Arrinconada ante la astucia de uno de los varios detectives a cargo del crimen de Betty Gore, la ama de casa Candy Montgomery (Elizabeth Olsen) no tiene otro camino que aceptar su papel en este terrible hecho. El quinto episodio de “Amor y muerte” –la exitosa serie de HBO Max—guarda un hilo de confesiones, pero –contradictoriamente—también muchos silencios.
A falta de dos capítulos para el final de la producción televisiva, todo ya está meridianamente claro aquí. Estamos frente a la representación de una horrorosa muerte en donde solo una persona queda para narrar la verdad. Su verdad, para ser precisos. Alrededor de esto, por supuesto, van apareciendo una serie de elementos y actores que alimentan el morbo, peculiaridad no exclusiva de la sociedad estadounidense.
MIRA: Encuentra aquí hasta 30% de dscto. en lo mejor del entretenimiento.
Al inicio del quinto episodio de “Amor y muerte”, Candy bate huevos en un bol a las 6:30 de la mañana. Cuando ve que su esposo Pat (Patrick Fugit) se le acerca para preguntarle si está bien, ella consulta sobre si “los chicos ya están despiertos”. Solo una mente confundida por hechos que la han traído abajo puede perder la noción del tiempo de esa forma.
Del otro lado de la historia, Allan Gore (Jesse Plemons) es interrogado por los detectives del caso. Ante la reticencia –aparente—por incriminar a una tercera persona (su ex amante Candy), el padre de familia recibe una advertencia: se le leerán sus derechos, y se le informarán sus obligaciones ante la autoridad policial.
Candy, tras ser expuesta por el detective Lester Gayler (Charlie Talbert), que además le grita “Usted se acostó con su esposo y luego la cortó con un hacha. La cortó, la cortó, la cortó y la cortó. Me da asco y no puedo estar aquí con usted”, recibe un consejo de otro: lo mejor que puede hacer aquí es decir la verdad. Solo unos minutos después, le quitan hasta las sandalias para revisarlas.
Y casi como caído del cielo, el vecino y frecuente asistente a la iglesia metodista Don Crowder (Tom Pelphrey) acepta asesorar a nuestra protagonista. Aquí hay que reconocer que el trabajo de este actor sobresale en medio de los secundarios. Su tono firme y sus decisiones rápidas le dan cierta seguridad a Candy, quien se cierra en designarlo a él y no a un “experto” en su defensa.
Pero esto último no podrá ser posible. Al menos luego de que la propia Candy le confiese a Don, además de su amorío con Allan, que “en defensa personal” atacó con un hacha a Betty, quien primero la intentó atacar a ella, presuntamente por celos tras el affaire. Así pues, consciente de lo grave de lo descrito, Don recomienda contratar inmediatamente un abogado penalista que saque de este embrollo a su vecina y amiga. “Te quiero a ti”, exclama ella. Su voluntad no será escuchada.
A estas alturas ya toca hablar sobre los otros elementos y actores que empiezan a acompañar esta historia criminal. A los ya mencionados detectives y abogados de la parte acusada, habría que sumarle –qué duda cabe—el papel de los periodistas locales y nacionales. Todos parecen interesados en cubrir el hecho no con un fin altruista, sino cayendo fundamentalmente en el morbo. ¿41 puñaladas? En sí, todo lo ocurrido entre Betty y Candy da para un típico tabloide.
La clásica ‘primera fotografía’ en prisión nos permite ver, además de cómo el personaje de Candy vive la sima de su protagonismo, a una serie de terceros como policías, asistentes, celadores, etc. La madre de familia se ducha bajo el agua caliente y parece pensar en el problema en que ha terminado metida. Solo unos meses antes estaba en un hotel con Allan, el esposo de la víctima, viendo lo que creía cercano a la felicidad.
Si hablamos de elementos, eso sí, resulta imposible dejar de lado detalles como (aunque este ya se repitió con anterioridad) el ver a Candy cantando y bailando en el automóvil mientras se dirige a declarar ante los policías. Luego hay una intención por retratar a Allan como la víctima secundaria de lo ocurrido: las vecinas se organizan para llevarle comida a casa y que no descuide a sus hijas.
