Máximo Damián: El violinista que despidió a Arguedas
El violinista ayacuchano Máximo Damián falleció esta tarde a los 79 años. Leyenda del folclore peruano, Damián había tocado en el velorio de José María Arguedas por pedido expreso del escritor, de quien fue un gran amigo. A él le dedicó el libro “El zorro de arriba y el zorro de abajo” y el músico hizo para Arguedas la tonada “La Agonía”. En Máximo Damián se preserva la tradición musical del Perú.
El violín de Máximo Damián se sumó en un profundo lamento. Los dedos largos del músico saltaban tanto como su corazón. De sus manos brotaba la tonada “Agonía” y con ella arrullaba el sueño eterno de su gran amigo José María Arguedas. El 3 de diciembre de 1969 una marcha fúnebre se dirigía al cementerio El Ángel para despedir al escritor en la que sería la primera de su última morada.
Arguedas emprendió su vuelo hacia los apus un día antes, el martes 2. Había pasado poco más de tres días en un coma profundo tras haber apretado el gatillo sobre su sien, en un ambiente de la Universidad Nacional Agraria La Molina.
Máximo Damián había pasado la noche del viernes 28 esperando a su amigo “blancón” de bigotes, con la mesa servida y el violín dispuesto. Arguedas, siempre puntual, no llegó, pero el joven músico soñó verlo llegar a su casa con el saco al hombro. A la mañana siguiente Máximo salió a comprar el pan. “Ayer intentó suicidarse el escritor J.M. Arguedas”, decía en la primera plana de El Comercio. No lo pensó más y corrió al Hospital del Empleado: “Ya su corazón nomás estaba silbando”.
Adiós, huayno
Al patrón del pueblo ayacuchano de Ishua, San Diego, se le celebra los primeros días de noviembre. En Lima, la fiesta llegó a Balconcillo el 23 de noviembre. La chicha con machka pasaba de mano en mano -el taita José María movía la mezcla con el dedo- y la música encontraba lugar en los alegres pies de la gente. Era la fiesta del pueblo de Máximo Damián y Arguedas bailaba y cantaba hasta decir basta. “Ha dicho adiós huayno”, dice el violinista, porque en comparación con otras fiestas, en ella se quedó hasta tarde.
El escritor sonriente, bromista y cantor jugaba cajoneando el arpa. Entre las voces quechuas y castellanas estaban también la del etnólogo Alejandro Ortiz y la antropóloga Mildred Merino, entre otros.
La herencia de Máximo
Máximo Damián es hoy un hombre de 78 años de manos jóvenes, que continúan sacándole la voz al violín. El “doctor José María” lo buscó en su casa cuando tenía 17 años. “Siempre me vas a buscar y siempre voy a venir”, fue su promesa. A partir de ese día se hicieron hermanos y Máximo, quien trabajaba en una casa, nunca estuvo solo.
Era tal el cariño y la confianza entre ambos que las puertas de la casa del escritor siempre estaban abiertas para él, y viceversa. Entre ellos las conversaciones siempre fueron en quechua, idioma que hasta hoy Máximo no abandona. A pesar de sus varios años viviendo en Lima, habla castellano pero no lo domina porque con su palabra y su violín, el mítico músico continúa con el legado protector de los orígenes de nuestra tierra. La herencia que le dejó José María Arguedas.
*Este texto fue publicado en la versión impresa el 2 de diciembre del 2014, día del fallecimiento de José María y sólo semanas antes de que el Maestro Máximo cumpliera 79 años.
(Pamela Loli Soto)
Fotos: Archivo Histórico El Comercio
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