
La postura erguida, sus movimientos controlados y el rigor que implica la mesura de un potente cóctel de sabiduría y curiosidad insaciable, colapsan ante la pregunta. Jimmy Martínez, historiador y paleógrafo de la Biblioteca Nacional del Perú (BNP), abandona su performance robótica y delata su buen humor y carisma, sorprendido quizá porque la primera pregunta no es sobre sus funciones en la Dirección de Protección de las Colecciones (DPC), sino sobre lo que significa para él custodiar los libros más antiguos en la historia de nuestro país.
—Es como ver a Messi todos días—, admite emocionado.
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Estamos en la Sala Raúl Porras Barrenechea de la sede de la BNP, un santuario del conocimiento y la memoria que abrió sus puertas en el 2006, en el distrito de San Borja. Entre sus muros, resguardados en repositorios que son como cámaras del tiempo y cuyo acceso es limitado a especialistas, yace el patrimonio bibliográfico del Perú desde el Siglo XVI.
Ocupamos una silla en un lugar improvisado para la ocasión. Nos han prometido ingresar a la bóveda de la Biblioteca Nacional del Perú y una visita guiada al Fondo Antiguo, un lugar de nombre memorable cuyos espacios resguardan la historia del Perú documentada.
Entonces aparecen en escena Jimmy y María, dos colaboradores de la BNP y -luego entendería- guardianes dedicados a la preservación de estos tesoros. Jimmy, de 38 años, es investigador de la Unidad Funcional de Gestión del Patrimonio Bibliográfico Documental de la BNP.
“Cuando me portaba mal, mi castigo era no ir a los museos”, recuerda sobre su niñez en Barrios Altos. “Vivía cerca de donde Manuel Prado declaró el Día de la Canción Criolla, en la Plaza Buenos Aires, yo me escapaba e iba a los museos, a las iglesias y monasterios, siempre estuve vinculado a lugares así, eso me hizo preguntarme por los hechos históricos”, añade.

Hoy lleva diez años en la BNP y su labor consiste en la gestión del patrimonio documental para asegurar su conservación y uso. Jimmy es capaz de narrar la historia de cada joya bibliográfica con minucioso cuidado y describe con afecto sus detalles. Su buena memoria lo convierte en un archivo vivo. “Los libros y documentos no son solo objetos, sino testimonios de la historia, la cultura y la identidad del Perú”, resalta.
—¿Trabajar aquí es un sueño de infancia?
—Claro. Así como [Ricardo] Palma, cuando él fue director de la Biblioteca sentía a la Biblioteca Nacional como su propia casa. Por eso que él le hacía anotaciones a todos los libros. Cuando nosotros estamos en el repositorio o un lugar donde trabajamos, es también nuestra segunda casa. Y como segunda casa tratamos que esté correctamente protegida, correctamente ordenada. Tratamos de que no le pase nada a ningún documento y somos muy celosos en su cuidado—, responde con una solemnidad propia de un guardián milenario.
Su vida transcurre en una especie de máquina del tiempo. Navegar por las páginas de cada documento que llega a sus manos le recuerda a Barrios Altos, le trae a la memoria a la hermandad de la Santísima Virgen de Cocharcas, donde acompaña a su papá Raúl, que era cargador. Sin embargo, su decisión por dedicarse a a la historia se reafirmaría gracias a Zoyla Aurora González, una monja con formación militar.
“Era de esas profesoras antiguas, que vivía lo que contaba, describía los detalles y uno que la escuchaba parecía que estaba ahí, en la Segunda Guerra Mundial, en la Conquista del Perú o en la toma de Cajamarca del año 32. Con ella me convencí de qué es lo que quería ser de grande”, recuerda Jimmy.
—Ahora siempre dialogo con los muertos—, añade y suelta una tibia carcajada.

“Como conservadores debemos procurar la reparación de daños para que los documentos sean manipulables y las personas que quieran tener acceso a ellas puedan hacerlo”, añade María Cuenca de 36 años, quien pertenece a la Unidad Funcional de Conservación y Digitalización.
A María, la pasión por los libros antiguos se la inculcó su papá Luis y no puede evitar emocionarse cuando habla de su trabajo. “Es un privilegio, me impresiona saber que una persona hizo el documento y que luego de cientos de años, es mi responsabilidad su restauración. Es cautivador y apasionante ver cómo sus ideas trascienden al tiempo en un manuscrito”, responde María, quien trabaja en la BNP desde el 2016.
—¿Qué te emociona tanto?—, preguntamos advertidos por unas lágrimas.
—Saber que son seres humanos. Por ejemplo, hay una carta que siempre recuerdo de Abraham Valdelomar, que escribe a su madre y le pide ‘mamita por favor, envíame mis medias amarillas’, son historias muy cotidianas que te acercan a la persona real y que a veces no es el personaje que uno conoce en libros o en literatura—, advierte.

