensiones entre el IRTP y los gobiernos de turno que buscaron obtener una cobertura más ‘amigable’ no son novedosas. Pero en los últimos 25 años nunca hubo un intento tan desvergonzado de una gestión por hacer realidad el sueño del canal propio.

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