El nombre de José Luis Valverde puede que a muchos no les suene, pero si mencionan a Joselito, la asociación con fiesta y diversión es inmediata. El músico peruano de 63 años se reúne con Somos a pocos días de ofrecer su show de Año Nuevo. Ha vivido tantas experiencias en la vida que la conversación se vuelve extensa, desde sus comienzos en orquestas pequeñas y ofreciendo “himnos” a empresas para pagar las cuentas, hasta convertirse en una marca registrada, la cual pronto venderá, pues él mismo está enfocado en otro proyecto más ambicioso.
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— ¿Cómo llega la música a tu vida?
Yo viví en Estados Unidos durante mi infancia y ahí aprendí música en el colegio. Pero el hecho que me marcó fue cuando tenía 17 años y vi a la Orquesta de Santiago Silva en el parque municipal de Barranco. Era una fiesta de carnavales. Vi y dije: “Quiero hacer eso”. Al poco tiempo, entré a trabajar con Andrés Silva, hermano de Santiago, cargando equipos. Lo que quería era aprender.
— ¿Fue un inicio difícil?
Trabajaba para pagar mis estudios de Periodismo. Mi madre murió cuando era joven y mi papá igual. Tenía que mantenerme haciendo algo y la música me ayudó.
— Además de fiestas, también cantabas para comerciales...
El ‘Chino’ Figueroa, el que hizo “Carmín”, fue quien me metió a grabar jingles. Y los grabábamos mañana, tarde y noche, todos los días, durante 20 años. Hicimos los comerciales de Inca Kola, Cristal, junto con Andrés Dulude [Frágil), Carlos Guerrero [We All Together], Elsa María Elejalde, Roxana Valdivieso y el papá de Juan Diego Flórez, que es tenor. Yo era más que feliz.
— ¿Qué recuerdos tienes de tu primera fiesta de Año Nuevo como músico?
Fue en 1987. Lo recuerdo muy bien porque ese fue el debut de mi orquesta propia. Resulta que un día me había ido al jirón Paruro a comprar un micrófono y me encontré con un conocido que sabía que cantaba. Y de frente me dijo: “¿Estás libre? ¿No quisieras hacer un grupito y cantar en la fiesta de Año Nuevo en el casino Náutico de Ancón?”. Y la verdad que yo nunca había ido a Ancón, pero acepté el reto. Armé el grupo y, de pronto, estaba ahí tocando ante todos los millonarios del país [ríe].
— ¿Qué canciones tocaron?
“Rumba”, de El Puma; las de Miami Sound Machine. “Lluvia”, de Eddie Santiago; “Desnúdate, mujer”, de Frankie Ruiz; las del Gran Combo. Y estaba “Caribe”, que fue una canción que tuvo como diez años de vigencia en las fiestas. Por lo menos en diez años nuevos estaba entre las más pedidas.
— ¿Han cambiado mucho las fiestas de Año Nuevo desde ese entonces?
Antes, las fiestas no comenzaban de una forma explosiva. Primero había que calentar el ambiente. Entonces tocábamos cosas lentas, boleros, chachachás; y después, cuando recién llegaban las doce, ahí sí había que romper con todo. A veces, dábamos conciertos de diez horas. El Año Nuevo es el día que más ganan los músicos. Con un Año Nuevo que tuve me compré mi primera casa.
— ¿Diez horas? ¿Cómo se prepara un músico para tocar tanto rato?
Había que aprender a resistir, podían ser diez horas, doce horas en algunos matrimonios. Lo que pasa es que el mínimo que te contrataban era para cinco horas, pero luego podía venir el dueño y pedirte que te quedes. Que no te vayas hasta que no se haya ido el último.
— El repertorio de las fiestas de Año Nuevo también va cambiando...
Claro. Yo estoy feliz de que las orquestas que yo conocí, como los Shapis o Néctar, sean ahora las favoritas en todas las fiestas. Esto no era así antes. ¿Tu crees que los pitucos te bailaban una cumbia peruana? Nada. Solo bailaban las cumbias colombianas. Entonces, esa visión de la cumbia peruana ha cambiado y es genial.
— ¿Es verdad que trajiste el concepto de la “hora loca” al Perú?
Claro, había estado en Cancún un día mirando los shows y vi de pronto eso que se cambiaban de ropa, y me encantó. La idea era levantar el ánimo de la fiesta cuando esta decaía. Comencé a comprar disfraces, de payaso, de superhéroes; luego mandé a hacer ropa especial en Cusco, en Ayacucho; mandé construir zancos con cabezas de Puno. Así creé la primera hora loca peruana.
— He notado que usas un audífono para escuchar. ¿Qué pasó?
Tengo una pérdida en la audición. La historia se remonta al tiempo en que Luis Miguel empezó a usar audífonos de retorno para escucharse en el escenario, esos mismos que luego le rompieron el tímpano en el Perú. Yo tenía la plata y me compré el mismo audífono que usaba él. A mí no me pasó, gracias a Dios, algo tan doloroso como lo que le ocurrió a él; pero sí, con el tiempo y el uso y el subirle el volumen, me causó una pérdida. Un día me fui a Estados Unidos a hacerme ver por qué estaba cantando desentonado, y era eso.
— ¿Cómo ves el futuro de tu carrera?
Ya estoy de salida. El otro año voy a vender mi marca a otra empresa, para que continúe sin mí.
— ¿Te retiras de la música entonces?
Me voy a EE.UU. porque aquí estudié para ser gestor cultural. Me he metido en el tema del patrimonio que tenemos en Cusco, Ayacucho y otras zonas para tratar de ver cómo lo llevamos al mundo, como un espectáculo, así como lo hace el Cirque du Soleil con Michael Jackson, pero con temática peruana. Hacer un espectáculo con mensaje ambiental y que recorra el mundo. Y yo sería el productor. //
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