Mayo de 1995. Una semana antes de que apabullara a Universitario con una de las goleadas más recordadas por sus hinchas, Alianza Lima recibió en Matute al Atlético Torino. Apenas 3.199 asistieron a verlos despachar a los norteños con una solitaria conquista de Jorge ‘Loverita’ Ramírez. Para el clásico, la historia fue otra: 34.175 personas fueron testigos de cómo Celso Guerrero recogió la pelota del interior de su arco en seis oportunidades. No hay blanquiazul en sus treintas que no recuerde ese 6 a 3 con una sonrisa infinita.
Ese mismo año, el 29 de octubre, apenas 25 mil personas fueron a ver nuevamente a los compadres en el coso victoriano (0-0 con escándalo incluido). El descenso de la concurrencia ya se sentía desde la semana anterior, cuando solo seis mil hinchas habían pagado boletos para observar cómo el equipo de Waldir y Muchotrigo caía 0-1 con Deportivo Municipal.
Estos vaivenes de asistencia han sido una constante en los torneos peruanos. La infidelidad del hincha es más que presunta. “En la época que jugaban Cueto, Cubillas y Velásquez tuvimos partidos con 3 mil personas”, recuerda Tito Ordóñez, delegado aliancista. Por eso lo que se vive en estos momentos tiene carácter extraordinario. Nunca había asistido tanta gente de manera consecutiva a ver a Universitario y a Alianza Lima en un campo de juego.
Hasta hace unos años, el Monumental solo se repletaba para un clásico o cuando tocaba enfrentar a Cristal. Esta temporada todo cambió. A pesar de los innumerables baches que ha tenido el torneo, en las primeras diez fechas Universitario ha llevado a 169.691 personas a su estadio, en tanto que Alianza ha atraído a 82.558. La crema metió a 42.608 personas ante Cienciano, 51.202 con Alianza, 32.129 ante Melgar y ¡43.752 con ADT! Antes los hinchas se quejaban de que solo asistían los “3 mil de siempre”, hoy “los 40.000 de siempre” es una frase que se viraliza en Twitter con orgullo.
Ir al Monumental sigue siendo una experiencia estresante y tortuosa. El tráfico vehicular en la avenida Javier Prado es aterrador, los buses suelen ir atestados y los precios de los taxis son prohibitivos. Muchos hinchas saben que el regreso demandará 45 minutos o más de caminata, hasta que las calles se despejen. Sin embargo, aquello que antes se sentía como una incomodidad, hoy se ha vuelto parte de la aventura. Si Alianza mete 30 mil a su estadio, la U busca llevar varios miles más al suyo. Las dirigencias le han dado alas a esta lid ofreciendo comodidades y abriendo nuevos servicios. Es lo que, en jerigonza marketera, se llama “vivir la experiencia”. Y se está viviendo a full.
Carlos Bejarano, sociólogo y periodista, destaca cómo el jirón San Cristóbal, que une Matute con el paradero más cercano del Metropolitano, se transforma los días de partido en una vía que respira aliancismo. Hay comida, bebidas y música para los hinchas en las previas o para quienes desean seguir comentando los goles de Sabbag. La seguridad ha mejorado, aunque no llega a ser completa, como ocurre en los alrededores del estadio crema.
Todo cambió -dice Bejarano- cuando Pablo Bengoechea desembarcó en Matute. Alianza no jugaba como el hincha quería, pero ganaba. Y se generó un vínculo acerado que ha sobrevivido a sus sustitutos y ha crecido de la mano de los éxitos deportivos. El despertar en la U llegó con la estabilidad, tras años de sobrevivir sometido a los jaloneos de diferentes administraciones, cada cual más tóxica que la otra. El proceso de reconstrucción institucional tiene efectos palpables -la deuda corriente se ha reducido, el club genera confianza, el plantel se ha reforzado- y la gente ha respondido con su aliento y sus soles. Hoy el hincha, como dicen los periodistas Miguel Villegas y Jaime Pulgar Vidal, sienten el Monumental suyo. Después de 23 años.
Cristal se esfuerza, pero no prende como en otros años. Aunque Garcilaso asoma como el tercer club más taquillero, el trabajo fuera de Lima no es el mismo. Al mal estado de los campos, se suman tribunas en mal estado, letrinas en lugar de baños y camarines sin agua. Por años, el fútbol peruano hizo lo posible por alejar a los hinchas del estadio. Hoy las cosas empiezan a cambiar. El ejemplo de la U y Alianza debe multiplicarse.