Promocionada como la contraparte de Dr. Strange 2, por ser la película que mejor ha jugado con el multiverso este año, a “Todo en todas partes al mismo tiempo” esa descripción le quedó demasiado corta. Si bien la película dirigida por Daniel Kwan y Daniel Scheinert, emplea la idea de mundos paralelos como hilo conector entre las diferentes historias que narra, destaca sobre todo en su imprevisibilidad, la cual llega a límites divertidamente absurdos, pero con un trasfondo magistral que termina con media sala de cine llorando por una roca.
Evelyn (Michelle Yeoh) es una mujer china migrante en Estados Unidos cuya relación consigo misma y con su familia está constantemente pendiendo de un hilo. Con una hija de la cual se avergüenza, un matrimonio al borde del fracaso, un padre que la subestima y un negocio de lavandería a punto de hundirse, ella vive frenéticamente intentando hacerse cargo de todo. Sin embargo, sus problemas pasan a un segundo plano tras su encuentro con Alpha Waymond (Ke Huy Quan), una versión de otra dimensión de su esposo que le suplica su ayuda para detener a una amenaza que planea acabar con el cosmos. Lo que sucede de aquí en adelante es una locura que explota las posibilidades del multiverso como pocas veces se ha visto.
La crítica
Y es que a diferencia de otras películas que se empeñan en explicar a su audiencia el complejo mundo del multiverso, aquí los viajes se realizan mediante un sencillo dispositivo que se conecta a la consciencia por unos auriculares, y permite navegar por incontables versiones alternativas de uno mismo.
En general, la explicación del dispositivo es vaga y deja un aturdimiento que te hace empatizar con la confusión de la protagonista, que inicialmente está más interesada en pagar sus impuestos que en ser una superheroína. Pero poco a poco, y a través del humor, la veremos en sus diferentes versiones como chef profesional, experta en artes marciales, famosa cantante de ópera e incluso en medio de un conflicto amoroso lésbico en un mundo de humanos con dedos de salchichas.
Pero explorar diferentes realidades imaginando mundos absurdos no es su mayor mérito. Este es el esmero de pensar en un trasfondo lo suficientemente coherente para cada personaje para generar empatía con el espectador. La intención de la película es que conectemos emocionalmente aún incluso con las situaciones más extravagantes, y lo logra.
A pesar de la gran cantidad de giros argumentativos e historias conviviendo, la película consigue que todo se resuma a una pregunta: ¿Qué pasaría si fueses capaz de viajar a otros universos? Contrariamente a el fanatismo y emoción que surge frente a este tema, la respuesta es decepcionante. Esto es debido a que de las tres partes que tiene la cinta, las primeras dos llegan a una conclusión filosófica que deja una intranquilidad nihilista, un vacío emocional que casi todos hemos sentido ante la infinidad del universo.
De no existir la última parte, probablemente la película enviaría en terapia a más de uno, ya que la resolución toma cada mínima parte de lo ocurrido para recién darle sentido al conjunto. Esta puede leerse de diferentes perspectivas: un mensaje de amor romántico, otro de salvación entre la relación madre-hija, o incluso el sentido de la existencia humana. No deja indiferente al espectador.
Aunque por su ambición de intentar abarcar todos esos temas la película resulta desordenada, además que no permite racionalizar todo lo que sucede porque las secuencias se amontonan una sobre otras; “Todo en todas partes al mismo tiempo” es más disfrutable si apagamos la lógica y disfrutamos la risa, el suspenso, el desconcierto y el llanto que nos tiene preparado el multiverso de ciencia ficción más original de Hollywood hasta la fecha.
Calificación
★★★★✰
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