Mario Ghibellini

A no ser confundido con el hombre de hojalata, personaje de “El mago de Oz” que anda en busca de un corazón, el ministro Demartini es hoy por hoy un hombre de lata. Y con una abolladura aparatosa. Cierto es que bien podría imaginárselo caminando sobre la calzada de ladrillos amarillos rumbo a ninguna parte y junto a la emperifollada Dorothy que algún tornado nos colocó en la presidencia, pero lo suyo es demasiado serio como para ser reducido a una parodia del cuento de Frank Baum. En tanto titular de la cartera de Desarrollo e Inclusión Social (), es el responsable político de que el programa Qali Warma haya distribuido alimentos adulterados o malogrados entre los niños en edad escolar del país, pero él simula no ser consciente de las consecuencias que eso debería acarrear.

La ‘delicatesse’ que el mentado programa ha venido esparciendo por el territorio nacional es nada menos que una versión enlatada de algo así como los embutidos “Hi-Yo Silver”, con o sin funghi; y el previsible saldo de menores intoxicados constituye ya un escándalo que tendría que haberlo llevado a aflojarse el fajín. El desaguisado, sin embargo, presenta también ingredientes de corrupción que han determinado hasta el momento la separación de 12 empleados de la referida dependencia del Midis, y todo lo que tiene que decir al respecto es que, en su condición de ministro, ha pedido “las sanciones más drásticas” para esas personas. De renuncias, nada. “Hasta donde me dé la responsabilidad que me encargó la presidenta seguiré trabajando muy duro para corregir esto”, ha proclamado. Y en la medida en que ha sido un fiel compañero de aventuras de la señora Boluarte desde su llegada al poder, es improbable que sea ella quien le dé el empellón que corresponde.

Ilustración: Víctor Aguilar Rúa
Ilustración: Víctor Aguilar Rúa

–Clóset y Reinfo–

Por estos días existe mucha especulación sobre la posibilidad de que tal o cual iniciativa política impulsada por el Ejecutivo sea una cortina de humo para apartar la atención ciudadana de la fuga de Nicanor Boluarte. Pero en esta pequeña columna pensamos, más bien, que es la fuga del hermanísimo lo que constituye una cortina de humo para ocultar la gravedad de lo sucedido con el rancho venenoso distribuido por Qali Warma. Así de vigoroso se nos antoja el vínculo ‘wayki’ entre la mandataria y el ministro de lata…

En el terreno de lo teórico, desde luego, el Congreso podría ocuparse de licenciar al cuestionado funcionario. De hecho, 34 integrantes de la representación nacional han presentado esta semana una moción de censura en su contra que tendrá que ser votada pronto. ¿Conseguirá el empeño un respaldo mayoritario en el pleno? La circunstancia de que los firmantes de la moción procedan de bancadas minoritarias o sean no agrupados hace temer que no. Pero, quién sabe, pues de otro lado no es difícil imaginar una masa crítica de parlamentarios hartos de lucir como comparsa de un gobierno inepto y ávidos por proceder con una ejecución de escarmiento. La votación de la señalada propuesta, en cualquier caso, resultará muy reveladora a propósito de las placas tectónicas que realmente se mueven debajo del hemiciclo. Un anticipo, digamos, de lo que será la salida del clóset de los hasta ahora embozados promotores de la extensión del Reinfo cuando la materia sea puesta al voto en el pleno.

En honor a la verdad, la hipótesis de que Demartini podría sostenerse en el Gabinete a pesar de las abolladuras que luce en la superficie no es descabellada, pero tendría sin duda un precio bastante alto. El premier Adrianzén ha dicho que quiere ver las encuestas post APEC; nosotros también.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Mario Ghibellini es periodista

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