Marco Quilca León

“¡Lanza! ¡Lanza!”, gritan desde la tribuna, cansados quizá de los pases hacia los costados o atrás entre defensores y porteros. Esa impaciencia, terrible debilidad que desnuda las peores falencias de cualquier equipo de fútbol, se apoderó de los jugadores aliancistas casi desde el inicio del partido. Y en zona de guerra, de lucha constante, de juego friccionado, Libertad se siente como en casa. Ahí empezó la debacle de un Alianza Lima que perdió 2-1 en casa por la Copa Libertadores, dejó el segundo lugar del grupo G para pasar al último y alarga su racha negativa: no gana en Matute desde 2010.

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