Luego de dirigir a Universitario, Ángel Cappa llegó a Racing de Argentina. En 2012 estuvo al frente de la Universidad San Martín (USI)
Luego de dirigir a Universitario, Ángel Cappa llegó a Racing de Argentina. En 2012 estuvo al frente de la Universidad San Martín (USI)
José Luis Saldaña

“Para reducir el fútbol al resultado, hay que tener el alma perturbada” (Ángel Cappa en Esta noche/Libros)

Es una noche fría del último día de mayo del 2018 y el hincha siente un déjà vu en el Monumental. Como hace 16 años, en la ‘U’ no solo se habla de lo que ocurre en el campo sino también en sus oficinas. Como hace 16 años, esos niños que dejaron de ser niños y que alguna vez soñaron con dar un pase como ‘Chemo’, hacer una ‘carretilla’ como el ‘Puma’ o transformar un arco de siete metros en uno de fulbito como Ibáñez, hoy se acercan hasta donde está don Ángel para pedirle una foto, un abrazo o, simplemente, para decirle gracias.

Don Ángel es Ángel Cappa, técnico campeón con Universitario en el Apertura 2002, y que mientras observa –como si aún tuviera el buzo crema– el cotejo entre los merengues y Cantolao (igualaron 2-2), no tiene problemas en decir por qué está de regreso en Lima: “Veo la cancha y me acuerdo de algunos partidos y algunos goles”. Está de vuelta por toda esa nostalgia y por los amigos que dejó.

Ángel Cappa vivió una de sus últimas etapas como entrenador en la Universidad San Martín. (Foto: GEC).
Ángel Cappa vivió una de sus últimas etapas como entrenador en la Universidad San Martín. (Foto: GEC).

Los amigos son los muchachos que trabajan en el aeropuerto Jorge Chávez –como según cuenta el mismo ‘profe’– y que le dicen ‘bienvenido a casa’ desde que pasa Migraciones. Los amigos también son con los que se reunirá en breve, ni bien acabe la jornada en Ate, para hablar –quién sabe cuántas veces ya lo repitió– de esa punzada que sintió en el pecho cuando debutó como estratega de la ‘U’ y le tocó viajar hasta Chiclayo para enfrentar a Juan Aurich.

“Perdíamos 1-0 con gol de ‘Kukín’ Flores y empatamos sobre la hora. Entonces yo llamé al ‘Cheta’ Domínguez y le dije: ‘Ya está, quédense ordenaditos que ya terminó el partido’. Él me miró y no me dijo nada. El equipo local sacó del medio y todos fueron a apretar, a no dejar salir al rival. Luego llegó un córner a favor y gol de ‘Chemo’…Yo pensé, estos tipos son distintos” (Ángel Cappa, en declaraciones para las redes sociales de Universitario).

Pero esa no fue la historia más grande de rebeldía durante su paso por el cuadro crema. La más grande, y las más inolvidable, se gestó un día como hoy. Un 7 de julio.

-“Ángel, no me pagan”-

Dicen que la situación fue tan delicada que no solo se tuvo que vivir con la angustia de no cobrar durante cinco meses. También con el miedo de llegar a casa y que uno encuentre sus cosas en la calle. “La señora que me alquilaba el piso me dijo que el club no le estaba pagando”, contó don Ángel, quien estuvo a punto de convocar a la prensa para ir hasta la casa de Javier Aspauza, presidente de la institución por ese entonces. La cosa no llegó a mayores porque la dueña no le quitó las llaves.

Álvaro Barco, gerente deportivo que viajó con ‘Chemo’ Del Solar hasta España para presentarle el proyecto al DT, hoy recuerda hasta con una sonrisa todo lo que les tocó vivir esa temporada: “Gracias al hincha de la ‘U’ felizmente encontramos algunas condiciones favorables”. La suerte quiso que el gerente general donde acostumbraba a concentrar el equipo merengue sea hincha y les brinde facilidades. La suerte quiso que dueños de los mejores restaurantes de Lima sean hinchas de la ‘U’ y les permita compartir al grupo grandes almuerzos. La suerte quiso que un hincha se despierte todos los días a las seis de la mañana para calentar su Volkswagen escarabajo, recoger a Ángel Cappa y llevarlo a los entrenamientos.

“Ángel era un psicólogo muy bueno. Recuerdo que nos decía: ‘Tenemos nuestros problemas, pero compartimos en los mejores lugares. Hubo mucha solidaridad dentro y fuera de la cancha” (Santiago Acasiete, El Comercio)

Álvaro Barco sintió que había tanto esfuerzo de los que se ponían la camiseta en el campo y los que se rompían la garganta en las graderías, que decidió desempolvar los toperoles. Porque a la difícil realidad que se vivía, se sumaba lo que sentían como injusticias: expulsiones consecutivas y hasta por tropezones, como corrió entre José del Solar y el árbitro Eduardo Lecca, quien en el duelo con Aurich en Lima le sacó la roja por esa casualidad. Encima no hubo mucha claridad en la programación de las dos finales del Apertura, frente a Alianza Lima. El gerente deportivo de Universitario fue hasta las instalaciones de la Asociación Deportiva de Fútbol Profesional (ADFP) y encaró al presidente, Julio Velásquez Giacarini.

