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El apagón educativo tras la pandemia: las secuelas en los escolares que inician la secundaria en San Juan de Lurigancho
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La pandemia del COVID-19 dejó secuelas profundas en la sociedad, y una de las más significativas fue la crisis educativa. En el Asentamiento Humano Enrique Montenegro, en San Juan de Lurigancho, los adolescentes de 15 a 17 años enfrentaron una interrupción abrupta de sus estudios, una caída en el rendimiento académico y una fuerte desmotivación. A esto se sumó un descenso en la calidad educativa, junto con el aumento del estrés, la ansiedad y el aislamiento social. Todo ello representó un gran desafío para los jóvenes de esta comunidad.
Según una encuesta realizada a 26 jóvenes de 15 a 17 años, la mayoría experimentó graves dificultades para continuar con sus estudios durante la pandemia. Muchos de ellos estaban aún en la primaria, una etapa crucial que se vio afectada directamente por la falta de condiciones adecuadas para el aprendizaje.
Un 73,1% (que equivale a 19 jóvenes), afirmó que estudiar fue muy complicado, y más del 50% (que equivale a 13 jóvenes), no contaba con los recursos tecnológicos necesarios, como acceso a Internet, laptops o smartphones. La falta de conexión adecuada fue uno de los principales obstáculos. En consecuencia, su educación se volvió menos accesible y de menor calidad.
Para acercarnos más al grupo de la muestra, entrevistamos a Emanuel Castro, egresado del COAR en el 2024, quien compartió su experiencia:
“A pesar de lo difícil que fue, aprendí mucho del proceso. Entendí que la tecnología es una espada de doble filo: si no se usa con responsabilidad y propósito, puede desorientar. También comprendí que los profesores son humanos y adaptarse a nuevas condiciones toma tiempo. Por eso es necesario el compromiso de ambas partes para mejorar la educación”, manifestó el joven.
Esta reflexión evidencia que, a pesar de las dificultades, muchos jóvenes desarrollaron una actitud resiliente y fortalecieron valores como la paciencia y la tolerancia.
“Es necesario visibilizar estas historias, pero sobre todo, actuar. La resiliencia de los estudiantes no puede seguir siendo la única respuesta frente a la desigualdad. Urge una política pública sostenida que priorice la nivelación, el acompañamiento emocional y la garantía de condiciones básicas —como acceso a tecnología e Internet— para que ningún estudiante quede atrás. La educación debe ser un derecho real, no una promesa diferida”. Así opinó Marilú Martens, exministra de Educación, en una breve entrevista realizada sobre el tema.
La desigualdad educativa no terminó con el confinamiento. Aún hoy, el regreso a clases presenciales se ha dado sin una nivelación adecuada ni estrategias claras para reducir la brecha que dejó la pandemia. Quienes más lo resienten son precisamente aquellos estudiantes que estaban en transición de primaria a secundaria. Si bien la ayuda proporcionada por el Gobierno representó un avance parcial, todavía no es suficiente para revertir los efectos de fondo. El AA.HH. Enrique Montenegro es solo un ejemplo de una problemática nacional que exige atención urgente y sostenida.
Nota realizada por los corresponsales escolares Hector Zegarra, Mayumi Cardenas Zuñiga, Lucero Vera, Luis Mogollón y Grecia del Pilar Yaranga Márquez, bajo la mentoría de la periodista de El Comercio María Paula Regalado.











