Comentario final
Hubo un campeonato que terminó el 6 de diciembre y en ese Alianza peleó contra sus propias limitaciones, contra un pasado reciente de incapacidad del torneo anterior en el que casi desciende y con un año político vergonzoso, que frenó en algunos casos la inversión privada y perjudicó cualquier intento de gestión positiva de la inexperta directiva entrante. Y a pesar de todo cumplió el objetivo de ese primer y largo capítulo que duró casi todo el año. El 8 de diciembre empezó una nueva historia denominada ‘play off’, en la que Alianza y su rival empezaron desde cero, los antecedentes poco tenían que ver por tratarse de conjuntos tradicionales y las características particulares de cada uno hacían especial el enfrentamiento. Entonces se juntaron las calamidades -una por una- alrededor de un plantel corto y mal ensamblado entre sus líneas. La premura de los partidos llevó a Costas a improvisar un esquema en el primer clásico que favoreció los intereses de la visita por una sencilla razón: el propio equipo aliancista se vio sorprendido de su alineación y desconfió instintivamente al ver a Juan Diego Gonzales Vigil como reemplazante del lesionado Juan Jayo.
Los lectores que hayan jugado fútbol alguna vez podrán entenderlo. Si tengo un compañero al lado que no está en su posición habitual y que corre el riesgo de hacer mal su trabajo, por solidaridad y fraternidad tendré que quedarme a apoyarlo y cuidarle las espaldas si es necesario. Esto hizo que Alianza se repliegue -repito- de manera instintiva y ceda metros que al inicio de la primera final significaron el gol en contra. Todo lo que vino después fue consecuencia de ese momento de incertidumbre porque la historia se tejió a partir de la desesperación blanquiazul, de la nula efectividad de los delanteros que presentó y del mejor manejo y experiencia que propuso su oponente en situaciones de apremio.
Alianza Lima perdió el título nacional porque careció de uno o más hombres que en ataque hicieran la diferencia en la tarde en que Matute la pelota se paseó por el arco que los íntimos buscaban vulnerar. Fallaron tanto ese día. Al siguiente, Costas escuchó la súplica de la gran mayoría y sacó del equipo a Carlos Solís, un potencial autor de un penal en contra y ubicó en su lugar a Kohji Aparicio, quien a los 10 minutos se metió en un lío al trabar claramente a un atacante contrario cuando este no iba contra el arco de Libman, sino que más bien salía de la zona de peligro; un error de concepto primario y elemental.
La historia del primer partido se repitió tras el gol en contra, solo que esta vez se sumó la desesperanza y la ausencia de jugadores con nivel. El espectáculo fue deprimente porque en el campo el fútbol desapareció y los grones no hicieron ningún mérito para empatar la cuenta. Es más, otro adversario hubiese aprovechado mejor el pésimo estado de Alianza en el terreno y lo mal parado que estaba el equipo para aumentar la cuenta, pero si todo quedó en 1-0 es porque al frente tampoco había un equipo demasiado brillante, el menos malo de todo el 2009.
Hoy es lunes y estuve casi todo el día en la clínica para saber del estado de Leandro Fleitas y, al parecer, evoluciona bien, pero su carrera tendrá una prolongada paralización de varios meses. En este momento en que todo hincha blanquiazul se siente derrotado es hora de recordarles que a inicios de temporada la nómina no merecía ni siquiera llegar a la final, pero con amor propio se llegó a dichas instancias aunque las desgracias no dejaron de aparecer hasta el último instante. Dentro de todo lo malo es un alivio que Fleitas haya recuperado el conocimiento y que su vida no corra peligro más allá de su bienestar como persona.
Se perdió el título, pero la historia no termina aquí. Tampoco el sentimiento por los colores más lindos que el cielo refleja sobre la tierra y por una cuestión que excede el simple análisis de un partido de fútbol; algo que Alianza aglutina en los corazones de su gente y que es el pararrayos de los neófitos en esta materia.