Hace aproximadamente 20 mil años, Ayacucho no se parecía a las cumbres y planicies de su geografía actual. Estaba cubierto de bosques y era habitado por osos perezosos gigantes. En este peligroso territorio vivieron los primeros americanos, los ayacuchanos, y se resguardaron en la cueva de Pikimachay, desde donde salieron a poblar el continente.
A pesar de su importancia arqueológica, ¿cuántos hemos visitado este milenario recinto descubierto en 1969 por el estadounidense Richard MacNeish?
Si bien Ayacucho es uno de los destinos más populares de los peruanos por sus emblemáticas celebraciones por Semana Santa —la máxima manifestación del sincretismo religioso—, su arte colonial que siempre deja con la boca abierta a cualquiera de sus visitantes, o sus danzas, artesanías e historia prehispánica; esta región tiene aún muchísimo más por ofrecer, desde la biodiversidad de su zona andina hasta la poco explorada ceja de selva.
Es así que el Patronato Pikimachay ha publicado una completa guía con 70 destinos imprescindibles denominada “Ayacucho: Un viaje de 20 mil años”, que atraviesa la historia milenaria y busca ponerlo en valor. Esta contiene un compendio de investigaciones de especialistas como la periodista gastronómica Paola Miglio; los arqueólogos Francesca Fernandini y José Ochatoma; el historiador Nelson Pereyra, entre otros. Sus voces abarcan desde los orígenes prehistóricos hasta las expresiones más contemporáneas para satisfacer la curiosidad de cualquier tipo de turista. Además, utiliza mapas, rutas, cifras y consejos para el viaje.
“Hay mucha información de valía que no había logrado calar en el imaginario peruano, esa es la labor del Patronato Pikimachay, comunicarlo. Este libro es parte de una estrategia organizada para avanzar con el turismo que ya había despegado, pero fue detenido por la pandemia”, comenta Isabel Miró Quesada, editora de la guía. “Ahora el turismo está mejorando en cifras pero no se llega a lo que era antes de la pandemia”. Y esto es lo que se anhela cambiar.
Brillo imperial
Además de un obligado recorrido por las 33 majestuosas iglesias, a una hora de esta ciudad, se resguardan los restos de la asombrosa capital de un imperio que brilló siglos antes que los incas: el Wari. Una sofisticada cultura que, a decir de la arqueóloga Francesca Fernandini, fue “una civilización expansiva” con rigurosas estructuras cívicas, avances tecnológicos y progreso económico que “rebasaban las fronteras del Perú y llegaban a oídos de sus contemporáneos”. Visitar el mausoleo real del complejo Wari, descubierto por el equipo comandado por los arqueólogos José Ochatoma y Martha Cabrera, es una oportunidad que ofrece Ayacucho.
La pintura colonial es otro de los espectáculos más memorables, considerada además un patrimonio histórico excepcional. En sus iglesias del Centro Histórico se encontrarán piezas como del manierista Bernardo Bitti, sevillanas y de influencia flamenca. O templos de estilo barroco hasta iglesias construidas bajo el llamado estilo huamanguino. Los amantes del arte religioso vivirán una experiencia sin comparación solo conociendo sus iglesias. A su vez, Isabel Miró Quesada recomienda también conocer en Huamanga el primer monumento de América a la independencia: el arco del triunfo.
La artesanía ayacuchana es otra de sus manifestaciones más potentes y vivas. Es la cuna de más de 15 artes originarias. La experta en arte popular, Soledad Mujica, señala en esta guía que en la creación de los artesanos confluyen períodos de la historia ayacuchana y una manifestación de diversas disciplinas “como el retablo, la talla en piedra de Huamanga o la pintura de Sarhua”.
Precisamente, las tablas de Sarhua están teniendo un impulso fortísimo en los últimos meses tras la invitación de Violeta Quispe a la Bienal de Venecia en abril. “El mundo entero mirará a Sarhua, un destino con una ciudad muy pequeña, pero con mucha tradición”, agrega Miró Quesada. La cerámica del pueblo de Quinua es otro punto por destacar, uno de los destinos favoritos de los turistas: “Es fantástico, se está despertando porque las nuevas generaciones de artesanos se han involucrado en gastronomía, entonces ahora hacen restaurantes con diseños espectaculares, las noches son muy llamativas, hay coctelería y se ha convertido en un destino alternativo”, recalca la editora.
“Ayacucho: Un viaje de 20 mil años” es un preciado referente que ofrece a su vez parajes naturales excepcionales. El volcán Pachapupum con su llamativas formaciones y aguas termales o el cenote más alto del mundo a 3.200 m.s.n.m. son algunos de los territorios con mucho potencial que necesitan ponerse en valor.
¿Cuál es el objetivo de esta publicación? Pues el turismo, que se redescubra el misticismo ayacuchano, su gastronomía y biodiversidad; y, con ello, generar más empleos, mover la economía y obtener mayor reconocimiento a los ojos del país y el turismo extranjero. Ayacucho está preparado para recibirlos. //
El Patronato Pikimachay se fundó en 2017 y tiene como objetivo poner en valor a Ayacucho a través de distintas acciones como la Marca Ayacucho e impulsar el crecimiento del turismo. También, se preocupa por difundir los emprendimientos locales e impulsar la generación de empleos. En este sentido, su presidente, Carlos Añaños, afirma que la importancia del libro “Ayacucho: Un viaje de 20 mil años” radica, principalmente, en poner en valor a quienes están detrás de las expresiones a través del fomento del turismo: “Nuestros agricultores podrán sembrar sus tierras y poner en valor nuestra biodiversidad. Nuestros artesanos pondrán en valor todas sus capacidades y talento. Por qué no hablar de otros sectores, como la tela de la vicuña que es la fibra más fina del mundo y así generar ingresos económicos y un trabajo digno para todos los pastores ayacuchanos”, nos comenta. La misión del patronato es combinar esfuerzos paralelos entre las industrias como el turismo y velar por el crecimiento de los emprendedores.
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