“Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. (Mateo, 18:20).
Así sea en una plaza o un templo. Así sea en la pantalla de un smartphone con una buena conexión de wifi.
Cuando Cecilia Franco emigró hace cinco años a Estados Unidos a estudiar una maestría en Desarrollo Internacional, tenía bastantes dudas sobre cómo iba a continuar cultivando su fe, aquella que había heredado con cariño de casa, del colegio, de las catequesis de los sábados por la tarde en la adolescencia y de casi una década de voluntariado. Entre los papers y exámenes que tenía que elaborar para la Universidad George Washington, sucedió algo que para ella parecía improbable: se unió a la comunidad católica del campus. Resultó que existía una. Los buenos tiempos, cuenta la limeña desde Virginia, entonces, volvieron. Charlas con los amigos, jornadas, labor social y hasta encuentros con una noble religiosa, su guía espiritual.
Pero llegó la pandemia.
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“La oración, el compartir mi fe en comunidad, ya era una parte importante de mi vida en la era precoronavirus. Imagina la necesidad de esta durante este año... Definitivamente estos tiempos tan difíciles se han hecho mucho más llevaderos porque he continuado lo que hacía, estar en comunión con Dios, solo que virtualmente. He seguido viviendo mi fe, rezando, agradeciendo y pidiendo, solo que a través de pantallas”, narra Cecilia. De ahí que los martes de estudios biblícos, que antes eran presenciales, hoy son por Zoom. También el club de libros de los miércoles. Las charlas con su asesora espiritual se dan por Skype, mientras que la misa dominical suele verla por Facebook Live. A eso se suma su ‘manchita’ peruana con la que reza el rosario. La plataforma elegida: Microsoft Teams.
La nueva normalidad, como a la mayoría, no le viene siendo sencilla a esta consultora que hoy trabaja en la unidad de inversiones del Banco Interamericano de Desarrollo, pero el Internet se ha convertido en un rudimento esencial para encontrar calma en los días más tormentosos, compañía en el encuentro con otros creyentes y, claro, conexión divina con Dios, que para ella es quien todo lo motiva.
Este es un video del Arzobispado de Lima invocando a vivir intensamente la Semana Santa desde casa.
Aquí una típica transmisión en vivo para rezar el rosario de la Parroquia Nuestra Señora del Consuelo de Surco.
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La oración alivia y acompaña, dice monseñor Francisco Castro, obispo auxiliar de Trujillo. Entrado ya el segundo año de pandemia, la gente necesita como nunca conectar con este ser supremo y con los demás. Creer con devoción que todo va a estar bien. Es por ello que miles se han volcado a seguir/empezar/retomar caminos particulares a través de los recursos de la Internet, benditos sean.
Así, en los últimos doce meses, las familias han rezado juntas mediante videollamadas de WhatsApp por la salud de un tío enfermo. Los amigos, esos de toda la vida, se han despedido para siempre de otros viendo misas luctuosas por medio de las cuentas de Facebook de las parrroquias. El YouTube ha permitido, una y otra vez, recorrer salidas antiguas del Señor de los Milagros en compensación del arrebato de la tradición centenaria. Los novios han prendido el micrófono de la laptop para decir ‘presente’ en sus charlas prematrimoniales por videoconferencia y, por esa misma vía, los niños se preparan para su primera comunión. Claro, para cuando esta pueda darse. Porque ocurrirá. De eso se trata: de creer.
“La Iglesia ya hacía uso de los medios de comunicación como la radio o la TV para evangelizar; sin embargo, con la pandemia, las redes sociales se han convertido en una herramienta sumamente útil. La gente que busca recocijo y esperanza en Dios, al verse con la limitación de no salir de casa, está conectándose con Él. Este es un momento decisivo, de mucho sufrimiento. Muchos sienten que el consuelo les llega por estas vías tan populares”, explica monseñor Castro.
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Añade que el 90% de parroquias de Trujillo, por ejemplo, transmite misas en línea y que la grata sorpresa es que participan muchas más personas, incluso, que de manera presencial, pues hasta se conectan de otros países. “Otra fortaleza de la virtualidad es que podemos ayudar más. Los pedidos y las donaciones se mueven muy rápido por las redes sociales. Gracias a eso acá hemos conseguido ya cuatro plantas de oxígeno”.
Monseñor recalca que la Iglesia ha sido muy respetuosa de las disposiciones del Gobierno relacionadas con los protocolos de seguridad para evitar la propagación del COVID-19 (un video difundido por el Arzobispado de Lima respalda la intención de vivir la Semana Santa desde el hogar y la cotidianeidad), por eso invita a encontrar cobijo por medio de Internet. “Hay que decir, ciertamente, que la virtualidad no reemplaza la experiencia de vivir la fe en los templos, la participación comunitaria tiene un significado teológico, pero por ahora es lo que positivamente nos está ayudando a todos a continuar”.
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Quien también puede dar fe de todo esto es Ramón Calderón Bonet, un maestro jubilado que a los 78 años ha aprendido a utilizar la computadora para seguir abrigando el corazón. Un retiro espiritual hizo que en el 2005 se encontrara verdaderamente con Jesús, y desde entonces, cuenta, ha sido el ejemplo que guía su vida. La pandemia lo retó a conocer de tecnología, a adaptarse para que el alma y la mente no estuvieran también encerrados.
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“Yo vivo en La Molina, pero escucho a diario una misa de sacerdotes de Huaycán que es a las 8 a.m. Todas las actividades de la parroquia las hacemos junto a mi grupo por Zoom o Teams. En esta Semana Santa hemos adaptado, por ejemplo, el Vía Crucis y este se transmitió por el Facebook del templo. La verdad es que yo vivo todo con el mismo fervor. Claro, extraño estar físicamente junto a mis hermanos de comunidad, pero lo importante es que perseveramos. El Señor, a través de las redes sociales y el Internet, permite que estemos unidos y cuánta necesidad de ello existe hoy. Lo necesitamos a Él y nos necesitamos entre todos. Mientras pasa el temporal, la fe es la balsa fuerte que nos mantiene a flote”, dice Ramón.
Así es. Así sea.
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Evangelizar a las nuevas generaciones en tiempos de coronavirus, en tanto, es una tarea imperiosa en la que la virtualidad también está jugando un rol central. Lo sabe bien el padre Samuel David Miranda (34), quien, cuando no está oficiando misas virtuales en la parroquia de San Francisco de Asís del distrito de Orcotuna (Concepción, Huancayo), anda grabando tik toks. Sí, su cuenta (@siervoporamor) en esa red social tan popular entre los jóvenes es seguida ahora por 1′200.000 personas. Todas ávidas de escuchar y conocer, bailecitos y efectos incluidos, un poco más sobre la fe católica.
“Mi hermana comunicadora me animó el año pasado. Al principio lo veía como una locura, pero los chicos de la parroquia me ayudaron a encaminar el mensaje. Estamos al tanto de lo que es tendencia y lo adaptamos con respeto a lo que dice la palabra, con el ejemplo de vida de Jesús, la Virgen, los santos. Los jóvenes necesitan y quieren creer y para eso estamos. Dios está conectado, en el mundo real y virtual, y nosotros con él”. //
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