El capítulo final de Gareca al frente de la selección peruana se selló cuando Agustín Lozano, el principal negociador –en teoría, el más interesado–, no volvió a sentarse con él.
Dos son las versiones que circularán hasta el final de los tiempos: por un lado, que Gareca se negó a renovar por la plata, y por el otro, que fueron las formas de la negociación las que terminaron espantándolo.
¿Era necesario concluir las tratativas en Argentina y no en el Perú, donde hubo tiempo de sobra? ¿Con qué fin el presidente de la Federación Peruana de Fútbol tomó un avión hacia Buenos Aires si al final mandó a una comitiva para el tira y afloje? ¿Por qué esperar un mes para comunicarle que su propuesta incluía un recorte del 40% de su sueldo? ¿Cómo así se filtró el porcentaje en la prensa y por qué él fue el último en enterarse? ¿En qué cabeza cabe que alguien aceptaría una mutilación de este calibre?
Las preguntas se agolpan una tras otra. Y es que en esta historia hay muchos aspectos que no cuadran. ¿En realidad hubo intenciones de que afrontara un tercer período al frente de la Blanquirroja? ¿En serio no hay presupuesto para destinarlo a un comando técnico que nos hizo existir otra vez en el mapa del fútbol mundial?
Sí, es cierto, Gareca es uno de los técnicos mejor pagados del continente. Posee una veintena de colaboradores, algo nunca antes visto en la Videna. Con él se empezó a hablar de videoanálisis en San Luis. Se invirtió en infraestructura y en todo lo necesario para competir.
¿Un comando técnico costoso tiene margen para discutir un nuevo contrato después de ser eliminado de Qatar 2022, dando la impresión de que no desmenuzó tácticamente a Australia, como sí lo hizo con otros rivales? ¿Acaso el prestigio que se alcanzó en siete años de trabajo se puede borrar por un partido que perdimos por penales?
A partir de este punto se forman, claramente, dos bandos. Hay quienes consideran como un gesto el solo hecho de haberle planteado a Gareca su continuidad. Que con eso tendría que haberse dado por bien servido. En otras palabras, tómalo o déjalo.
En cambio, quienes están en la otra orilla creen que el ‘Tigre’ Gareca se merecía un contrato bajo condiciones muy similares al del último proceso eliminatorio, porque más allá de la pesadilla en Doha –acaso trauma, quién sabe–, reconocen una larga lista de hazañas desde que se calzó el buzo (y luego el terno) de la selección en marzo del 2015.
Enumeremos: bajo la guía de Gareca, clasificamos por primera vez a un mundial en 36 años y disputamos una final de Copa América luego de 44 años. Vencimos por primera vez en Eliminatorias a Paraguay en Asunción y a Ecuador en Quito. Le ganamos dos veces a Brasil, y luego de veinte años a Venezuela en su casa. Alcanzamos una racha histórica de quince partidos de imbatibilidad.
Eso en cuanto a cifras y hechos futbolísticos concretos. El impacto en la gente es incalculable. Volvimos a ponernos la camiseta en todo el sentido de la palabra. Recobramos la ilusión de presenciar un partido de Perú desde el estadio o desde donde fuera. Por fin hicimos a un lado los tres dedos del ‘Nene’ Cubillas en Argentina 78, los saltitos de Casaretto en la Copa América del 75, la sinfonía peruana en el Parque de los Príncipes.
Respiramos un nuevo aire. Revivimos. Nos paralizamos. Nos sacudimos. Nos embriagamos. Habitamos el presente.
Gestiones y adiós
La historia contará que fueron Arturo Ríos, el presidente del Atlético Grau; Jean Marcel Robilliard, secretario de la FPF, y José Carlos Isla, dirigente del Juan Aurich y exabogado de Edwin Oviedo, quienes representaron a la FPF para tan importante encargo en la capital argentina. Fueron ellos quienes se reunieron con el abogado de Ricardo Gareca, Mario Cupelli, el último miércoles y ayer.
Ni Lozano ni Gareca se vieron las caras en Buenos Aires. No hasta donde se sabe. Su última charla fue en Lima. Ha trascendido también que aquella reducción del 40% iba a compensarse a través de premios por objetivo conseguido. Pero lo cierto es que la conversación entró en un entrampamiento irreconciliable.
Para el entorno de Gareca, el enorme ajuste económico solo indicaba que desconocían todo lo hecho en estos siete años y cuatro meses. Por decir lo menos.
¿Entró a tallar la mentada reestructuración del fútbol peruano? ¿Verdaderamente es la prioridad de la gestión de Agustín Lozano o es un tema que sepultaremos nuevamente? ¿Funcionarán las comisiones que se formaron en las últimas asambleas? ¿Qué será de Juan Carlos Oblitas, el ‘culpable’ de esta era inolvidable? ¿Qué nos quedará de esta isla?
Ricardo Gareca, de momento, interesa a Independiente de Avellaneda, el equipo donde se retiró en 1994. Pero por ahora, dicen, lo que más desea es descansar un poco. Al parecer no se trataba de si Boca Juniors ponía más sobre la mesa. Y menos de lo que pudiera ofrecerle algún club del Medio Oriente.
Mientras suenan los nombres de sus probables reemplazos, Gareca regresará a Lima este lunes para despedirse de los peruanos. Al día siguiente dará una conferencia de prensa. No en la Videna, donde ya no se siente bienvenido. Decir adiós es lo correcto le dicta su conciencia. Así son las formas.