El proceso de restauración, que incluye diagnóstico del daño, limpieza y reintegración de artes con pulpa de papel, refuerzo con papel japonés, y en algunos casos, laminación, puede tardar un año. Es el caso de un ejemplar del periódico “El Recreo” de Cusco (1876-1877), cuya importancia radica en su rareza (solo existen dos ejemplares completos), su valor histórico como primer periódico cultural del Cusco dirigido por Clorinda Matto de Turner, y su relevancia para la historia cultural y feminista peruana, lo que motivó su declaratoria como Patrimonio de la UNESCO.
María, cuenta, de adolescente se sorprendía cuando visitaba la casa de alguna amiga y no encontraba, entre los espacios comunes, una biblioteca. “Era raro”, recuerda. Años después, destaca su participación en la conservación de documentos dañados por el incendio de 1943 y en la preservación de importantes colecciones como las cartas de Abraham Valdelomar y Ricardo Palma. Entre los libros y las piezas de restauración se siente como pez en el agua.
—¿Qué sientes cuando terminas una restauración?—.
—Es un alivio, como llegar a la meta. Llegar a la meta porque en muchas ocasiones, nos llega documentación que no está tan deteriorada, tan dañada, pero hay otras ocasiones que sí se ve el daño y es como ver un enfermo, uno que que está en sus últimas etapas, ver que con tus manos pudiste recuperarlo, pudiste darle una nueva vida es algo muy gratificante—, confiesa María, quien sigue volviendo a la biblioteca de su sala para restaurar algún libro viejo que encuentre para volver a la infancia, aunque ella diga que es hobby.
1. Doctrina Cristiana (1584)
2. Historia General de las Indias (1554)
3. Opus Pulcherrimuz chiromantie (1499)
4. Noticiarios de Lima (S. XVII)
5. Drama de las Palanganas (1776)
6. Biblia Sacra (1569)
7. Máscara mortuoria de Ricardo Palma (1919)
8. Los jefes de Mario Vargas Llosa
9. Álbum Pretoria (1871)
10. Placas de vidrio de Courret (1864-1933)

El corazón de la biblioteca
Sensores de movimiento, cámaras de vigilancia y una atmósfera más fría revisten la bóveda central, el corazón de la BNP. Aquí se preserva el material documentario más antiguo y delicado, como una edición facsimilar de la Doctrina Cristiana, primera publicación hecha en América del Sur en el año 1584.

Erika Quintanilla pertenece a la Unidad Funcional de Control y Custodia, tiene 30 años y hace cinco que integra el equipo de la BNP. “Adicionalmente tenemos un grupo que busca integrar el enfoque de género en todas las áreas y direcciones de la institución, para visibilizar y valorar la contribución de las mujeres a la historia y la cultura del país”, explica.
Su trabajo en el equipo de custodia, implica la conservación y protección del patrimonio bibliográfico nacional, un rol que considera crucial para la preservación de la memoria para futuras generaciones. Su motivación se centra en la importancia de preservar la memoria histórica con un enfoque de género.

—¿Qué significa para ti custodiar la memoria del Perú?—, consultamos.
—Es un privilegio, estar aquí y poder observar, ver en los repositorios y trabajar sobre ellos, esa es una motivación que te hace sentir, ¡wow!, yo trabajo por proteger el patrimonio que es de todos, de todos los peruanos y peruanas—, responde con una seriedad que no logra ocultar su emoción.
La bóveda luce imponente, pero es vigilada 24/7 como si se tratara de una criatura recién nacida. Con sus capas de acero reforzado y una puerta colosal de casi una tonelada, salvaguarda información sobre la Compañía de Jesús, el Tribunal del Santo Oficio, temas judiciales y la población indígena tanto en la época virreinal como republicana. Dentro de la bóveda existe una bóveda chica, donde se guardan objetos aún más extraños y simbólicos como la cama de Ricardo Palma.

—¿Y qué te motiva?—.
—Que mi trabajo preserve la memoria histórica de nuestro país, pero que esto tenga un enfoque de género, que va alineado un poco a mi apuesta también, por rescatar la memoria de mujeres y hacerlas visibles porque históricamente no han sido visibilizadas, recién a partir del Bicentenario como que comenzaron a salir investigaciones, por ejemplo, de las mujeres que no solamente habían participado como acompañantes de sus esposos las guerras, sino que habían sido precisamente ellas quienes habían sido figuras importantes, Igual pasa en el campo de las letras”, dice convencida.
Mientras que Jimmy se acerca a la historia a través de los manuscritos y la investigación, María lo hace desde la conservación y la restauración, y Erika a través de la custodia con una mirada crítica sobre la representación de género. Cada uno, desde su trinchera, refleja un compromiso con la historia y con la importancia de su legado para las futuras generaciones. Si bien su trabajo es conservar la memoria de un país, la clave de su esfuerzo está en sus corazones.









