La cosa es confusa. Allá en Japón, el Fuji es un monte y, como se sabe, todo monte es un cerrón (es decir, un cerro grande). Fujis y cerrones, entonces, son en el fondo lo mismo.
O, por lo menos, guardan una afinidad esencial. Una furtiva sintonía que explica que en determinadas circunstancias se los confunda. La cosa, en consecuencia, es confusa, pero en el nombre está la cosa.
La idea no es nueva. En sus diálogos, Platón le atribuye al filósofo presocrático Cratilo la tesis – supuestamente errada– de que “el que conoce los nombres conoce también las cosas” y, mal que les pese a los platónicos contemporáneos, a la luz de lo que viene sucediendo en el Congreso, parece que Cratilo tenía razón. La parlamentaria Silvana Robles acaba de renunciar a la bancada cerronista arguyendo que no puede aceptar “la unión contra natura con el fujimorismo”. Pero la verdad es que ese solo ha sido el grito que pone en evidencia que hay por allí dos emperadores circulando como Dios los trajo al mundo, pues el pacto entre Fuerza Popular y Perú Libre lo descubrieron hace tiempo los etólogos que estudian los comportamientos predominantes en el hemiciclo.
– El amor es mudo –
A nadie se le ocurre, por supuesto, que ese pacto haya sido sellado en una reunión secreta entre los líderes de esos dos partidos. Es probable, más bien, que Keiko Fujimori y Vladimir Cerrón jamás hayan cruzado palabra. Pero eso no importa: si, como Ramiro Prialé sostenía, conversar no es pactar, es legítimo asumir que se puede pactar sin conversar. Todo consiste en identificar intereses comunes y actuar en consecuencia. Esto es, votar a favor de determinadas iniciativas que se intuyen convenientes también para el otro conglomerado político y luego hacerse los sorprendidos con el resultado. Pero saludarlo, eso sí, en nombre del consenso y la democracia.
¿Ejemplos? El más reciente ha sido la inhabilitación de la exfiscal de la Nación Zoraida Ávalos. Pero ahí están también la elección de un defensor del Pueblo llamado Josué (y que, en honor a su nombre, promete varios años de vacas flacas), el debilitamiento de la autonomía de la Sunedu y la suspensión de las primarias para las elecciones regionales y municipales del 2022. Hay quienes postulan la existencia de una común agenda conservadora como la razón de ser de estas coincidencias, pero eso es darle dignidad de ideología a un fenómeno cuyas raíces se hunden en otros fangos. “Los extremos se juntan”, diagnostican con ánimo de denuncia los legisladores de las bancadas del centro cuando no acompañan a fujimoristas y cerronistas en esas votaciones, pero no es eso lo que ocurre. Aparte del hecho de que si el centro lo conforman Podemos Perú, Acción Popular y Somos Perú, la tentación de convertirse en extremista es enorme, el abrazo entre Fuerza Popular y Perú Libre obedece, a juicio de esta pequeña columna, a motivaciones más oscuras y, por lo tanto, inconfesables. El amor entre esas organizaciones políticas no es ciego, sino mudo; y su entendimiento, tácito.
No conviene olvidar, sin embargo, que otra de las características de la pasión que, a fuerza de flechazos, contagia Cupido es ser efímera. La pregunta relevante, entonces, es si lo que hoy luce tan sólido se va a prolongar en el tiempo. ¿Es verosímil, por ejemplo, que el fujimorismo y el cerronismo apoyen a una misma lista para la próxima Mesa Directiva del Congreso? A tenor de la forma ambigua en que se expresan al respecto sus voceros, se diría que sí. Y no sería de extrañar tampoco que, además de apoyarla, la integraran.
¿Podrían terminar también las dos bancadas votando en el mismo sentido – a favor, en contra, quién sabe – a propósito de la reconsideración de la bicameralidad o en la elección del magistrado del Tribunal Constitucional que deberá reemplazar a Augusto Ferrero?
Puede ser, no sería completamente sorprendente… Pero, vamos, es claro que esa unión de gananciales tiene los días contados. Concretamente, durará lo que les tome a las dos partes volver a acumular fuerzas para la cíclica disputa por el poder.
En estos momentos, ni Keiko ni Cerrón quieren adelantar las elecciones, porque ninguno de los dos está en condiciones de postular a la presidencia con chances de triunfo. O de postular, a secas. Ambos, no obstante, muestran síntomas de querer colocarse en el partidor de esa carrera cuando el clima se los permita. Y cuando tengan la sensación de que ese tiempo ha llegado, los besitos volados se desvanecerán, las viejas acusaciones mutuas – todas ciertas, desde luego– asomarán otra vez en los gestos y los discursos, y todo volverá a ser como antes.
– Tomorrow Never Knows–
Pero, por otra parte, el único tiempo que existe es el presente. En el terreno de la política, más que en cualquier otro, nunca se sabe lo que traerá el mañana. Y, mientras tanto, Fuji y Cerrón seguirán siendo nombres que se nos confunden. Lo único de lo que podemos estar seguros es que del pacto de esos montes solo nacerán iniciativas que, como en la fábula de Esopo que el título de esta columna parafrasea, roen y corroen. Es decir, semejantes a los ratones.