El lunes pasado se cumplieron 20 años de permanencia continua del hombre en el espacio. El 2 de noviembre del 2000, el astronauta de la agencia espacial estadounidense (NASA) William Shepherd y los cosmonautas de la agencia espacial rusa (ahora Roscosmos) Yuri Gidzenko y Sergei Krikalev guiaron la nave Soyuz TM31 para acoplarla con la Estación Espacial Internacional (EEI), donde permanecieron cuatro meses y medio hasta ser reemplazados por una nueva tripulación.
–La EEI–
El martes próximo se cumplirá otro aniversario: los 22 años del lanzamiento de la EEI. Al acabar la Guerra Fría, EE.UU. y Rusia decidieron unir sus esfuerzos e invitar a otros países para la exploración espacial. Eventualmente, se sumaron la agencia espacial de Japón (JAXA), la europea (ESA) y la canadiense (CSA).
La EEI orbita la Tierra a una altura de 408 km a 410 km. Viajando a 27.300 km/h, tarda 92 minutos en darle una vuelta a nuestro planeta, haciendo casi 16 al día. Es el objeto espacial más grande en órbita terrestre.
–Módulos–
La construcción de la EEI comenzó el 20 de noviembre de 1998, hace 22 años, con el módulo ruso Zarya, lanzado con el cohete Protón. Además de ser enviado al espacio sin tripulación, el módulo ruso se ensambló robóticamente, sin intervención de astronautas. A este primer módulo se acoplaron paneles solares, con el fin de obtener energía. Una vez unidos, permiten controlar la altitud y el suministro de energía.
Dos semanas más tarde se acopló el primer módulo estadounidense, Unity, que permitió atracar a los trasbordadores. Los componentes estadounidenses fueron llevados por el trasbordador espacial y armados por astronautas.
En el 2000 llegó el módulo ruso Zvezda –originalmente diseñado para la estación espacial Mir, que todavía estaba en uso–. El módulo sumó áreas y objetos como paneles solares, sistemas de comunicaciones, dormitorio, baño, cocina, depuradores de CO2 y generador de oxígeno. Hizo habitable la EEI. Esta parte consistía en solo tres módulos, terminados justo a tiempo para recibir a los tripulantes.
Entre el 2000 y el 2003, contando ya con una tripulación permanente, se añadieron las cámaras de compresión Quest, de EE.UU., y la rusa Pirs, así como el laboratorio Destiny, de más de 14 toneladas y construido por Boeing, y el Canadarm2, un sistema diseñado y fabricado en Canadá usado primero en los transbordadores. El Canadarm2 es un robot complicado, grande como una grúa, capaz de hacer trabajos muy delicados.
La expansión de la EEI se interrumpió en el 2003 después del desastre del trasbordador Challenger, pero a partir del 2005 se siguieron añadiendo componentes, incluyendo el módulo japonés Kibo, el observatorio Cúpula, el módulo multiuso Leonardo (ambos europeos), y el módulo de actividades expandible Bigelow (BEAN, por sus siglas en inglés). En total, hoy suman 16 componentes, armados en el espacio durante dos décadas.
Actualmente, la estación tiene 73 m por 109 m por 30 m, y una masa de 420 toneladas. Los módulos habitables están presurizados a una atmósfera, igual a la de la Tierra al nivel del mar. La atmósfera simula la terrestre, con 79% de nitrógeno y 21% de oxígeno.
–Exigencias técnicas–
En sus órbitas, la estación pasa del día a la noche cada hora y media, desde un impacto directo del Sol sin protección de la atmósfera, al frío de la noche espacial a menos de 150 grados bajo cero. Para mantener la temperatura y compensar la expansión por calor, se requiere refrigeración y aleaciones y metales especiales.
El CO2, metano y amoníaco producidos por el metabolismo humano son removidos por filtros de carbono al recircular el aire. Estos también reponen el oxígeno consumido en la respiración. Hay una reserva grande de oxígeno que también forma parte del combustible de los generadores.
Los paneles solares que tienen celdas por ambos lados proveen electricidad. El segmento ruso y la mayor parte de la estación usan corriente continua de 28 voltios, mientras la parte estadounidense usa corriente continua de 130 a 180 voltios, que permite conductores más livianos a cambio de presentar mayor riesgo a la tripulación.
–Comunicaciones y transportes–
Las comunicaciones tienen canales específicos de diversas frecuencias entre la EEI y el centro de control. Hay conexiones de audio y videos internos y externos que permiten a la tripulación comunicarse con personal y familia en tierra.
El segmento ruso tiene una conexión con su sistema Lira, que usa dos satélites. Otro sistema ruso es una red telefónica inalámbrica entre todos sus módulos conectada a una radio VHF y a sus centros de control. Tanto la JAXA como la ESA poseen sus propios sistemas de comunicación. Más de 100 computadoras a bordo están conectadas a Internet, adaptadas para funcionar con corriente continua y diversos voltajes.
Hasta que fueron dados de baja, los trasbordadores espaciales hacían vuelos para abastecer y cambiar la tripulación estadounidense. A partir del 2011, solo la cápsula rusa Soyuz podía llevar astronautas. Recién en mayo de este año un vehículo espacial estadounidense, Dragon, de la empresa privada SpaceX, llevó tripulantes a la EEI.
“La construcción de la EEI comenzó el 20 de noviembre de 1998, hace 22 años, con el módulo ruso Zarya”.
–Su uso–
La EEI fue originalmente concebida como un observatorio y laboratorio. Además, proporcionaría una base cerca de la Tierra para futuras misiones a la Luna o Marte. La ausencia de atmósfera permite observaciones astronómicas de claridad imposible desde nuestro planeta, aunque sean interrumpidas por la frecuencia de las órbitas.
La estación espacial está equipada con diversos laboratorios científicos para estudiar la influencia de la falta de gravedad en una serie de procesos biológicos. También estudia su efecto en reacciones químicas y otros fenómenos en que la gravedad juega un papel importante.
Diecinueve países han mandado viajeros a la EEI, 240 en total, incluyendo al astronauta peruano-estadounidense Carlos Noriega. Los primeros turistas espaciales viajaron en la nave Soyuz para pasar 10 días en la estación. A pesar del alto costo y las exigencias físicas, han habido siete turistas de varias naciones dispuestos a pagar los 20 millones de dólares que les costó esta aventura.
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Astronautas alcanzan la EEI en tiempo récord
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