¿Alguna vez se han sentido absolutamente ignorantes sobre un tema? Estar en medio de una reunión y no tener ni idea de lo que están discutiendo y prefieren ni abrir la boca para no meter la pata y hacer el ridículo. ¿O les ha ocurrido tener un objeto entre sus manos y no saber para qué es ni cómo se agarra? ¡Es terrible! Hace unos años, cuando compré mi departamento recuerdo haber pasado por eso. Algunos se emocionarían al pensar en decorarlo, pero yo estaba angustiada porque se me hacía algo de otro planeta.
Recibía visitas que recorrían los ambientes e imaginaban un mueble en forma de no sé qué por un lado, una lámpara de no sé qué por el otro. Me decían que en tal lugar quedaría perfecta una alfombra. Creaban nuevos espacios en sus mentes y hacían divisiones donde no había. Siempre terminaban diciendo: “Acá puedes hacer cosas hermosas”. Yo las miraba y sentía que sobre mi cabeza se iba formando un signo de interrogación gigante.
Este año, al llevar a Fabio a un nuevo nido, me he sentido tan perdida como aquella vez. ¿Sabían que existen innumerables metodologías de enseñanza para niños de 2 a 4 años? ¿Qué dirían si les cuento que en el nido de mi hijo no hay mesas, ni sillas? Que no pintan, no hacen dibujos, ni manualidades. Que no hemos celebrado el Día de la Madre, del padre, de los abuelos. Que el último día de clases los niños no se vistieron de Papá Noel ni de Rodolfo, el reno.
El principal objetivo del nido al que va mi hijo es fortalecer la autosuficiencia emocional de los pequeños a través de su cuerpo y sus movimientos. Una vez que ellos se sienten seguros enfrentan el mundo de otra manera. Lo que nos dijo la directora en la primera reunión fue que se le enseña al niño a tener confianza en sí mismo, a ser independiente y capaz de decir qué necesita y qué pasa por su cabeza. Que los números, los colores y las canciones las aprenderán después.
Eso queríamos para Fabio, pues debido a una serie de temas médicos siempre estuvo supervisado por un adulto, vigilando que no se trepe, que no se choque, que no se tropiece más que otros niños de su edad. Yo sentía que lo estábamos haciendo dependiente de los grandes. Así que cuando escuchamos de la metodología de Aucouturier, nos encantó.
Bernard Aucouturier fue un educador francés que propuso reconocer al niño como sujeto único, con sensaciones y emociones que se van cambiando constantemente a partir de su relación con otros. Se trata de respetar al niño, pero sin que eso implique dejarlo hacer lo que le da la gana: libre con límites.
Estos conceptos eran naturales para los padres de los compañeros de Fabio, que en su mayoría son educadores o psicólogos. Nosotros en cambio -un abogado y una periodista- llegamos ahí por instinto. Así que tuvimos que aprender junto a Fabio.
Estábamos en la luna y fue maravilloso: si se caía no corríamos a levantarlo. Primero le preguntábamos si estaba bien, si necesitaba ayuda o si podía levantarse solo. Obviamente si se sacó la mugre lo socorremos pero con calma. No se trata de asustarlo.
Cuando Fabio y Francesca -su prima- se pelean por el autobús de Pepa Pig no les digo que deben compartir. Pregunto quién estaba jugando primero con el juguete y si era Francesca, entonces Fabio debe pedir que se lo preste. Si ella no quiere dárselo, él debe esperar a que ella termine de jugar y cuando lo deje, usarlo. La idea es que el niño aprenda a respetar el tiempo del otro y también a manejar su frustración de no tener las cosas cuando ellos quieren.
Hemos aprendido que hay que estar atentos y ver por qué el niño llora o está de mal humor. Comprenderlo y explicarle qué está pasando. Ellos entienden todo. Cuando empecé en esta aventura de la maternidad me preguntaba si acaso existirá algún manual del buen padre, pues estábamos más perdidos que huevo frito en cebiche. Ahora me encanta no tener a Fabio amarrado a mí para saber que está seguro. Y que los adultos debemos estar ni muy cerca ni muy lejos de él. Conocer este nido es lo mejor que nos ha pasado en el 2015.