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José Santos Chocano: el día que repatriaron sus restos y fue enterrado de pie en el Presbítero Maestro | FOTOS INÉDITAS
El 14 de mayo de 1965, el cuerpo del laureado poeta peruano José Santos Chocano (1875-1934) llegó a Lima desde Santiago de Chile. En el cementerio Presbítero Maestro, luego de una conmovedora ceremonia de reconocimiento, el ‘Poeta de América’ fue sepultado de pie, como fue su deseo.
El cuerpo de José Santos Chocano volvió al Perú el 14 de mayo de 1965, día de su cumpleaños número 90. Y lo hacía luego de 31 años de aquel nefasto día en que fue apuñalado mortalmente en un tranvía de Santiago de Chile por un sujeto completamente desquiciado. El ‘Poeta de América’ vivía en la capital chilena desde fines de los años 20; decidió radicar allí después de estar preso en Lima durante dos años (1925-1927) y ser indultado por el presidente Leguía del delito de homicidio contra Edwin Elmore, un joven escritor.
En Santiago, ese jueves 13 de diciembre de 1934, Chocano se transportaba en tranvía para asistir a una ceremonia donde leería sus poemas. En esas circunstancias fue asesinado por Martín Bruce Padilla, un hombre enloquecido por sus propios fantasmas, y que creía que Chocano tenía un mapa de un tesoro que le pertenecía; en su locura, Bruce imaginó que el peruano quería quedarse con su fortuna. Fue una muerte muy extraña, absurda e inesperada la del poeta peruano en tierras extranjeras.
¿A dónde iba el poeta ese día? Pues a una función teatral “en honor a la Misión Cultural Peruana, donde la concurrencia esperaba que el poeta leyera algunas poesías de su último libro titulado ‘Primicias de oro de Indias’, que según se dijo llamó así inspirado en la búsqueda del tesoro que fue la causa de su muerte”, reseñó El Comercio al día siguiente, en la edición del 14 de diciembre de 1934.
El homicida declaró a la prensa el misma noche del asesinato.En su confesión adujo que el peruano Chocano y su hermana, ambos cómplices, según Bruce, le habían arrebatado un mapa donde podía localizarse un “tesoro incaico” oculto en la ciudad de Santiago de Chile.
El poeta peruano tenía entonces muy cerca a él a su hijo de solo 8 años; su viuda intentó hacer gestiones ante el embajador Cienfuegos, de México, para poder llevar los restos del poeta a ese país; pero toda esa gestión fue infructuosa, como lo fue también su idea de llevar el cuerpo a Cuba.
Admiradores del vate acudieron primero a la morgue de Santiago para rendirle homenaje, y luego lo siguieron hasta su casa. El autor de “Iras Santas” (1895), “Alma América” (1906), “Fiat Lux” (1908), entre otros libros, fue enterrado en la capital chilena y permaneció allí hasta el jueves 13 de mayo de 1965, un día antes del viaje de retorno al Perú de los restos del laureado poeta peruano.
Chocano: el regreso del poeta peruano a su tierra
Ese día 14 de mayo de 1965 cayó viernes. Era la hora del almuerzo cuando llegaron al nuevo aeropuerto del Callao los restos del poeta modernista. Regresaba a su Lima tan querida embalado en un cajón de madera, en cuyo interior relucía el recién laqueado féretro.
No asistió al aeropuerto internacional, el presidente de la República, Fernando Belaunde Terry ni el alcalde de Lima, Luis Bedoya Reyes, pero sí el ministro de Educación Pública y un regidor municipal: el periodista Arturo Salazar Larraín, quien dijo sobrio: “Han llegado los restos del poeta y la nación peruana, sin distinciones, se ha puesto de pie”.
Hubo un minuto de silencio. Un largo minuto de silencio. Abrieron con cuidado la enorme caja de madera, y de ella surgió el ataúd que fue cubierto de inmediato con una bandera peruana. El homenaje central se realizó esa misma tarde en el Salón de Grados de la Facultad de Letras y Humanidades, en la Casona de laUniversidad Nacional Mayor de San Marcos, el alma máter del ‘Poeta de América’. El decano Augusto Tamayo Vargas se encargó de las palabras de recibimiento en el viejo local del Parque Universitario.
El cuerpo de José Santos Chocano fue velado en la Casa de la Cultura del Perú, en el Centro de Lima; y al día siguiente, el sábado 15 de mayo, a las 10 y 30 de la mañana, una carroza fúnebre lo condujo a su descanso final: el cementerioPresbítero Matías Maestro, en el Cercado de Lima.
Aquella segunda jornada fue igual de emotiva que la primera. Ese sábado 15 de mayo fue una mañana fría. En la lápida provisional que colocaron en la tumba no figuraba curiosamente la fecha de nacimiento del poeta, solo la de su muerte en Chile, es decir, el 13 de diciembre de 1934, y la de ese día 15, es decir, la de su “segundo entierro”, ya en la capital peruana.
No estuvo en la cita fúnebre el cardenal Juan Landázuri Ricketts, pero sí lo hizo un creyente de la belleza de la palabra como el poeta Francisco Bendezú, conspicuo miembro de la generación del 50, quien sentenció: “Negar a Chocano a fardo cerrado es negarnos a nosotros mismos”. Acudieron también los hijos del ‘Poeta de América’ en Lima, Alberto y María Angélica, y sus nietos peruanos, quienes expresaron su admiración por el laureado pariente.
Sin embargo, lo más pintoresco y tierno de esa última jornada fue la presencia de un niño declamador: José Santos Fabián, de 12 años, quien demostró su cariño a la poesía del artista al recitar ‘La vida náufraga’, un poema de Chocano, en el que –justamente en la última estrofa– expresa su deseo de ser enterrado de pie y en apenas un metro de espacio:
“Este metro cuadrado que en la tierra he buscado, / vendrá tarde a ser mío. Muerto, al fin, lo tendré... / ¡Yo no espero ya ahora más que un metro cuadrado / donde tengan un día que enterrarme de pie!”. La voluntad del poeta fue cumplida.
Todo fue hecho a la velocidad de un rayo. Los permisos para el entierro, el vuelo desde Chile, los homenajes y hasta la propia tumba trabajada por un marmolista en tres días y utilizada aún con el cemento fresco. De esta forma, el cuerpo de José Santos Chocano descansa desde entonces a 2.50 metros de profundidad, en la tierra peruana que tanto poetizó.
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