La presión mediática (que llegó a pintar a Candy como ‘La mujer escarlata’ y que se atreve a analizar sus muecas y a partir de ahí sacar conclusiones) desata el lado más furioso de Don, quien se eleva de su auto reconocido rol como “abogado de lesiones personales” para convertirse en un tipo sagaz, capaz de sugerir cosas como las siguientes: “Pierde peso. Te quiero lo más menuda posible (…) cambia tu cabello, quiero algo más conservador. Yo escogeré tu ropa. Yo seré el rudo, tú la tierna ama de casa, la cantante del coro de la iglesia”.
Otro detalle a comentar puede ser el rol de Allan y Pat. El primero debe vencer sus reparos y acudir a casa de los familiares de su esposa para revelar, partiéndose de la vergüenza, que tuvo un amorío “con la principal sospechosa del crimen de Betty”. A partir de aquí arranca una especie de ‘desaparición’ del personaje a lo largo del episodio.
VER MÁS: “Las gotas de Dios” en Apple TV+: un adictivo drama que atrapa no solo a los amantes del vino | RESEÑA
Pat, por su parte, pasa por distintas fases. Primero de apoyo total a su esposa, a quien considera casi ciegamente incapaz de matar a alguien. Luego entra en una etapa de dudas razonables, pero nunca se atreve a interrogar a su propia esposa. Y ella tampoco es capaz de permitírselo. Finalmente, las inquietudes resultan incontrolables y, entonces, empieza a preguntarles a todos alrededor de Candy si saben algo sobre su real participación en la muerte.
En el antepenúltimo episodio de “Amor y muerte” no podían faltar los jueces y los psiquiatras. Estos dos actores cumplen un rol menor, aunque latente. El grandilocuente magistrado Tom Ryan (Bruce McGill) tiene entre ceja y ceja a Don, el avezado abogado que lo llama susurrándole “gordo asqueroso”. Del otro lado, el especialista en salud mental Fred Fason (Brian d’Arcy James) protagoniza lo más parecido a una terapia de hipnosis en la que, al son de un chasquido de dedos, nuestra protagonista es capaz –aparentemente—de rememorar, segundo a segundo, el terrible momento en que Betty perdió la vida. Y lo hace siguiendo cada indicación de quién tiene al frente.
¿Qué le puede quedar a “Amor y muerte” en los dos episodios venideros? Sin duda, no solo el juicio correspondiente contra Candy Montgomery, sino fundamentalmente las consecuencias del mismo entre su círculo. Vecinos, conocidos y, por supuesto, su esposo, quien al cierre del capítulo cinco recibe una llamada del propio Don, quien le confiesa lo que este nunca quiso escuchar. De fondo, su esposa le describe –sentada a la cabeza de la mesa comedor-- de forma cándida a sus hijos todo lo que vendrá antes de “volver a ser una familia normal”.
AMOR Y MUERTE/ HBO MAX
Creador: David E. Kelley
Elenco: Elizabeth Olsen, Jesse Plemons, Patrick Fugit, Lily Rabe, Keir Gilchrist, Elizabeth Marvel, Tom Pelphrey, Krysten Ritter
Sinopsis: La miniserie cuenta la impresionante historia real de Candy Montgomery (Elizabeth Olsen), una ama de casa texana de los años 80 acusada de asesinato. Aunque tenía una familia amorosa, una casa perfecta y presencia activa en la iglesia, Candy no podía superar la monotonía suburbana. Luego de un acalorado encuentro con Allan Gore (Jesse Plemons), su compañero de iglesia, Candy enciende la chispa que le faltaba a su vida. Disfrutaron su amorío planeado con astucia hasta que sus respectivas parejas, Pat (Patrick Fugit) y Betty (Lily Rabe) descubren el secreto y una de ellas decide resolverlo con un hacha.
TE PUEDE INTERESAR
- “A quien solía conocer”: una comedia romántica que rompe el molde y sacude tu idea del amor | RESEÑA
- “Casando a mi ex”: una floja comedia romántica que podría contarse en un tuit | RESEÑA
- “Gunther, el perro millonario”: un pastor alemán que expone lo más extravagante de los humanos | RESEÑA
- “Una cita casi perfecta”: Kaley Cuoco avasalla a Pete Davidson en una confusa comedia romántica | RESEÑA
- “La plataforma” en Prime Video: una serie de ciencia ficción tan ambiciosa como confusa | RESEÑA
VIDEO RECOMENDADO
Contenido Sugerido
Contenido GEC