Si el gol no lo hacía él, sino Superman, el mantel rojo de Navidad iba a servir como capa. Y si era del Chapulín Colorado, las antenitas de vinil serían unas cañitas. Y si era Batman, unos breves retoques convertirían en Batimóvil al único triciclo. En cualquier caso, toda la familia Muñante Urure se volcaría a diseñar el disfraz del goleador peruano ante Venezuela con lo que tuviera a la mano. El gol, claro, el primer gol de ese triunfazo en Caracas por las Eliminatorias Qatar 2022, lo hizo Lapadula. Y aunque se le conocen los movimientos en el campo, esa falsa lentitud, los tatuajes con reminiscencias andinas, los bigotitos de Tatán y los gestos cheleros aprendidos de Christian Cueva cuando suena el Grupo 5, Gianluca Lapadula se distingue en la cancha por su mascarilla negra, un protector facial que le protege el tabique operado y lo convierte en un espartano, un guerrero, un miura.
—Teníamos unas cartulinas negras y cómo mis hermanitos juegan todo el día a ser Lapadula, las recortamos y salimos.
Dice Soraya Muñante, hermana mayor de los niños Ebrahim y Adael, que desde la mañana de 17 de noviembre en que alguien les tomó una foto y viralizó sus disfraces en redes, ya no son Ebrahim y Adael: ahora son los Lapadulitas.
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Aunque es posible que el amor no tenga un termómetro exacto para medirse, existen números que lo resumen. Ocurre con Gianluca Lapadula y su vínculo con la selección peruana de fútbol, un switch que se activa para convertir a seres humanos normales en villanos o próceres. Lapadula Vargas nació el 7 de febrero de 1990, tiene 31 años y desde que aceptó la convocatoria de Ricardo Gareca a la selección, tramitó su DNI y se apareció por el Jorge Chávez con ese sobretodo melange de varios miles de euros, todo ha sido revolución: jugó 17 partidos con Perú, anotó ya 5 goles pero su influencia es notable en el ánimo y en el pase gol. Es lo que alguna vez dijo Jorge Valdano en El Juego Infinito, “un líder amable”. Hace unos meses contamos la historia de su presentación en intimidad con la selección nacional, un grupo infranqueable que le abrió la puerta como uno más: le pidieron a Lapadula que baile un festejo, él muy cortés esgrimió que “no entendía” pero a cambio, le salió un vozarrón para interpretar a Frank Sinatra, un cover que rompió el hielo y fue pasaporte para su estadía feliz en el vestuario que, por si no lo recuerdan, es mundialista.
Fuera de allí, del camarín y del campo, Lapadula ha enamorado al país con su sudor: de acuerdo con el Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (Reniec), “Gianluca Lapadula” es el cuarto nombre elegido entre los jugadores peruanos para usar en las partidas de nacimiento (seguido de los apellidos del menor). El primero es Yoshimar Yotún (14), Jefferson Farfán (9), Paolo Guerrero (7) y luego, el Bambino (4).
Los gemelos Ebrahim y Adael Muñante Urure de 5 años ya son los Lapadulitas, sin necesidad de ir a Reniec.
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Fue la cuenta @OutPeru en Twitter la que, a las 2:06 p.m. del 17 de noviembre publicó la fotografía de Ebrahim y Adael comprando zanahorias en un mercado de Ica. Fue rápidamente viral, es decir, una imagen compartida por miles de usuarios en corto tiempo, paréntesis urgente entre Run Run y las barbaridades que ocurren en Palacio. Por varios días, los cibernautas intentaron encontrarlos, sin respuesta. El cielo estaba Lapadulizado, ¿quién los deslapadulizará? Hasta que la app Fazil decidió buscarlos con ayuda de las redes sociales, pues encontró en la imagen muchos de los valores que caracterizan a la popular app de delivery como cercanía, amistad, rapidez y felicidad. Fazil, además, es la encargada de colocar a Lapadula en los paraderos más conocidos de la capital, pues recientemente ha firmado un convenio de patrocinio con el delantero del Benevento de Italia, y goleador de la Serie B.
Era una tarea para Indiana Jones o Los Magníficos.
En cinco días, la primera semana de diciembre, Fazil los encontró. Y entonces, llamaron por teléfono hasta Italia a Gianluca Lapadula, quién ya sabe del cariño que los gemelos tienen por él.
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El encuentro con los pequeños y su familia se realizó el 1 de diciembre. Un representante de Fazil viajó hasta Ica llevándoles a la puerta de su casa un pedido especial de Fazil, lleno de mucha alegría y amor. Los pequeños recibieron regalos de la marca como camisetas, pelotas de la selección, juguetes, ropa y mucho más.
Los hermanos Muñante Urure no lo saben aún pero un sencillo juego de Halloween les cambió la vida. El disfraz fue producto del cariño de su mamá, Marlith, pero también de las circunstancias difíciles y del fútbol, este juego que une como ningún otro al país. “Ellos siempre se vestían de Lapadulas, con su camiseta”, dice Marlith, la mamá. “Pero el Día de Halloween no teníamos disfraz para ellos porque mi mamá trabajaba todo el día y no teníamos tiempo. Así que nos acordamos de la máscara protectora de Lapadula y así salieron disfrazados. El día que Perú jugó con Venezuela, tiempo después, estuvieron así todo el día, jeje”, recuerda Soraya, la hermana mayor.
Las máscaras las hicieron de cartulina negra y le dieron un poco de forma. Los chimpunes fueron sus zapatos de colegio. Las ligas de las mascarillas quirúrgicas les sirvieron de sujetador. Tras el 2-1 contra Venezuela y el sueño intacto de clasificar al mundial Qatar 2022, los Lapadulitas durmieron con la camiseta puesta y al día siguiente acompañaron a su mamá al mercado. Era el 17 de noviembre.
A mediados de enero, cuando conozcan personalmente a Gianluca Lapadula en Lima, el héroe de su niñez, ese 17 de noviembre será como un cumpleaños nuevo. Un día para toda su vida.
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ELLOS SON LOS LAPADULITAS:
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