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Premio a la constancia
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Ayer, María Corina Machado fue anunciada como la ganadora del Premio Nobel de la Paz del 2025, en mérito, según explicó el Comité Noruego a cargo del galardón, de “su incansable trabajo de promoción de los derechos democráticos para el pueblo de Venezuela, y por su lucha por lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia”. Una lucha que, cabe precisar, inició hace más de 15 años, cuando Machado fue una de las primeras voces en denunciar el autoritarismo del ya fallecido Hugo Chávez, y que ha seguido librando pese a las incontables veces en las que la dictadura –ahora a cargo de Nicolás Maduro– trató de quebrar su voluntad. En ese sentido, el Nobel de ayer es, principalmente, un premio a la constancia.
Sin ánimo de desmerecer el galardón, es importante recordar que el reconocimiento mayor a Machado ya se lo dio el propio pueblo venezolano, que el año pasado votó masivamente por el candidato que ella, ante el veto de la dictadura, designó como su reemplazo: Edmundo González Urrutia. Y que, en dichas elecciones, el chavismo ejecutó uno de los fraudes más descarados que se hayan visto e inició una feroz persecución que llevó a González Urrutia al exilio y a Machado a la clandestinidad.
Tras recibir la noticia, Machado se pronunció ayer en sus redes sociales donde sostuvo que el Nobel es de todos los venezolanos que han luchado contra la dictadura y que el galardón debe servir como un impulso “para completar nuestra tarea”. Una tarea que, por cierto, también les concierne a la comunidad internacional y a todos aquellos que sueñan con una Venezuela libre.

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