Perú goleó a Marruecos en su segundo partido por la Copa del Mundo México 70. Fue la primera goleada en la historia de la selección peruana en un Mundial. Fue contundente. Y lo fue, entre otras cosas, por la riqueza técnica de un plantel que, tiempos que no volverán, tenía calle, personalidad y juego. Este es el análisis post partido que también le debíamos a la Blanquirroja, 50 años después, a partir de 3 nombres: Luis Rubiños, Teófilo Cubillas y Roberto Chale.
Luis Rubiños (7)
Otra vez, como ante Bulgaria, el video completo de Luis Rubiños reivindica su titularidad. Es fácil decir que ese puesto -el arco- era la zona más vulnerable si se lo compara con los apellidos que jugaban desde el área peruana hacia adelante. Todo se opaca delante de una joyería. Rubiños tapó 7 puntos, quizá 8, a partir de una seguridad tanto en el arranque como en el cierre. También se llama concentración: a los 85′, cuando ya Perú goleaba 3-0, sacó un cabezazo marroquí al córner y en esa misma jugada, descolgó una pelota que 50 años después habría de imitar el mejor Raúl Fernández de la 'U', su alumno. Encima, grandote bueno como era, Rubiños tuvo EL gesto del Mundial: cargó a un atacante marroquí lesionado como si fuera su bebé, mientras se doblaba de dolor. Otras épocas. Por cosas como esas, Perú recibió un premio de la FIFA en honor a su elegancia. El premio Fair Play.
Teófilo Cubillas (9)
La universalidad de Cubillas se prueba en este tipo de partidos. Es más, alguien podría decir que empezó aquí, en el 3-0 sobre Marruecos: los futbolistas que luego resumen a sus países, los inmortales, completan la ecuación feliz del fútbol: saben jugar y saben anotar. Cuando se tiene una cosa o la otra, un jugador de selección puede ser importante, hasta titular. Solo cuando se tienen ambas, como Teófilo, su foto va al póster y con los años, a la intercontinental categoría de embajadores.
Su posición ante Marruecos fue un calco de los segundos 45 ante Bulgaria: un 10 retrasado, con mejor panorama, con dos extremos con los que jugar -Sotil y Gallardo- y un sabio de la ingeniería -Chale. De jugar, jugaba: en sus medias caídas se acolchaba la pelota cuando la llevaba, en diagonales, y cuando la soltaba, iban al espacio justo, como si tuviera un radar. No erró un pase en el primer tiempo, pese a sus lagunas, y en el segundo fue todo explosión: a los 65 marcó el primer gol, de puro olfato; le dio un pase de taco a Chale para el segundo y para el 3-0, el segundo personal, fue todo potencia: un cañonazo rasante, de imposible reacción.
No puede saberse cuánto costaría con exactitud Cubillas hoy. Lo único cierto es que viviríamos rodeados de miles de niños llamados Teófilo.
Roberto Chale (10)
En la calle se driblean micros, tan grandes como esos 2 centrales marroquíes a los que engañó Chale enganchando a la derecha, saliendo por la izquierda. En la calle se da pataditas sin mirar, mientras uno conversa con sus patas, se enamora de una chica, va a comprar el pan. En la calle se aprende que si uno se lleva bien con la pelota, la conquista de otros barrios será más fácil, el prestigio trascenderá la esquina, y la posibilidad de que eso se vuelva una profesión -el hobbie-, una noticia real. Hasta se podría salir en los diarios. Todo eso era Roberto Chale. Todo eso le pasó.
Contra Marruecos -y ya antes con Bulgaria- su presencia en el mediocampo de Perú ordenó la salida, la proyección y los espacios. Perú jugaba dando pases al pie, básicamente, porque no sabía otra forma. Chumpi se adelantaba y tocaba para Mifflin, Ramón para Chale y desde Roberto -la noche del domingo sentado con la familia recordando el partido-, el juego con soberbia: 3 dedos, engaño, pase de desprecio. Esta vez en Guanajuato, Roberto Chale fue influyente también en el marcador: su gol a los 68 minutos, el 2-0, es el sello de fábrica de una selección cuyo único pecado hasta entonces fue haber nacido antes de tiempo. Abre Perico, taco de Cubillas y Roberto, con esas patillas largas de hippie y esa sonrisa de telenovela, baila mambo con elegancia delante de sus marcadores, antes de definir.
Y tenía 20 años.
Una tarde, cuando ya era el campeón del Apertura 2016 con la 'U', le dije a Roberto Chale que era el ídolo de mi viejo. No el técnico, el futbolista que vio de niño.
-Dile a tu padre que muchas gracias. Eran sus ojos pero sí, jugábamos un poquito.