“Ya lo tomo con mucha gracia, pero yo en la ADFP le levanté el escritorio al general Velásquez, porque nos mintió y no nos quería dar información en qué fecha y dónde se iba a jugar el clásico (definición). Nos mintió al darnos una fecha que no era, y resulta que el partido se iba a jugar a mitad de semana, cuando el preparador físico ya había hecho un trabajo más arduo considerando que la fecha se iba a jugar domingo”, le dijo a El Comercio el hoy gerente deportivo de la Universidad San Martín. La indignación le costó caro a Barco, quedó suspendido dos años de la actividad: “No me arrepiento porque al final se logró el campeonato”.

-“Contra todos, contra todo”-

23 de junio del 2002: última fecha del Apertura

Hay dos imágenes en simultáneo. En una todo es algarabía: alguien se deja llevar por la emoción del 4-2 final sobre Melgar y sin Twitter que lo fiscalice, suelta un mal dato. Todos los que están en Ate se quitan los audífonos, tiran sus radios, se abrazan, celebran el título del Apertura. En Sullana, Ernesto Arakaki simboliza la tensión del plantel de Alianza Lima y del pueblo blanquiazul: le da la espalda al arco contrario, se arrodilla, cierra los ojos, junta sus manos y reza. No quiere ver el disparo de Pepe Soto. No quiere ver el 2-1 sobre Alianza Atlético que los llevará a una final con el ‘compadre’.

En el fútbol, salvo la fidelidad a los colores, muy pocas cosas son para siempre: en Ate vuelven a ponerse los audífonos, buscan sus radios y se van de casa sin entender qué más tenían que hacer para alcanzar un torneo que siete fechas atrás nadie miraba posible para Universitario.

Semanas atrás…

Ángel Cappa tiene la cabeza apoyada en la luna del taxi. Trata de no pensar en nada, en olvidar lo que vivió en Matute, en la derrota 1-0 ante los victorianos. Trata pero no puede: escucha que la prensa descarta a la ‘U’ en su camino al título tras jugarse la fecha 15 del Apertura. Están seis puntos por debajo de los íntimos y solo les queda sumar de a tres en las siete fechas restantes. Parece imposible. El equipo sigue sin cobrar. Pero la adversidad a la ‘U’ lo hace más fuerte. Le ganaron a Bolognesi, Coopsol, Alianza Atlético, Deportivo Wanka, Cienciano, Sporting Cristal y Melgar (en 22 partidos alcanzaron 15 triunfos y anotaron 30 goles).

“Yo me acuerdo que un dirigente de la ‘U', en un viaje que teníamos a Trujillo (le ganaron 3-0 a Coopsol), no dejaba jugar a ‘Nuno’ Molina. No quería que salga a la cancha, no lo dejaba vestirse. Así que tuve que intervenir para ponerme en el medio y hacer que ingrese al camarín y pueda salir a la cancha. Se trataba de un excelente jugador y más allá del tema personal que se generó ahí, sin duda era fundamental que juegue”. (Álvaro Barco, El Comercio).

La primera final fue el 26 de junio en el Monumental. Y el show de Martín Vilallonga comenzó en el segundo tiempo. A los 12 minutos aprovechó un tiro libre de Paolo Maldonado y se metió como un tanque al área. Atropelló a Pepe Soto y de un frentazo derrotó a Gustavo Roverano. El argentino, que ya alcanzaba 11 tantos, se fue corriendo hasta la banca de suplentes, estiró su camiseta y se dejó abrazar por el Monumental.

Sobre los 16′, Maldonado intenta meterse al área, lo logra y cuando está a punto de generarse el espacio, Marko Ciurlizza lo manda a tragar césped. ¡Penal! Vilallonga, con las pulsaciones arriba de lo que había pasado hace cuatro minutos, agarra la pelota con confianza. Se cuadra, hace el recorrido y ¡boom! el balón dio en el palo. Fue tan fuerte que casi se armó una contra de Alianza que pudo sellar el 1-1. Henry Quinteros no tuvo la puntería necesaria. Faltaban 90 minutos. La ‘U’ tenía que seguir sufriendo.

Martín Vilallonga anota ante Alianza Lima en la final de ida: el delantero registró 11 tantos esa temporada.
FOTO:  GERMAN FALCON/EL COMERCIO
Martín Vilallonga anota ante Alianza Lima en la final de ida: el delantero registró 11 tantos esa temporada. FOTO: GERMAN FALCON/EL COMERCIO
/ GERMAN FALCON/EL COMERCIO, PERU

7 de julio del 2002. Alianza Lima 0 - 0 Universitario de Deportes

Dos sorpresas para esa tarde en el estadio Mansiche de Trujillo: la localía íntima –por tema de seguridad se decidió salir de Lima– y la titularidad de Johan Sotil, la carta que Ángel Cappa usaba para que la ’12′ de la ‘U’ también ensaye un ‘ole’ o termine con las palmas rojas de tanto aplauso. En aquellos 90′ finales no anotó, pero esquivó en más de una oportunidad algún puntapié de Soto y compañía.

La ‘U’ dio la vuelta y se lo merecía. ‘Chemo', en lo que fue su último partido con la crema, fue hasta norte, colocó el trofeo en la pista atlética, como para que toda la ’12′ lo contemple. Ibáñez, como siempre, aferrado a su arco hasta para festejar. Sentado en la parte de arriba. El ‘Puma’ felicitando a cada compañero. Y don Ángel, por supuesto, caminando de un lado a otro, con los ojos desorbitados, vomitando su bronca con esa frase que hoy será tendencia y regalando un título que refleja que la ‘U’ siempre será más grande que sus problemas. Siempre.

Vilallonga y Molina, parte clave del equipo de Cappa (Foto: GEC)
Vilallonga y Molina, parte clave del equipo de Cappa (Foto: GEC)

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