No es novedad que ya no vivimos tiempos especialmente pudorosos, por lo que ya no nos sonrojamos cuando vemos un desnudo. Hasta hace unas décadas existía la práctica instaurada en muchos colegios religiosos de pegar cartulinas negras en los libros de Historia para que las niñas no vieran los hermosos cuerpos desnudos de las estatuas griegas.
No cabe duda de que los cuerpos desnudos han adquirido diferentes funciones cuando se muestran en el espacio público. Todavía la desnudez no se acepta con naturalidad en este lugar, por lo que los cuerpos desnudos en la vía pública adquieren diversos significados: de protesta, lúdicos o ligados a la moda.
Por la aparente carbonización de los 43 jóvenes estudiantes mexicanos, un grupo de artistas desarrolló un proyecto que bautizó con el contundente nombre de “Poner el cuerpo: sacar las voces”, que consiste en desnudarse en espacios públicos como autobuses, puentes o calles con lemas alusivos a la muerte de los jóvenes, exigiendo el esclarecimiento de los hechos. Una de las activistas señalaba que más impactan estos cuerpos pintados con lemas que los cuerpos o cabezas torturadas por los narcotraficantes.
Otro tipo de protesta a escala mundial, y de la que participa Lima, consiste en grupos de ciclistas que recorren desnudos las calles de la capital exigiendo mayores derechos para desplazarse con seguridad por nuestras vías. Se protesta cada año; sin embargo, más interés parecen despertar los calatos que el avance de soluciones para movilizarse por ese medio tan poco contaminante.
Hay desnudos inocentes –pero que sacan ronchas– como los que hace poco protagonizaron turistas extranjeros en Machu Picchu. O la existencia de playas nudistas todavía ‘caletas’ en nuestro país.
No olvidemos los proyectos artísticos que utilizan como material los cuerpos desnudos de unos pocos o innumerables cuerpos. Muy famoso es el fotógrafo Spencer Tunick, quien junta a miles de personas desnudas en plazas públicas para tomar bellas fotos desde una grúa, es decir, desde muy alto. Centenares de personas voluntariamente –y sin importar la condición de sus cuerpos– se desnudan para formar una masa humana que da un nuevo sentido a su ciudad. Otros fotógrafos –sobre todo mujeres como Jacqueline Hayden– se han encargado de retratar a mujeres ancianas desnudas, evidentemente un tema tabú en nuestra sociedad.
Dejo para el final lo más atrevido y controversial, pues hace poco el diseñador de ropa Rick Owens produjo un desfile de moda otoño-invierno en las pasarelas parisinas, donde jóvenes vestidos con túnicas tipo romanas mostraban sus penes, pues los vestuarios contaban con un agujero o apertura para que ello fuera posible. Claro que uno se pregunta cuál es la línea que separa la falta de pudor con el exhibicionismo narcisista del modisto quien a toda costa nos hace comentar su propuesta. Para él, su desfile no es de mal gusto, sino que nos transmite una visión del pene flácido como una manera de mostrar penes/masculinidades reales frente a la publicidad de ropa de baño o calzoncillos que insinúan miembros viriles aparentemente superdotados.
Sea de un modo u otro, el cuerpo tiene voz y muchas veces comunica más de mil palabras.