La idea es tener una “dieta” que sea un estilo de vida, no un camino para lograr un objetivo a corto plazo, y la flexibilidad debe ser un ingrediente básico para esto.
La idea es tener una “dieta” que sea un estilo de vida, no un camino para lograr un objetivo a corto plazo, y la flexibilidad debe ser un ingrediente básico para esto.
Maca Bustamante

Al extenderse la cuarentena para frenar el avance del por varios días más, ya no son 15 sino 28 los días que estaremos en casa. Algo que viene preocupando a muchos es el tema de la “dieta”. Muchas personas siguen planes de alimentación estructurados en conjunto con una rutina de ejercicios o entrenamiento. Al alterarse estos planes, pueden llegar a sentir ansiedad e incertidumbre. Por eso es importante entender que más allá de una “dieta”, lo que debemos buscar es aprender a comer de manera saludable y balanceada, donde exista una flexibilidad con los alimentos.

Verán, una “dieta” -o como yo prefiero llamarlo, plan de alimentación- es sin lugar a duda una herramienta muy útil para poder darle estructura a las personas en lo que respecta a su alimentación. Como nutricionista las personas acuden a mí justamente para esto, y así puedan lograr sus objetivos, la mayoría de veces relacionados a bajar de peso. Muchas personas se sorprenden cuando incluyo diversos alimentos que son generalmente catalogados como “prohibidos”, y es que mi objetivo no es restringir o prohibir, sino más bien enseñarte a comer, o mejor dicho, a nutrirte, porque ESO es la nutrición.

Es clave entender que no hay alimentos buenos o malos.
Es clave entender que no hay alimentos buenos o malos.

Cuando una persona tiene una dieta muy estricta y restrictiva, sin poco o nada de flexibilidad, en realidad no está aprendiendo a comer. La rigidez muchas veces quita grupos enteros de alimentos que no solo tienen un efecto negativo en relación a posibles deficiencias nutricionales, sino que a muchas personas les afecta emocionalmente. Se empieza a desarrollar un mayor deseo por estos alimentos “prohibidos” y se da pie a que se pueda desencadenar miedo y hasta una relación poco saludable con la comida.

Es clave entender que no hay alimentos buenos o malos; que el mango o el plátano no “engordan” (clásico ejemplo); que por comerte un pedazo de chocolate no estás “tirando al tacho todo tu progreso”; y que si te tocaba brócoli pero no lo tienes, no pasa NADA si lo reemplazas con espárragos, espinaca o coliflor. Justamente la idea de aprender a alimentarte es que puedes adaptar tus comidas a cualquier situación de la mejor manera que posible, como lo que estamos viviendo hoy en día.

Mi recomendación: apuesta e invierte en aprender el porqué de los alimentos. Entender ayuda a que cambiemos el chip, a que le quitemos ese peso a la comida, a reducir la ansiedad que nos causa el no poder seguir la dieta al pie de la letra. La idea es tener una “dieta” que sea un estilo de vida, no un camino para lograr un objetivo a corto plazo, y la flexibilidad debe ser un ingrediente básico para esto. Recuerda que los alimentos son nuestro aliados y no hay necesidad de prohibir. Cuando aprendes a comer, las opciones se vuelven infinitas.

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