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¿Es posible una educación con pensamiento crítico en el Perú?: una comparación entre el modelo peruano y el extranjero
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¿Decidimos nuestro futuro o nos lo imponen? En el Perú, muchos estudiantes crecen siguiendo un camino aparentemente fijo: colegio, universidad, trabajo, jubilación. Una línea recta que pocas veces se cuestiona. Sin embargo, al comparar nuestro sistema educativo con modelos de otros países, notamos diferencias que no solo hablan de recursos o acceso a tecnología, sino de cuestiones como la libertad, el pensamiento y el propósito.
Paul Wenzel, un estudiante alemán que llegó al Perú gracias a un programa de intercambio de Rotary International, explica que en su país no obligan a los alumnos a decidir su carrera universitaria a los 16 o 17 años, como suele ocurrir en el Perú. “[En Alemania] te dan tiempo para conocerte, equivocarte, explorar opciones. Aquí todo va tan rápido que parece una carrera contra el reloj”, dice tras su experiencia educativa en nuestro país.
En sistemas como el finlandés, el canadiense o el holandés, la secundaria permite explorar distintas rutas —técnicas, académicas o artísticas— sin jerarquías. El objetivo no es formar profesionales en serie, sino personas que piensen y decidan por sí mismas.
A diferencia de ellos, el modelo peruano parece esperar que los adolescentes tomen una decisión crucial justo cuando recién empiezan a descubrir quiénes son. Y muchas veces, la presión social y familiar los empuja a elegir carreras “rentables” antes que vocacionales. “Pero no se puede tomar una decisión tan grande bajo presión”, opina Wenzel.

IMPULSAR EL PENSAMIENTO CRÍTICO
Otro problema de sistemas educativos cerrados y que apuestan por intereses puramente rentables es la ausencia de pensamiento crítico entre los estudiantes. Mientras en otros países se enseña desde los primeros años sobre política, economía, derechos ciudadanos o medio ambiente, en el Perú muchos alumnos egresan sin saber cómo se elige un presidente o qué significa cotizar en una AFP.
“Si no desarrollas pensamiento crítico, te vuelves más manejable. Te adaptas a lo que hay, sin reclamar, sin exigir. Una sociedad que no piensa, no cambia”, afirma Diego Pajares, periodista y docente de la Universidad Científica del Sur.
En opinión de Pajares Herrada, esto puede traer como consecuencia algo peor: la apatía que crece entre los estudiantes, que incluso puede ser entendida como una estrategia que beneficia a quienes prefieren una ciudadanía pasiva.
“Cuando los chicos pierden el interés por aprender, el sistema gana —advierte el especialista—. Porque una persona que no se educa, no cuestiona; y si no cuestionas, es más fácil manipularte”.
Lo mencionado por Pajares no pasa solo por falta de recursos o inversión educativa, sino que hace referencia a una construcción cultural. Un sistema que te enseña a aceptar, a repetir, a seguir órdenes sin preguntar. Un sistema que no quiere que pienses, porque pensar incomoda. “No es casualidad que nos hayan enseñado a repetir sin entender. Si logran que no te importe tu propia educación, entonces ya te controlaron desde adentro”, señala-
Por eso, recuperar la motivación por aprender es más que un objetivo educativo: es una forma de resistencia. Y desarrollar pensamiento crítico es, hoy más que nunca, un acto de libertad.

¿EL ÉXITO COMO ÚNICA META?
Estudiar una carrera universitaria en el Perú muchas veces no es visto solo como una opción, sino como un mandato. Si eliges un camino diferente —como el arte, la carrera técnica, un emprendimiento o incluso tomarte un año sabático para descubrirte— fácilmente serás señalado como alguien que “fracasó”.
“Siento que en el Perú te empujan a entrar en un molde. Y si no encajas, parece que estás desperdiciando tu vida”, afirma el estudiante alemán Paul Wenzel.
Por su parte, el periodista y docente Diego Pajares lo explica desde un ángulo histórico y mediático: “En los 90, con los medios sensacionalistas, se impulsó una cultura sin pensamiento. Dejamos de hacer preguntas y comenzamos a repetir lo que nos decían. Desde ahí, el sistema nos enseñó a memorizar, no a entender.
Así, la educación se convirtió en un negocio y una competencia por títulos, donde el valor del conocimiento se mide en exámenes, no en reflexión. Eso, en muchos sentidos, nos ha alejado del verdadero propósito de aprender.
En conclusión, una alternativa de solución para los mencionados problemas de la educación peruana no pasa solamente por copiar lo que han otros países (aunque sí existan modelos ejemplares y útiles), sino de entender que sin un verdadero pensamiento crítica la educación se convierte en un mecanismo de control y no lo que realmente debería ser: una herramienta de transformación.
Nota realizada por las corresponsales escolares Ixchel Abrill Flórez Miranda, Ariana Pamela Culpar, Brenda Ainara del Carpio Cárdenas, Fatima Camila Yanque Achata, Ludwika Steffi Cárdenas Ascarza, del colegio El Carmelo (Cusco), bajo la mentoría del periodista de El Comercio Juan Carlos Fangacio.











