Los indicios de que el indulto había sido canjeado por votos para evitar la vacancia eran más que evidentes. Los reclamos de la ciudadanía y los familiares estaban absolutamente justificados, pero parecía remota la posibilidad de que un juez se animara a encarcelar nuevamente a un hombre de 80 años. Sin embargo, ocurrió. La justicia hizo su trabajo y enderezó una pésima decisión que nunca debió tomarse en la forma en la que se hizo.
¿Y ahora qué? El tablero político ha cambiado pero lo ha hecho en un contexto muy complicado. Alberto Fujimori vuelve a la cárcel en momentos en que los enfrentamientos entre el Ejecutivo y el Congreso (léase Fuerza Popular) están en su pico más alto. Si bien el presidente Vizcarra no ha jugado ningún rol en esta decisión, las primeras declaraciones de los fujimoristas ya apuntan a considerarlo culpable y a leer esta sentencia como una venganza. La posición firme del ministro de Justicia, Vicente Zeballos, quien renunció a la bancada de Peruanos Por el Kambio cuando salió el indulto, va a darle argumentos a la bancada naranja para ahondar en esta tesis. Y, si bien hay un porcentaje importante de la población que no estaba a favor de la forma como se otorgó la libertad a Alberto Fujimori, la poderosa imagen de un anciano regresando enmarrocado a la cárcel puede jugar a favor del discurso fujimorista.
Otro escenario que se mueve drásticamente es el frente interno de Fuerza Popular. El indulto fue un logro de Kenji Fujimori. Él peleó por su padre, él canjeó los votos, él se ganó el desprecio de Fuerza Popular y fue echado del partido. Lo hizo todo mal, de eso nadie duda; pero vamos a ser sinceros, no había forma de derrocar a Pedro Pablo Kuczynski sin desbaratar el vergonzoso indulto que lo hizo posible. Keiko eligió su batalla, se enfrentó a su hermano, sacó a PPK de la presidencia y… devolvió a su padre a la cárcel. Difícil creer que haya tomado la decisión de sacrificar a Alberto en aras de la lucha contra la corrupción y los intereses del país. Si así lo hizo, felicitamos su valentía. Pero todo apunta a que actuó por apetitos personales de poder y bajo la certeza de que nadie se atrevería a darle vuelta a la decisión tomada. En este nuevo escenario le toca a una Keiko ya muy debilitada trabajar no solo por la libertad de su padre, cada vez más lejana, sino por librarse de la imagen de mala hija que muchos le van a encajar.
¿Qué pasará con el futuro político de Keiko Fujimori? ¿Cuál será el rol que asuma el hasta ahora desaparecido Kenji? Tratar de imaginar el futuro cercano del fujimorismo es más difícil que adivinar quién será el próximo alcalde de Lima el domingo. Pero se vienen nuevos tiempos y soplarán nuevos vientos que asoman huracanados.