Alberto Fujimori había sido voceado -por la propia Keiko Fujimori- como el candidato presidencial para las elecciones del 2026. Tras el fallecimiento del expresidente, la incógnita pesa sobre si su hija asumirá el mando partidario total o si Kenji Fujimori se animará a dejar el perfil bajo.
Enrique Ghersi, Jeffrey Radzisnky, Mabel Huertas y Enrique Castillo analizan el futuro del partido naranja tras la muerte de su líder histórico, y el papel que clave que desempeñarán los herederos de cara a los próximos comicios.
El futuro naranja
Si el fallecimiento del presidente Fujimori hubiese ocurrido durante la campaña electoral, no cabe duda de que la candidatura de Keiko hubiera recibido un impulso tal vez decisivo y que el futuro de su partido estaría asegurado.
Pero habiéndose producido casi dos años antes es válida la pregunta de qué pasará con Fuerza Popular.
Siendo un partido caudillista sin una ideología definida, enfrenta desafíos importantes. Ya Keiko lo puso tres veces consecutivas en la segunda vuelta. No va a desaparecer fácilmente. ¿Pero podrá crecer? ¿Permanecerá en el tiempo? El Apra tiene 100 años. ¿Puede el fujimorismo pasar de un movimiento de masas a un partido establecido?
Diría que depende de tres factores fundamentales: (1) que se institucionalice más allá de la familia, para que sea un partido y no una dinastía; (2) que adopte una ideología definida, para que la organicidad responda a una doctrina y no a relaciones personales; (3) que actúe por principios estratégicos y no por intereses tácticos.
Contrariamente a lo que podría pensarse, la familia traslada a la política las diferencias personales. Para triunfar es indispensable separar fuertemente ambos mundos. Es la primera tarea pendiente a la que se subordinan las demás.
El apellido Fujimori ha sido el principal protagonista de la política nacional por décadas, a través de identificaciones electorales marcadamente antagónicas. Los miles de asistentes al velorio y entierro de Alberto Fujimori nos recuerdan que 2 de cada 3 peruanos se consideraban fujimoristas entre 1992 y1996. Posteriormente, el antifujimorismo fue determinante en los triunfos de Toledo, Humala, Kuczynski y Castillo.
Alberto Fujimori tiene dos herederos políticos entre los que existe una tensión histórica. Keiko es la jerarca de Fuerza Popular, un partido cuyo principal activo es el apellido Fujimori y que, a pesar de estar mejor organizado que los partidos de su padre, no ha logrado perfilar liderazgos nacionales que trasciendan a la potencia del apellido. Kenji, por su parte, se distanció del debate público desde que fue procesado y condenado por tráfico de influencias, en un juicio impulsado por su hermana y la bancada partidaria de la que se alejó.
Comprender el futuro de Fuerza Popular con miras a las próximas elecciones implica también saber qué postura adoptará Kenji –cercano a los albertistas– con relación a la candidatura de su hermana, en un contexto donde el antifujimorismo, tan heterogéneo, pero a su vez agrupado electoralmente por muchos años, se ha fracturado y debilitado a partir del gobierno de Castillo.
Con Alberto Fujimori vivo, la defensa de su gestión, su estado de salud, la lucha por su libertad, su presencia política eran causas fujimoristas, a la que se sumaba su supuesta o deseada candidatura y/o asesoría política a su hija y a otros dirigentes.
Más adelante, y alejados de los intensos momentos que han vivido en estos días los militantes, cercanos, y simpatizantes de Alberto Fujimori, Fuerza Popular deberá enfrentar una nueva realidad y nuevos retos.
Tratar de consolidar el liderazgo y la candidatura de Keiko Fujimori, con la sombra de Kenji y sin la imagen de Alberto, en un partido que ya tenía una brecha generacional, diferencias en la conducción y representación, y la imagen de socia del actual gobierno. Buscar la nueva identidad política y electoral de Fuerza Popular, definiendo si se mantiene bajo el paraguas de “lo bueno” de la gestión de Alberto Fujimori con todo lo que ello trae consigo, o se abre un nuevo capítulo adaptado a las actuales circunstancias. Preparar al partido, dependiendo del resultado del 2026, para su vigencia, sin la presencia de su caudillo y sin ningún Fujimori, y con nuevos referentes, que hoy no tiene.
Para la ansiada ‘reconciliación’ tendrán que trabajar muy fuerte, porque lo ocurrido en los últimos días, si bien ha revivido a nivel nacional un albertismo de quienes le agradecen lo hecho, también ha exacerbado el antifujimorismo.
El fujimorismo enfrenta el desafío de mantener una única estructura cuestionada y al mismo tiempo adaptarse a un escenario político más fragmentado.
A lo largo de su vida, Fujimori fue el símbolo de logros que sus seguidores todavía aprecian como la lucha contra Sendero Luminoso y la estabilidad económica. Sin embargo, el fujimorismo ya no se define únicamente por la figura de Alberto. Keiko Fujimori, su hija, ha consolidado su propio liderazgo, intentando institucionalizar el partido con sus aciertos y errores. Ha incorporado a nuevas generaciones y ha formado una bancada cohesionada con músculo en el Congreso, mientras vive su propia gesta en los tribunales.
Tras la salida de prisión del padre y su ingreso oficial al partido, se especuló su retorno a la política, posibilidad que fue bien recibida por los seguidores del líder histórico. Mantener unida a la vieja y nueva guardia del fujimorismo, representando a la derecha popular, podía significar una oportunidad para la presidencia.
El reto del fujimorismo será mantener a esos representantes del albertismo primigenio, como Aguinaga o Chávez, que permitan avivar el relato del padre pero también el atractivo hacia Keiko. El discurso que la líder de Fuerza Popular pronunció frente al féretro de su padre dejó en claro que no van a desaprovechar ni el tiempo ni el capital político heredado.
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