Billie Eilish, la joven reina del pop gótico de la generación Z, cerró el mes de julio con el estreno mundial del disco “Happier Than Ever”. A sus 19 años de edad, esta artista ha pasado por varios cambios de estilo que van desde sus producciones musicales, hasta el color de cabello que elige llevar cada temporada.
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Hay poco de inmediato en esta segunda entrega en formato largo de la artista estadounidense, que rehúye los patrones que llevaron su debut, “When We All Fall Asleep, Where Do We Go?” (2019), a convertirse en el premio Grammy al mejor álbum gracias a éxitos en los que conjugaba un inesperado tono oscuro y revoltoso, como en “Bad guy”.
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Aunque se mantiene la asociación creativa con su hermano Finneas, ya el título (“más feliz que nunca”, en español) marca un punto y aparte respecto al regusto tortuoso que podía salpicar algunas partes de su trabajo previo.
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Billie Eilish también ha roto con su estilo inicial a nivel estético. Ha pasado de las camisetas XXL y sus cabellos de color negro negro con verde a un tono platinado que acompaña con un nuevo estilo romántico y sensual, digno de las divas de antaño.
Esta nueva entrega guarda cierta cercanía con algunas obras previas de la cantante, tales como aquella balada preciosista y emocional que lanzó de forma aislada en 2019, “Everything I wanted”, o a otras piezas de similar cadencia que han seguido después, como la catártica “Lo vas a olvidar” junto a Rosalía.
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Este nuevo álbum experimenta con nuevos ritmos como la bossa nova y se mantiene fiel a su esencia en cuanto a las letras que gozan de una rica reflexión existencialista. En sus nuevas 16 canciones, Billie Eilish mantiene su capacidad hipnótica y una voz singular, personal, aún ácida y comprometida solo con sus valores y circunstancias vitales y musicales, en la línea de otras artistas que han sabido marcar la pauta y no tanto dejarse marcar por ella, como Lorde.
En sus letras, la artista nos transporta a una narrativa irónica desde el corte inaugural del álbum, “Getting Older”, en el que es capaz de resumir en pocos versos cómo ha sido su súbito encuentro con la fama. Este último es el tema que abunda en las canciones, sin olvidar el acoso que sufrió por meses de parte de un hombre.
“Me estoy haciendo mayor, creo que estoy bien / Ojalá alguien me hubiera dicho que haría esto yo sola / Hay razones por las que estoy agradecida, hay muchas por las que estoy agradecida / Pero es diferente cuando un extraño siempre está esperando en tu puerta / Lo cual es irónico porque los extraños parecen quererme más que nadie / ... Lástima que por lo general estén trastornados”, canta en los primeros compases.
La diferencia con sus previos éxitos es notoria al ver incluso la paleta de colores pasteles elegidos para sus nuevos videos musicales. El café, el celeste y los tonos nude que parecen seguir al platinado cabello de la cantante, se imponen sobre lo alguna vez fue oscuridad.
Eilish no ha perdido del todo el colmillo y así es posible encontrar aún detalles que rompen la tónica calmada, pequeñas sorpresas como los perros rabiosos de “I Didn’t Change My Number”, el corte completo de “Oxytocin” (lisérgico y más apto para un consumo colectivo y trasnochador) o la ruptura en la canción “Happier Than Ever” a partir del puente hacia un final empoderador, casi una proclama rock liberadora que está entre lo mejor del disco.
Con información de EFE.