La humildad y el orgullo son expresiones que son vistas como positivas o negativas. Ser humilde es lo considerado correcto, ya que uno siempre “debe mantener el perfil bajo”. En cambio, el orgullo es visto como negativo, porque las personas que lo muestran son “creídas” o “sobradas”. Esto es cierto dependiendo de cómo se utilicen ambas.
¿Qué entendemos por orgullo y humildad?
La Real Academia Española describe al orgullo y la humildad como:
- Orgullo: Sentimiento de satisfacción por los logros, capacidades o méritos propios. Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que suele llevar un sentimiento de superioridad. c. Amor propio, autoestima.
- Humildad: Virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento. Bajeza de nacimiento o de cualquier otra especie. Sumisión, rendimiento.
Hasta en el diccionario nos proponen el concepto que desde niños nos enseñaron: el orgullo es malo y la humildad es buena. Para salir de estos prejuicios debemos definir ambos conceptos desde una perspectiva psicológica.
Variantes del orgullo
- Orgullo 1. El malo: Es aquella en la que nos esforzamos por elevarnos por encima de los demás a través de las palabras, acciones y pensamientos. Normalmente, es parte de un sentimiento de inferioridad, que intenta esconderse tras el disfraz de “soy más o mejor que tú”.
- Orgullo 2. El bueno: Hacemos esto cuando nos damos cuenta de que somos seres extremadamente valiosos, maravillosos y llenos de potencial, como todos los demás.
“Vivir desde este orgullo es una necesidad para acercarnos a nuestro verdadero ser, crear la vida que merecemos e influir al resto de personas del entorno, permitiéndoles que entiendan poco a poco el verdadero valor que también ellos tienen. Este enfoque de nosotros mismos es el único camino hacia la verdadera prosperidad, sea lo que sea que eso signifique”, comenta Ángel Mena, psicólogo del portal Psicología y Mente.
Tipos de humildad
- Humildad 1. La limitante: En ella nos posicionamos frente a nosotros mismos, a los demás, y a la vida como una persona sin ninguna cualidad especial; “Todo lo haces de forma aceptable o mal”, en el peor de los casos. “No tienes nada de especial”.
- Humildad 2. La buena: En este caso, un enfoque humilde no solo le permite enorgullecerse de apreciar su verdadero y gran valor, sino que también se adapta completamente a su conciencia de sus limitaciones para que pueda aprender y comunicarse de la manera más efectiva y amorosa posible.
Consecuencias la humildad
Ser humilde puede ser muy bueno a veces, pero cuando se es demasiado tiene las siguientes consecuencias:
- Baja autoestima y falta de reconocimiento: Cuando ganamos o merecemos ganar algo y somos demasiado humildes, sentimos que no lo merecías y que probablemente sí otra persona.
- Hablarse a uno mismo de una forma que no es asertiva: Los pensamientos determinan cómo nos sentimos y actuamos, por ello es importante cuidar cómo nos comunicamos con nosotros mismos para que así podamos sentirnos bien ante nuestros logros.
- Minimizarse y hacer que el resto lo haga: Cuando uno es demasiado humilde, hace que los demás no crean que somos capaces de hacer lo que nos proponemos, ya que nosotros mismos constantemente decimos que no lo merecemos.
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