¿Pudo evitarse la tragedia? Al analizar los acontecimientos de “House of the Dragon” cada semana, podría decirse que la trama avanzó hasta tener vida propia, cual dragón que, una vez roto el huevo, solo se pertenece a sí mismo. Con escaso conflicto entre un bando y otro, el décimo episodio en cambio pone a los Targaryen de Dragonstone en debate contra sí mismos por cómo actuar, donde las mejores decisiones para la guerra no necesariamente lo son para las personas.
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En Dragonstone la princesa Rhaenyra Targaryen (Emma D’Arcy) se entrera de la muerte de su padre y que su medio hermano, Aegon (Tom Glynn-Carney), fue coronado. Ante la traición, su trabajo de parto se acelera y da a luz a una bebé sin vida. En contraposición a los deseos de Daemon (Matt Smith), Rhaenyra quiere asegurar a sus aliados antes de lanzar cualquier ataque sobre King’s Landing. Tampoco quiere antagonizar a Alicent (Olivia Cooke) matando al padre de esta, lord Otto Hightower, cuando la visita con los términos de sumisión.
Tras asegurar como aliado a Corlys Velaryon (Steve Toussaint) y su poderosa flota, Rhaenyra envía a sus dos hijos mayores a Winterfell y Storm’s End, respectivamente, para recordarle a los lords del juramento expresado años atrás en la capital. En la Tierra de Tormentas Lucerys (Elliot Grihault) encuentra al príncipe Aemond Targaryen (Ewan Mitchell), que nunca olvidó el asunto de su ojo izquierdo. Tras un conato de pelea, Lucerys se va a lomo del dragón Arrax, solo para ser perseguido por Aemond, quien se divierte atormentándolo con el gigantesco Vaghar.
En desobediencia a Lucerys, Arrax ataca a Vaghar con fuego. A partir de ahí, ya todo está escrito pues el dragón más grande de todos responde con un mordisco que hace pedazos a dragón y jinete por igual. En Dragonstone, Rhaenyra se entera de la muerte de su segundo hijo.
Tal como empieza, termina
“La reina negra” dialoga constantemente con el primer episodio de la temporada, “Los herederos del dragón”, y casi en su totalidad recae en los hombros de Emma D’Arcy, cuya performance cimienta a Rhaenyra como un personaje lleno de matices, uno de los mejores de la serie. La escena donde Rhaenys (Eve Best) le dice que Viserys ha muerto, para luego darle la sorpresa del ascenso de Aegon, muestra el corazón de la princesa heredera. Con la muerte del padre hay impacto en la mujer, pero es recién al enterarse de su herencia arrebatada cuando el trabajo de parto se adelanta. El dolor se manifiesta otra vez cuando le hablan de la coronación de Aegon y que debería huir de Dragonstone; su fortaleza por derecho.
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Rhaenyra ha crecido con la convicción de que el trono le pertenece, sostenido en los juramentos de las antiguas y poderosas casas de Westeros. ¿Es el deseo por reinar más fuerte que el cariño que pudiera sentir por su padre? Eso entra en terreno de la más pura especulación. De lo que no hay duda es que la voluntad Viserys vive en ella, pues Rhaenyra no se alista a lanzar a sus dragones al combate. La decisión no es fácil, tanto por lo que se espera de ella como reina como por la presión que ejerce la capital, territorio enemigo.
Otra escena clave para entender la posición de la reina del bando Negro es su encuentro con Otto Hightower (Rhys Ifans), donde ella no duda en quitarle la insignia de Mano del Rey y lanzarla al mar. Aquí parece mantener el control de la situación hasta que el gran maestre trae un recuerdo de la amistad que alguna vez tuvieron las dos reinas. Rhaenyra respira hondo, las fosas nasales se le dilatan en lo que podría ser furia. Y luego, una lágrima. Si en algo “House of the Dragon” supera a “Game of Thrones”, es que en conjunto tiene actores más consistentes. El proceso de Rhaenyra con el mensaje de Alicent puede interpretarse de varias maneras, y cada cual tendría sentido. Así de buena es Emma D’Arcy.
Naturaleza y destino
Las intenciones de Rhaenyra, su conflicto de heredera ansiosa a reclamar el Trono de Hierro pero sin el deseo de tomarlo por la fuerza, la pintan con nobleza. En contraposición está Daemon Targaryen, quien ha sido uno de los personajes más cautivantes de la serie, así como el primero en ganarse la aclamación de los fans. Al enterarse de la muerte de Viserys, su lenguaje corporal cambia sutilmente. Poco después, manifiesta incomodidad con las manos, que no tardan en juguetear con su espada, listas para atacar a enemigos que aún no tiene al frente.
"Si en algo “House of the Dragon” supera a “Game of Thrones”, es que en conjunto tiene actores más consistentes".
Cuando Rhaenyra da a luz sus gritos inundan todo Dragonstone, él no se inmuta. En cambio, sus arranques de violencia están directamente vinculados a Viserys. La primera vez ocurre cuando se entera de esa muerte y dice sin atisbo de duda que se trató de un asesinato.
