Pánico y locura en Almudena
Tal vez lo último que quieres al venir a Cusco es visitar un cementerio, pero como siempre hay un frekie por ahí que le interesan estas cosas (¡presente!) les contaré de la Almudena, el cementerio más antiguo de Cusco. Acá duermen para siempre los cusqueños ilustres entre montañas apretadas de nichos y lujosos mausoleos de mármol.
En 1850 Cusco necesitaba urgentemente organizar a sus muertos. Al no haber cementerio, las condiciones se habían vuelto insalubres. Entonces el beato Miguel Medina puso la orden de crear el Panteón de la Almudena con restos de muros del Templo de San Agustín, cañoneado por Agustín Gamarra durante la independencia de España. Dicen también que este paredón sirvió para fusilamientos en estas épocas de lucha.
Visitar este cementerio es toda una experiencia. Paltea por un lado, como todo lugar donde hay muertos, y conmueve, como todo lugar donde hubo lágrimas. Los muertos han sido ricos, pobres, ilustres, desconocidos, pero están todos juntos como un solo gran fallecido que descansa en el barrio de Santiago, cerca al Baratillo, entre combis y negocios de telefonía celular, pollo a la brasa y farmacias. La muerte de la Almudena ensombrece el cielo azul tan hermoso de Cusco y silencia el ruido de la ciudad.
Hay piezas artísticas maravillosas, mausoleos y piezas de mármol de ángeles, demonios, justicieros con lanzas y más. Ilustres del arte, la política y la función social del país descansan en sus pabellones. Es Patrimonio Cultural de la Nación, nombrado por el Ministerio de Cultura en el 2011. Está Clorinda Matto de Turner, la primera periodista peruana; el fotógrafo puneño Martín Chambi junto a su esposa; Daniel Estrada, quien fue muy querido alcalde de la ciudad; el músico Roberto Ojeda, Eulogio Nishiyama, director de la primera película en Quechua; el aviador Velasco Astete –el primero en cruzar los andes- junto a sus sobrinos Andy y Carlitos, así como un ex presidente de la nación, Serapio Calderón y un combatiente de la independencia, Cosme Pacheco.
Mi informante es Enrique, el guía que al preguntarle cuántos muertos hay me dice inseguro “dos mil, por lo menos”, pero yo creo que son 50 mil o más. El cementerio no es grande, solo que están bastante apretados, algo que me perturba un poco. Son tantos que hay una Cruz de los Desaparecidos, donde van los familiares que no encuentran a sus muertitos, perdidos para siempre en este cementerio atiborrado a dejarles flores.
Le pregunto a Enrique la de rigor, si ha visto almas en pena, y me dice que no. “Qué pena”, pienso. Pero en seguida me cuenta las leyendas. La más famosa, la de la Dama de Almudena, que es una chica a la que le gustaba juerguear y su cervecita más. Lo que se sabe es que murió joven, abruptamente, y que por las noches sale a tomar taxis hacia las discotecas del centro. Los taxistas se trauman al dejar a la joven bien vacilada en la puerta del cementerio y ver cómo desaparece. Parece que estaba muerta y de parranda al mismo tiempo.
Después están las Misas Negras, y eso sí me asusta un poco. En un lugar escondido del cementerio hay un espacio donde hacen rituales de magia negra para hacer daño. Se pueden ver restos de velas negras y uno imagina que ahí empezaron muchas enfermedades, muertes y desconsuelos. Luego Enrique me muestra el Mausoleo de la Familia Zegarra Alfaro, donde se dio el primer caso de un muerto viviente: una catalepsia que nadie pudo atender. El muerto murió por segunda y definitiva vez.
A la tumba de Velasco Astete la gente acude cuando está próxima a viajar, para pedirle suerte y buenos vientos. Paradójicamente, nuestro héroe murió en un accidente aéreo. En las tumbas de gente que no conozco hay cervezas, gaseosas, galletas Casino de menta, cartas y más, dejadas por los deudos. Busco al muerto más antiguo y Enrique me lleva hacia una tumba donde creo leer: “Astema Llamas de Luna, Abr. 15 de 1888”. Me cuenta que en los tours nocturnos contratan a un actor para asustar a la gente. Ríe con malicia.
Fuera del vacilón y la curiosidad, el Cementerio de la Almudena es hermoso, para quedarse lelo, realmente. Creo que un cementerio es el gran testimonio del lugar donde se encuentra. Ahí se juntan el pasado y el presente, se dinamizan, crean historias, se ponen flores, se reavivan.
La Sociedad de Beneficencia Pública de Cusco, administradora del espacio, ofrece al público en general visitas guiadas durante el día y por la noche a S/.10 nuevos soles. El recorrido toma una hora. Horarios: 8 am. a 4 pm. y de 7 pm. a 11 pm. Ya sabes lelo, ponte a temblar pero no te olvides, ¡el muerto viviente es bamba!
¿Dónde está el muerto?
El Cementerio General de Almudena queda en la Plaza Almudena, en el barrio de Santiago. Un taxi desde el centro cobra cinco soles. El ingreso es libre.