Decir que Zack Snyder es una figura divisiva en el cine de superhéroes es una afirmación que a nadie sorprende. Al director de El amanecer de los muertos, 300, Man of Steel y ahora el “Snyder Cut” de Justice League se lo admira o detesta con una pasión proporcional. Es parte de los usos del mundo virtual, crear bandos digitales imaginarios de casi cualquier cosa. Una semana es #TeamCebiche, la siguiente es #TeamGodzilla. Al final, la polarización solo sirve para confirmar prejuicios y posiciones asumidas de antemano sobre qué es hacer cine de entretenimiento.
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Quienes se despeinan por tan importante debate suelen ser los fandoms, frikis, geeks y otros seres que hasta hacen campañas contra directores que no les gustan o no se ajustan a sus criterios estéticos. Como lo sabe bien Snyder y la DC Comics, hoy día las productoras se tienen que cuidar tanto de las malas reseñas de la prensa como de los maravillados fans, esos que se ponen de acuerdo para bajarle puntajes a las películas en el controvertido agregador de reseñas Rotten Tomatoes, hoy convertido en el summum del conocimiento cinéfilo para algunos.
Es obvio que el director de Batman v Superman no le pone las cosas fáciles a sus defensores. Lo barroco y la desmesura son su marca de estilo, el slow motion su religión. Y hasta sus imperfecciones son huella de su originalidad. Si el cine de superhéroes -ese costal de pirotecnia dirigida a los adolescentes de mente- tiene un auteur, al estilo europeo del término, es Snyder, con el perdón de los auteurs. Un cineasta que entrega obras atravesadas de principio a fin de su visión y personalidad. Películas que solo él podría firmar. Otros directores como James Gunn (Guardianes de la Galaxia) o Tayka Waititi (Thor: Ragnarok) han sabido aportar su ADN creativo a relatos entretenidos aunque perfectamente cortados por la tijera de lo genérico.
Snyder tiene muchos defectos. Uno de ellos es sobreponer lo visual a la trama. El tipo es un formalista. A la revista Somos le contaba el 2006 que, cuando buscaba financiamiento para su película 300, no tenia un guión escrito y no le importaba. Iba donde las productoras con el cómic de Frank Miller del mismo nombre, les enseñaba las viñetas y les decía “este es mi guión”. Nadie le entendía. Otras veces los problemas narrativos no son enteramente suyos. Como se vio en la estupenda versión extendida de Batman v Superman, al quitarle 31 minutos de metraje el estudio desfiguró la trama hasta lo incomprensible. Se perdieron las motivaciones de Lex Luthor y toda la línea de la investigación de Lois Lane.
De ahí la importancia de contar con una versión del director de una película tan fallida como fue La Liga de la Justicia (Joss Whedon, 2017). Cuando esta llegó a salas, se podía notar a leguas que el estudio había claudicado por completo en su intento de contar con un universo narrativo equiparable al de su competidor Marvel, pero a la vez distinto. La solemnidad de los mitos fundacionales que inspiraba a Snyder, la seriedad de las épicas de antaño fue reemplazada por un tono más ligero, chongueril, típico de la casa de El Hombre Araña. Ni así pudo dar en la yema del gusto de los fans acostumbrados a la biblia de estilo de Marvel.
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La historia del SnyderCut
Snyder llegó a DC el 2008 para filmar The Watchmen, la aclamada novela gráfica de Allan Moore, esa que muchos juzgaban de inadaptable por la complejidad de su subtexto social y político. Después, el director marcaría el inicio del Universo Extendido DC con El Hombre de Acero (2014), al que siguió la polémica Batman v Superman (2016), que es cuando empiezan sus problemas. Luego de una buena semana debut, esta tuvo una histórica caída en su recaudación que se atribuyó a las pésimas reseñas que recibió, tanto de los críticos como de los fans organizados en sitios como Rotten Tomatoes.
Como con el dinero no se juega, para el 2016, Zack Snyder tenía los ojos del estudio puestos en su siguiente proyecto, La Liga de la Justicia. Dejarse la piel por esa película no fue el único precio que pagó. Cuando la cinta estaba en postproduccion su hija adolescente Autumn Snyder cometía suicidio. En los siguientes días, el director intentó refugiarse en el trabajo, como una terapia a su dolor, pero no lo consiguió. En marzo del 2017 anunció que abandonaba el proyecto para llevar su periodo de duelo.
Acá es cuando realmente empieza el problema: la DC llamó al director Joss Whedon (Avengers) para que termine el proyecto, con todas las licencias que su prestigio exigía, y el resultado fue La Liga de la Justicia, una película completamente distinta a la que Snyder había terminado, parchada, con una nueva historia, nuevas escenas y diálogos, y hasta con chistes intercalados, marca de estilo de la casa Marvel. Las criticas fueron fatales. Y a Snyder, todavía en duelo, lo sucedido lo deprimió más. Es en esa época que se empieza a escuchar con insistencia en redes el clamor de “#ReleaseTheSnyderCut” (Liberen el montaje de Snyder).
La idea nació del público, pero no se hubiera llevado a cabo si los propios actores de la cinta no hubieran apoyado el pedido, dando a entender que la versión inconclusa era mejor que la de Whedon. Tal fue la bola de nieve que Warner tomó la inédita decisión de volver a poner a Snyder en el barco y autorizar 70 millones de dólares para que culmine su visión de La Liga de la Justicia, bajo la forma de un largometraje de cuatro horas que solo se verá en HBO Max y servicios de video on demand. Se armó una ola de solidaridad y muchos pusieron el hombro. Hasta actores, como Ben Affleck, que hace de Batman, no cobraron cuando fueron llamado de vuelta al set para terminar el trabajo.
