Ayer, el Gobierno declaró que los días 14, 15 y 16 de noviembre próximos serán no laborables en Lima y el Callao, en el marco de las actividades que la ciudad albergará por el APEC. Es cierto que en las dos ocasiones anteriores en las que nuestro país fue sede de esta importante cumbre –en el 2008 y en el 2016– se tomó la misma medida, pero eso no quita el impacto que tendrá sobre nuestra economía.
Si bien en esta ocasión es acertado que el Ejecutivo emita una disposición de esta naturaleza, dado que el APEC reunirá en suelo patrio nada menos que a presidentes, funcionarios y empresarios de envergadura cuya seguridad debe ser garantizada, esta coyuntura debería llamar la atención más bien por la cantidad de días no laborables que ya existen en nuestro país y cuyos efectos en la productividad, en el aprendizaje de nuestros estudiantes y en muchos otros aspectos no deben ser desdeñados.
El Perú, en efecto, es el país de la región que cuenta con más días no laborables (contando feriados y vacaciones) establecidos por la ley y, pese a ello, en los últimos tres años el Congreso ha creado cuatro nuevos. El calendario nacional registra 16 feriados que, sumados a los 30 días de vacaciones que prescribe la ley, dan un total de 46 días que los empleadores formales deben pagar sin que haya habido trabajo a cambio. Un gran desincentivo para la formalización.
Más allá de la carga que los días no laborables imponen sobre los formales, sus efectos en la economía son insoslayables. Según Macroconsult, cada feriado representa para el país una pérdida aproximada de S/1.000 millones, lo que equivale a una contracción de 1,3 puntos porcentuales en el PBI mensual. En otras palabras, un peruano promedio pierde cerca de S/120 por un día feriado; más de S/20.000 al año.
Por no hablar de otras paralizaciones que no están previstas, pero cuyo impacto igual se siente. Por ejemplo, esta semana la capital se ha detenido tres días por las manifestaciones contra el Gobierno por el desborde de la criminalidad. Y, más allá de los efectos en la economía, también hay un impacto en la educación con todos aquellos escolares que pierden clases o que deben llevarlas de manera remota.
El problema, en fin, no es que la capital se pare por el APEC, es mucho más de fondo: es el de un país en el que los feriados han dejado de ser excepcionales para convertirse en una costumbre perniciosa.