ERNESTO SUÁREZ
Los muros de la iglesia San Ramón, construida en febrero de 1864, encierran páginas memorables de la historia de Tacna. Sin embargo, hoy solo quedan sus cimientos.
Este templo fue el lugar donde se velaron los restos de los caídos en la Batalla del Alto de la Alianza y de donde, el 28 de julio de 1901, partió la primera procesión de la bandera, cuando Tacna se encontraba cautiva en manos de Chile.
Aquel día, la bandera peruana fue bendecida en esa iglesia y luego fue llevada por calles céntricas de la ciudad hasta el local de la Benemérita Sociedad de Artesanos y Auxilios Mutuos El Porvenir.
Según los historiadores, el permiso para esa manifestación fue otorgado por el intendente chileno de la provincia de Tacna, general Vergara, con una condición: “Nada de manifestaciones, ni gritos ni cantos. Cualquier acto contra el orden público será reprimido enérgicamente y ustedes serán los responsables”.
Con el paso de los años, la iglesia San Ramón fue utilizada como centro psiquiátrico, hospital y hasta reclusorio de mujeres. Hoy en día, dentro de sus muros permanece en pie una capilla y una edificación de dos plantas, rodeada por buganvilias, que se tiene la intención de rehabilitar.
Ingrid Cafferata, jefa de la Dirección Desconcentrada de Cultura de Tacna, piensa que las autoridades deberían prestar atención al espacio, que pareciera invisible para todos.
“No puede ser que en el corazón de la ciudad haya un espacio tan grande, que tiene un valor histórico tan profundo y que ninguna autoridad con presupuesto lo vea”, asegura la especialista.
La funcionaria precisa que hubo planes para restaurar el lugar, pero nunca se concretaron, y hoy lo que queda de la edificación se cae a pedazos.
“Tacna es una ciudad cambiante, pero debe recuperar este espacio por su valor patriótico”, sostiene.
La gerenta de la Sociedad de Beneficencia Pública de Tacna, Yanira Eyzaguirre, propietaria del inmueble, indica que su institución no tiene recursos para atender la restauración. El local fue desocupado hace veinte años, pero recién en el 2013 se les devolvió la administración.
El arquitecto y restaurador Juan Manuel Velásquez lamenta la poca importancia que las autoridades dan a los lugares históricos.
“La gente deja morir a las edificaciones sin darles el uso adecuado. San Ramón es parte de la memoria urbana de la población. Algunos creen que progreso es tirar todo abajo y hacer cosas nuevas: no es así. Es la historia viva de la ciudad”, asegura con nostalgia.