El SnyderCut, que en Perú se puede ver a través de Google Play al precio de alquiler de S/. 47 soles, ha conseguido hasta ahora las mejores críticas para Snyder desde Dawn of The Dead, que era su película mejor comentada en Rotten Tomatoes (75%). Sigue siendo igual de polarizante que toda su obra: la prensa británica (The Telegraph, The Guardian) le puede poner cuatro o cinco estrellas, admirando tanto la nueva obra como la tenacidad del artista, mientras que el New York Times la puede destrozar, como siempre ha hecho.
La película que se pensó nunca vería la luz ha sido lanzada y ofrece una perspectiva distinta al relato que vimos hace unos años. Es, como se esperaba, un festín visual alucinado con mucho más tiempo para el desarrollo de personajes y motivaciones, siendo el más beneficiado el de Cyborg, que en la versión de Whedon quedó relegado a la insignificancia y acá es vuelto a colocar al centro de la historia. Gana mucho también el personaje de Flash, que si bien se mantiene como el alivio cómico de la cinta -no fue herencia de Whedon- es un ser más gravitante para el propósito final de la trama.
Su estructura en episodios no parece gratuita pues permite arcos y cierres dramáticos que contribuyen a la claridad narrativa, siempre bienvenida con un director disperso. Hasta el desarrollo del villano Steppenwolf mejora con el nuevo enfoque. En la versión de Whedon era un tipo malo haciendo cosas de malo, en versión de Snyder se le crea un pasado y una misión personal. Este objetivo hace que su búsqueda sea implacable, y llega a infundir auténtico peligro en nuestros héroes, que siempre están al borde de perder algo.
Más cosas apreciables: los motivos para resucitar a Superman cambian. La dinámica al interior del grupo de justicieros también. La Mujer Maravilla ya no es la incómoda voz de la prudencia y hasta su imagen no está tan sexualizada como en la versión de Whedon. Henry Cavill como hijo de Krypton no podría estar mejor -y ya no tiene ese horrible afeitado digital- y lo mismo Ben Affleck como Batman
Se podría agradecer, para culminar estas líneas, ya en el apartado melómano, la inclusión de canciones de Nick Cave, Tim Buckley o Leonard Cohen, algo similar a lo que vimos en Watchmen. Desde luego, La Liga de la Justicia en versión de Snyder resultó siendo el carnaval barroco que sus detractores temían y sus fans aguardaban, pero es suya y es lo que se saluda y celebra. //
Cinco grandes director´s cut de la historia
El cine es un arte de creación colectiva y muchas veces un campo de batalla y egos. El guionista escribe un guión que luego es pasado por un proceso de rescritura, al punto que rara vez una primera versión guarda parecido con lo que se rueda. Similar proceso se suele dar entre el director, el capitán del barco durante un rodaje, y el estudio que financia. Cuando un realizador termina su trabajo, le entrega al estudio una película completa, conocida como “el montaje del director”. Según su contrato, esta versión de la cinta puede ser respetada (los directores grandes tienen derecho al “montaje final”) o alterado por el estudio, bajo diversos criterios: auto censura para obtener una clasificación, lo que dicen los pases de prueba y focus groups. En la historia del cine muchos directores se han quejado de que su montaje fue desfigurado por la productora. Acá unos ejemplos clásicos.
1. Blade Runner (1982)
Pocas películas han tenido tantas versiones como este clásico de Ridley Scott de 1982. En su momento, el estudio rechazó el montaje del director y mandó hacer otro, con menos escenas y una desganada voz en off que fue lo que se estrenó en salas. En los años noventa se estrenó una versión del director que fue aprobada por Scott pero que no recogía su entera visión. El montaje definitivo se pudo conocer por los 25 años de la película, y es la que ha pasado ser el nuevo canon.
2. El Señor de los Anillos: Las dos torres (2002)
Peter Jackson es otro director afectado de desmesura. Suele rodar secuencias completas, muchas veces de acción, que luego no puede incluir en las versiones para salas por un problema de tiempo. Ese metraje, a veces valioso, otras no tanto, se encuentran en sus versiones extendidas. En el caso de Las Dos Torres, le añadió 43 minutos extra que aportó más información a la trama de los hermanos Boromir y Faramir, la canción de Lady Eowyn y más.
3. Érase una vez en América (1984).
Uno de los ejemplos más conocidos de un estudio destrozando una película en la sala de montaje. En 1984, se estrenó esta cinta de mafiosos de Sergio Leone en una versión mutilada. La original había sido aclamada en el Festival en Cannes, y duraba 250 minutos. Para su estreno oficial fue rebajada a 139 minutos, con un nuevo montaje que eliminaba su estructura de flashbacks. Tal fue el desagrado del director que se retiró del cine. Moriría cinco años después.
4. Superman II (1980)
Es lo más parecido que ha sucedido al SnyderCut. El director Richard Donner empezó a filmar Superman II en 1978, en paralelo con la primera. Pero por desavenencias creativas con los productores fue despedido y en su lugar se trajo a Richard Lester, que aportó humor a la historia y volvió a grabar el 80% de la película. Los fans del hombre de acero y de Donner durante años pidieron que se culmine el trabajo del director y que sea lanzado. Esto se concretó por iniciativa de la Warner y lanzado el 2006 en DVD. El resultado es una película totalmente distinta.
5. Sed de mal (1958)
Similar a lo ocurrido con Leone, este clásico noir del genial Orson Welles fue desmantelado para su estreno en cines, con nuevas escenas filmadas sin el consentimiento del director. El metraje original de Welles se perdió pero en 1998 se pudo conocer una nueva versión gracias a un remontaje que se hizo tomando como guía un memo de 56 páginas de Welles. Es esta nueva versión, sin los añadidos, la que se enseña en las facultades de cine como el clásico que siempre fue.
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