La capa de ozono es un elemento fundamental de la atmósfera que protege la vida en la Tierra al absorber la radiación ultravioleta dañina del sol. Desde la década de 1980, el adelgazamiento de esta capa ha sido motivo de preocupación. Si bien con la firma del Protocolo de Montreal, en 1987, se ha observado una recuperación significativa, el problema no ha sido completamente resuelto.
Solo para darnos una idea de la gravedad de la situación, el agujero de ozono en la región antártica alcanzó los 24 millones de kilómetros cuadrados en el 2020, lo que demuestra que, a pesar de los avances, el problema persiste.
De acuerdo con la ONU, se estima que la capa de ozono no volverá a su estado original hasta finales de este siglo. Esto se debe a la presencia de nuevas amenazas. Los incendios forestales y otros factores relacionados con el cambio climático están contribuyendo a la liberación de sustancias que afectan la recuperación de esta capa esencial.
Los incendios forestales liberan cantidades de dióxido de carbono y otros contaminantes, contribuyendo al agotamiento de la capa de ozono. El cambio climático intensifica esta situación, porque, con el aumento de las temperaturas globales, las condiciones se vuelven más propicias para incendios más grandes y prolongados, lo que facilita el debilitamiento de la capa de ozono y compromete su capacidad para filtrar los dañinos rayos UV, con graves consecuencias para la salud humana y la biodiversidad.
Para acelerar la recuperación de la capa de ozono es necesario impulsar la reforestación y la protección de ecosistemas claves, que no solo actúan como sumideros de carbono, sino que también estabilizan el clima y reducen el riesgo de incendios forestales masivos.
La recuperación completa de la capa de ozono podría tener un impacto positivo significativo en el equilibrio ecológico global. Esto no solo reduciría la incidencia de cáncer de piel y otras enfermedades relacionadas con la radiación ultravioleta, sino que también permitiría que los ecosistemas se recuperen y prosperen. Una capa de ozono saludable contribuye a la estabilidad climática y a la biodiversidad, elementos esenciales para el bienestar del planeta.