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Mentiras desde la frontera
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Días después de desatar una controversia diplomática entre su país y el nuestro, el presidente colombiano, Gustavo Petro, apareció ayer en Leticia, el municipio ubicado en la frontera entre el Perú y Colombia, para encabezar las celebraciones por la batalla de Boyacá, que selló la independencia colombiana en 1819. “Colombia no reconoce la soberanía del Perú sobre la denominada isla Santa Rosa y desconoce a las autoridades de facto impuestas en la zona”, proclamó desde la zona fronteriza. Como se recuerda, el último martes Petro escribió en sus redes sociales que el Perú “ha copado un territorio que es de Colombia y ha violado el Protocolo de Río de Janeiro”.
A la exasperación del mandatario, sin embargo, el Perú ha respondido de manera mesurada pero firme. Vale recordar aquí que, en 1922, nuestro país y Colombia firmaron el tratado Salomón-Lozano para resolver las diferencias fronterizas que mantenían por los territorios heredados de la época colonial. En 1929, los trabajos demarcatorios de una comisión mixta resolvieron que las islas que se encontraban en el río Amazonas (que fija la frontera natural entre ambos países) se dividirían de forma tal que la isla Chinería quedaría dentro del territorio peruano. Y poco después, tras la guerra de 1932 y 1933, el Protocolo de Río de Janeiro (1934) ratificó los límites establecidos en 1922.
El curso del Amazonas, sin embargo, suele cambiar con los años, lo que produjo que una parte de la isla Chinería se separara de manera natural alrededor de 1970. Sobre esa escisión se creó hace varias décadas la localidad de Santa Rosa. No se trata, pues, de que el Perú haya ocupado, de manera artera, un territorio ubicado dentro de los linderos colombianos, como Petro parece sugerir. Santa Rosa es una localidad peruana que lleva años, además, manteniendo un intercambio intenso y pacífico con las comunidades vecinas de Colombia y Brasil.
Si Petro considera que hay diferencias que arreglar, la vía diplomática sería la ruta natural. Sin embargo, prefiere inventar un enemigo externo inexistente. Su estrategia no es nueva ni original, y en la historia hay varios ejemplos de gobernantes que recurrieron a ella. Decir, sin embargo, que nuestro país ha ocupado territorio ajeno y ha violado un tratado internacional es una mentira, una afrenta al honor nacional y, como dijimos en su momento, una excusa para desviar la atención por los graves problemas que atraviesa su gobierno.
El Perú tiene una tradición diplomática que ha generado reconocimiento en todo el mundo. Es un país que no ocupa territorios ajenos y que siempre apela al diálogo y a las negociaciones con buena fe. Y ningún político en busca de popularidad podrá manchar ese legado.

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