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A pie y desprotegidos
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Dos abatidos por la delincuencia en las últimas semanas han puesto sobre la mesa la problemática respecto de los equipos con los que los efectivos cuentan para neutralizar al crimen en las calles. El caso más trágico fue el del suboficial José Gabriel Munive, abatido en La Victoria el 3 de agosto mientras trataba de frustrar un robo pertrechado con un chaleco antibalas que, según contaron sus familiares, había adquirido con su propio dinero.

Tras esto, el ministro del Interior, Carlos Malaver, anunció esta semana una convocatoria para comprar poco más de 3.000 chalecos, que se sumarían a otros 4.000 donados por China. La cifra puede sonar impresionante, pero basta con recordar que hablamos de más de 130.000 policías y que los chalecos adquiridos desde el 2019, como lo recordó el propio ministro, son unos 9.000. Como es evidente, no se puede luchar contra criminales que desenfundan sus armas con una ligereza cada vez más pasmosa cuando nuestra policía no tiene los medios para resguardar su vida. El Perú no necesita más mártires.

Pero la falta de chalecos no es la única brecha de equipos que las autoridades deberían remediar si queremos tener alguna oportunidad de vencer a la delincuencia. Como explicó este Diario en un informe reciente, los efectivos ni siquiera tienen vehículos suficientes para realizar sus labores, no porque estos no existan, sino porque no funcionan. Según datos de la Dirección de Logística de la PNP procesados por el analista de datos Juan Carbajal, cerca del 40% de la flota vehicular policial está inutilizable. Y en nueve regiones del país el total de vehículos inoperativos es incluso mayor que el de los operativos. Como ha señalado el excomandante general de la PNP Eduardo Pérez Rocha a este Diario, esto significa que los vehículos que sí están operativos son exprimidos al máximo, lo que, aunado al poco mantenimiento que reciben, acorta su tiempo de vida útil.

Mientras esto ocurre en los recintos policiales, en las calles, las economías ilegales cada vez mueven más dinero y, con ello, sus emisarios empiezan a portar armas cada vez más sofisticadas y vehículos más rápidos. Sin automóviles ni motos operativas, además, se pierde una herramienta clave en la lucha contra la delincuencia común: la del patrullaje disuasivo. Y, así, las estadísticas de delitos tienen campo abierto para seguir creciendo.

La tarea de equipar a nuestra policía debe ser la prioridad del gobierno en su último año. Porque, como es lógico, ninguna estrategia ni plan de acción, por más bien pensada que esté, ni siquiera una básica declaración de estado de emergencia, dará resultados mientras los efectivos se vean forzados a intervenir a pie y desprotegidos.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Editorial de El Comercio

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