El mural de casi 3 metros con el rostro de Gianluca Lapadula, en la misma avenida donde descansan más de 30 mil piezas del Museo Regional de Ica, es un fresco de estos tiempos: así fueron los hombres Paracas. Y ahora somos así.
Debajo de sus bigotitos de Tatán y su sonrisa ítalo-peruano, los niños Ebrahim y Adael Muñante Urure saltan lo más alto que pueden, como si de allí dependiera llegar al cabezazo para un gol decisivo. Es la avenida Ayabaca, en Ica, frente al terminal de Oltursa y a pocos metros del Museo Adolfo Bermúdez Jenkins, su principal promotor desde el lejano 1946. Pasan los autos, los mototaxis, las bicicletas. Han llegado hasta aquí con su madre, la señora Marlith, dos meses después de aquella inocente salida al mercado a comprar unas verduras con los gemelos vestidos según la moda Lapadula. De 9 y con la máscara protectora negra. Esta vez también les toman una foto.
—¡Pudula, Pudula, Pudula!, gritan ellos y el tráfico se paraliza.
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Ebrahim y Adael son los Lapadulitas de aquella foto viral de noviembre del 2021. Ya eso se lo dirá Google o YouTube. La historia fue así: si el gol no lo hacía él, sino Superman, el mantel rojo de Navidad iba a servir como capa. Y si era Batman, unos breves retoques convertirían en Batimóvil al único triciclo. En cualquier caso, toda la familia Muñante Urure se volcaría a diseñar el disfraz del goleador peruano ante Venezuela con lo que tuviera a la mano. El gol, claro, el primer gol de ese triunfazo en Caracas por las Eliminatorias Qatar 2022 que tanta vida nos da, lo hizo Gianluca Lapadula. Y aunque se le conocen los movimientos en el campo, esa falsa lentitud, los tatuajes con reminiscencias andinas, el diente roto después de un rodillazo y los gestos cheleros aprendidos de Christian Cueva cuando suena el Grupo 5, el delantero de la selección se distingue en la cancha por su mascarilla negra, un protector facial que le protege el tabique operado y lo convierte en un espartano, un guerrero, un miura.
—Teníamos unas cartulinas negras y cómo mis hermanitos juegan todo el día a ser Lapadula, las recortamos y salimos.
Recuerda Soraya Muñante, hermana mayor de los niños Ebrahim y Adael, que desde la mañana de 17 de noviembre en que alguien viralizó sus disfraces en redes, ya no son Ebrahim y Adael: ahora son los Lapadulitas.
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Un storie con el rostro de un boxeador herido alertó las redacciones: Gianluca Lapadula había sufrido la rotura de su tabique tras el partido contra Paraguay por el pase a semifinales de la Copa América 2021, en julio pasado. Ocurrió en el minuto 11: el 9 acusó el golpe, sangró y fue rápidamente donde el doctor Julio Segura, quién le enderezó el tabique allí, al borde del campo y tras unos segundos, lo mandó a la cancha. El instante mágico en que un mortal se convierte en héroe. Dos días después se jugaría el pase a la final contra Brasil así que hubo poco tiempo para tomar una decisión: el cuerpo médico de Perú le tomó las medidas del rostro en 3D y mandó a hacer a una empresa privada la máscara de protección.
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“Ocurrió tal cual lo recuerdas”, explica brevemente el doctor de la selección al teléfono. Es la previa al encuentro con Colombia y todo es hermetismo. También fe. “Hicimos contacto con una empresa especialista allá, en Brasil, que anotó las medidas y al día siguiente trajo la máscara de protección facial para Gianluca. Fue muy rápido todo y muy eficientes. No es muy fácil de conseguir un modelo así, al punto que aún hoy es la que usa el jugador en sus partidos. El material del que está hecho es una fibra especial muy ligera/cómoda por dentro y fuera (N. de R: el material más usado en este procedimiento es el UTEM9085, fibra de carbono diez veces más resistente al acero y a la vez muy ligera con solo 60 gramos), que permite que el contacto con el rostro de Lapadula no sea agresivo y tampoco exponga al rival. En eso fuimos muy cuidadosos”, dice Segura, quien recuerda además que en el año 2005 tuvo un caso parecido en la ‘U’: José Carvallo, hoy arquero de la bicolor, también tuvo que usar un protector facial a causa de un traumatismo severo en el rostro.
“Tengo anotado que horas antes del tope, el 5 de julio, se la entregaron a Lapadula. Y así jugó”, dice Jampool Cuadros, el único reportero peruano enviado a la Copa, tiempos de COVID. Hoy sigue a la selección: estará en la cancha de Barranquilla para la cobertura del Colombia vs. Perú de este 28. Una vez entregado el producto, tuvo que ser aprobado por los médicos de Conmebol. Sin observaciones, la máscara llegó al casillero de Lapadula con altísima calificación de seguridad, como si fuera un escudo real. O su armadura.
Desde entonces, la nueva máscara, como antes las orejas de Flores, pasó a ser deportivo símbolo de la patria.
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