El hombre se llama Scott Schuster, y vive en Texas con su esposa y sus dos hijos pequeño. Y es el peor ladrón del mundo o una víctima de un error de programación que está complicando seriamente su vida hace ya varios años.
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Desde hace unos años, y varias veces al mes, gente de todo el país toca el timbre de su casa, a cualquier hora, y en diversos grados de indignación, exigiéndole que les devuelva su iPhone, o sus auriculares AirPods. Cuando Schuster les explica que no los tiene, los airados visitantes eximen una prueba contundente: si buscan esos dispositivos extraviados en Find my, la aplicación de Apple para ubicar dispositivos, el último lugar en el que fueron vistos (es decir, cuando se conectaron a los servidores de Apple para reportar su ubicación) es siempre la casa de Schuster.
Este ciudadano de Richmond afirma, por supuesto, que él no tiene nada que ver, y que esos dispositivos no están en su propiedad. La primera vez que pasó, le llamó la atención, y quedó como una anécdota más. La segunda, como una coincidencia. La tercera es tendencia, dicen, y llegó al punto de pedir ayuda por los medios locales para ver si el suceso le llegaba a Apple, y avisarle a la policía de lo que estaba sucediendo, en parte porque la gente que llega a su casa buscando recuperar sus teléfonos no lo hace precisamente de buen modo, y también porque son ellos los que amenazan con llamar a la policía, algo a lo que Schuster no se opone: ya lo conocen.
Eric Fagan, el Sheriff de Fort Bent County, le pidió a Apple que corrija el error: no solo pone en peligro la vida de Schuster y su familia, sino que además lo obliga a destinar a su personal a atender a los llamados de la gente que llega a la casa de Schuster exigiendo justicia. “Es frustrante para todos los involucrados -dice Schuster- Llegan a cualquier hora, tengo que levantarme y abrirles la puerta y explicarles que no tengo sus dispositivos, y la gente tiende a no creerme”.
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El precedente de los 600 millones de números IP que apuntaban a una granja
El caso hace recordar al padecimiento de James y Theresa Arnold, que viven en una granja de Butler County, en Kansas, cerca del centro geográfico de Estados Unidos: fue el lugar que eligió una firma de cartografía para asociar más de 600 millones de direcciones IP que no tienen una geolocalización confirmada.
Así, han tenido visitas del FBI, acusaciones de fraude y hasta llegadas de ambulancias, guiadas por un sistema que asocia un número IP (un número que identifica a todos los dispositivos que se conectan a internet) con un punto exacto sobre la superficie terrestre, pero que no verifica la veracidad del dato.
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“Durante 14 años, la base de datos de MaxMind asoció este centro geográfico a todas las IP sin ubicación determinada. Se estima que existen unas 600 millones de direcciones IP con defectos en las coordenadas geográficas, y basta con que algunas puedan ser utilizadas por un delincuente informático para que termine el pedido de averiguación en la granja de James y Theresa Arnold”, señalaba hace unos años un reporte.
En el caso de Scott Schuster, quien tiene la última palabra es Apple, que todavía no se pronunció sobre el caso.
GDA / La Nación / Argentina
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