El Perú lidera la lista de países en la región con mayores niveles de inseguridad alimentaria, tanto grave como moderada, según el último informe SOFI 2023 de la FAO. Esta dura realidad afecta a casi 17 millones de peruanos, quienes se ven privados de las raciones necesarias en términos de cantidad, calidad y frecuencia. Para ellos, la falta de una ración diaria va más allá de los gustos o caprichos personales: dejar de comer por uno o más días no es una opción, sino una necesidad forzada.

El valioso trabajo que vienen desarrollando las ollas comunes es una labor digna de aplausos que necesita el apoyo y la visibilidad de las autoridades. Combatir el hambre es un compromiso que todos los peruanos asumimos al apoyar los objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

Si bien existe responsabilidad por parte del Estado en brindar políticas con enfoques integrales para la lucha contra el hambre, no debemos olvidar nuestro papel como ciudadanos. Es crucial comenzar a rescatar alimentos en hogares, centros de abasto, centros comerciales y restaurantes, ya que casi 9 millones de toneladas de alimentos se desperdician al año. Estos podrían alimentar a 2 millones de peruanos, según informó el Banco de Alimentos del Perú.

Es lamentable que se tengan que desechar toneladas frutas por no cumplir con los requisitos de exportación, a pesar de tener a kilómetros de distancia comunidades que necesitan de esos alimentos. Esperemos que el efecto multiplicador de un niño que no recibió un buen desayuno y se quedó dormido en la escuela no tenga consecuencias irreversibles para nuestra economía y sociedad.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Mylene Talledo Copello es estudiante de Ingeniería Empresarial en la Universidad del Pacífico

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