No soy un político tradicional, soy un emprendedor y empresario que toda la vida he apostado por el Perú y su gente. No vivo de la política ni me interesa hacerlo, soy candidato presidencial porque lo considero un deber moral con Dios, con la patria y las millones de familias peruanas, especialmente las más necesitadas. Es necesario y urgente que las personas honestas, competentes y capaces lleguemos a los altos cargos de la nación, con el fin de que los corruptos, incompetentes e ineptos dejen de gobernarnos. En ese sentido, me gustaría compartir con ustedes el Perú con el que sueño.
Sueño con un Perú donde se prioricen los intereses nacionales sobre agendas extranjeras o particulares de algunos grupos en perjuicio de todos los peruanos, donde por fin tengamos un sentido de nación que nos identifique a todos y nos permita tener una visión común para nuestro crecimiento y desarrollo.
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Sueño con un Perú en el que se respete la vida de todos los peruanos y se respete y fortalezca la familia, conformada entre un hombre y una mujer. Familias sólidas nos permitirán tener una nación sólida, lo cual implica que los padres tengan un trabajo digno, una vivienda segura, ubicada en un lugar donde puedan vivir sin temor a la delincuencia, y con la posibilidad de poder atenderse en centros de salud cercanos, así como de acceder a una educación de calidad que les garantice un mejor futuro para todos.
Sueño con un Perú con hambre cero, sin niños pobres ni hambrientos que tengan que trabajar por falta de ingresos en su hogar, que únicamente se dediquen al juego y el estudio con el fin de que sean los ciudadanos del futuro que requiere nuestra nación.
Sueño con un Perú con un Estado pequeño pero eficaz y eficiente, con pocas instituciones públicas y ministerios, solo las estrictamente necesarias, y con una cantidad suficiente de funcionarios y servidores públicos, seleccionados de forma meritocrática de acuerdo a sus estudios y experiencia laboral, que estén bien motivados, remunerados y capacitados, con valores y plena vocación de servicio, y que trabajen brindando servicios y bienes públicos de calidad a los ciudadanos. Que tengan claro que su misión es servir y engrandecer a la nación y no servirse de esta.
Sueño con un Perú donde el dinero de los impuestos de todos los peruanos se utilice en grandes obras en beneficio de la población, como autopistas, carreteras de penetración y trenes, de Tumbes a Tacna y de la costa a la selva, lo que además de interconectarnos, fomentará el comercio, el empleo y el crecimiento económico; lo que a su vez contribuirá al desarrollo de la nación.
Sueño con un Perú en el que se tenga pleno respeto por la ley y el orden, donde los miembros de los servicios de inteligencia, la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas tengan los medios, la capacitación y principalmente el pleno respaldo del Gobierno para cumplir su vital misión constitucional de garantizar la soberanía, la independencia, la integridad territorial y de mantener el orden interno, así como de enfrentar las amenazas a la seguridad de todos los peruanos como la delincuencia, el crimen organizado, el terrorismo, el narcotráfico, la minería ilegal, entre otros.
Sueño con un Perú lleno de emprendedores y empresarios, que con base en su trabajo y esfuerzo, y compitiendo de forma legal, honesta y transparente, puedan mediante sus empresas, negocios y emprendimientos generar riqueza, empleo, inversión y crecimiento económico en beneficio de millones de peruanos.
Estoy convencido de que todo lo que he dicho no puede ni debe quedarse en solo sueños. El Perú tiene todo el potencial humano y las riquezas para hacer realidad todos estos deseos y llegar a ser una potencia no solo en América del Sur, sino en el mundo. Está en nuestras manos hacerlo y esto únicamente lo lograremos renovando la política y a los políticos mediante nuestro voto. Este 11 de abril quizás sea la última gran oportunidad de lograr el Perú con que todos soñamos, no la desaprovechemos.
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