El otro momento, que ya es considerado lo más polémico del episodio y posiblemente de toda la temporada, es su conversación privada con Rhaenyra, donde ella habla de la profecía de Aegon el Conquistador, la “Canción de Hielo y Fuego” que le contó Viserys años atrás. Al escuchar sobre la predicción, Daemon responde asfixiando a la madre de sus hijos. Una conducta que, si bien difiere de las anteriores interacciones entre la princesa y su marido, se corresponde al prontuario de un hombre que mata sin provocación (la masacre de King’s Landing), aunque la víctima sea su propia esposa (recordemos a Rhea Royce). Rhaenyra no muere, aunque algo ha cambiado entre ella y el príncipe consorte.
Sin duda, un retorno al Daemon que vimos a inicios de temporada, antes de que adquiera a ojos de los aficionados un aura tangencialmente heroica. Podríamos decir que todo el episodio muestra la victoria del instinto sobre la razón, pues Alicent y Rhaenyra, reticentes a dar el primer golpe, no pudieron evitar que haya mala sangre entre sus hijos. Allí está la provocación de Aemond a Lucerys, que desemboca en la muerte del segundo cuando un incontrolable Vaghar se atreve a completar lo que su jinete comenzó. La expresión de Aemond al ver los indistinguibles restos de Lucerys y Arrax dice que jamás esperó que el asunto termine en muerte.
Pensamientos finales
En los 10 episodios de esta primera temporada, “La casa del dragón” acertó al reforzar sus conflictos interpersonales antes que el factor épico. Al centrar todo en una disputa familiar, acercó la trama al espectador. Como si se tratara de una casa gigante, todos los personajes permanecen a tiro de piedra, por así decirlo. Este tono demoró en tomar cuerpo, puesto que los primeros capítulos aún tenían encima la expectativa del original. El recuerdo de “Game of Thrones” jamás se irá del todo, pero estamos ante un ave independiente, un cuervo que ya voló.
Con la segunda temporada queda pendiente ver cómo evolucionará esta propuesta. Ya hay un pretexto para que la guerra lleve a sus personajes de un lado a otro del mapa, con dragones, regimientos y todo aquello capaz de segar vidas. Un escenario familiar para los que vienen de la otra serie. Ahora la duda es cómo conciliar la guerra inevitable con la trama de una dinastía que se desmorona. Tal vez no sean conceptos tan opuestos, sino dos lados de una misma moneda, o de la misma casa: dividida, en llamas y donde las traiciones aguardan en cada esquina. Ya saben, como cualquier otra familia.
Pensamientos sueltos
- Breve repaso estratégico sobre los Negros: Asegurar la Tierra de los Ríos para oponerse a los Lannister, conseguir apoyo de los Stark y Baratheon. Tomar Harrenhal es crucial para albergar un gran ejército. Por si fuera poco, hay 12 dragones capaces de pelear (antes de la caída de Arrax, eran 13) y a la flota Velaryon, que puede dejar la capital sin comercio.
- Fue interesante ver a un Jacaerys violento con su hermano menor. Le quita un poco del manto de perfección que parece llevar.
- “Ven conmigo, te mostraré el verdadero significado de la lealtad”, dice Daemon a Jacaerys antes de amenazar de muerte a los dos Guardias Reales que permanecen en Dragonstone.
- ¿Por qué Rhaenyra no dejó que le ayuden en el parto? ¿Por qué no permitió que las hermanas silenciosas embalsamen el cadáver de la bebé?
- Podría apostar que la tristeza de Daemon en la playa está relacionada más a la muerte de su hermano que a la de su hija.
- A diferencia de las canciones creadas para las escenas de Daenerys en “Game of Thrones”, las de Rhaenyra son de lamento y no de combate. Nostalgia, incluso.
- “Aegon Targaryen se sienta en el Trono de Hierro. Lleva la corona del conquistador, empuña la espada del conquistador, tiene el nombre del conquistador. Fue ungido por un septon de la fe ante los ojos de miles. Cada símbolo de legitimidad le pertenece”. Otto Hightower, fan de las anáforas.
- Algo que me gusta mucho de este episodio es cómo presenta el conflicto de la teoría contra la práctica. Se supone que los gobiernos se rigen por leyes, pero eso no evita los golpes de estado. A la fuerza, Rhaenyra aprende el significado de realpolitik.
- “No deseo mandar en un reino de hueso y ceniza”, dice Rhaenyra. Si tan solo Daenerys hubiese tenido ese criterio…
- Por primera vez en toda la serie vemos al más auténtico Corlys Velaryon, que se quita la máscara de marinero valiente para quedar como lo que es: un hombre herido por la muerte de sus hijos. Aun así, tiene entereza suficiente para mantener la cabeza fría ante Rhaenyra, a la que odia por la “muerte” de Laenor.
- “No elegimos nuestro destino, Luke. El destino elige”, dijo Rhaenyra. Y el destino eligió.
- Daemon no se acerca despreocupadamente a su dragón, tiene un ritual que implica cantarle. Son bestias peligrosas, como luego descubrirán Aemond y Lucerys.
- La risa de Aemond parecía la de un villano de anime. Allí hay un problema.
- La mejor escena del episodio también es la última. La reina Rhaenyra, al enterarse de la muerte de Lucerys, se agarra el vientre mientras evita caerse, mientras camina hacia la hoguera. Como si quisiera evitar otro parto mortal. Entonces, apenas recompuesta, voltea y mira a la cámara. En su mirada solo hay una intención.
Calificación
4.5 estrellas de 5
Todos los capítulos de "House of the Dragon" están disponibles en la plataforma HBO Max.