Pedro Ortiz Bisso

Dicen los meteorólogos que el ligero frescor que acompaña las últimas tardes limeñas se debe al anticiclón del Pacífico, una zona de alta presión atmosférica que se encarga de regular el clima. Con el verano a pocos días de dejarnos, este airecito frío tan bienvenido parece haber ablandado la sensibilidad de un sector de la hinchada y el periodismo que, sin mayor razón, ha empezado a manifestar que la selección aún tiene esperanzas de clasificar al próximo Mundial.

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Se plantean dos escenarios: en uno Perú necesita 12 puntos para meterse otra vez en la pelea; es decir, debe acumular casi el doble de los puntos que ha sumado hasta la fecha (7). Podría hacerlo ganando los tres partidos de local que le quedan (este jueves ante Bolivia, en junio ante Ecuador y en setiembre ante Uruguay) y uno de visita (ante Venezuela, este martes 25). Así, sostienen estos desesperados devotos de la santa Calculadora, podríamos agarrar el repechaje.

En el otro, mucho más optimista, la selección de Ibáñez debe ganar cinco partidos. A los cuatro ya señalados, le sumaría uno fuera de casa: Colombia en Barranquilla (a la que se venció en ese mismo escenario en la eliminatoria anterior) o Uruguay en Montevideo (no ganamos allí desde el 2004). Más que una utopía, esta alternativa parece salida de alguna distopía cinematográfica con final inesperado como Soy Leyenda o El Planeta de los Simios (imagínense a Charlton Heston arrodillado frente a la Videna gritando: “¡Malditos, lo hicieron!)

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Tabla de Eliminatorias
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Lo que olvidan estos entusiastas de última hora es la situación en que se encuentran nuestros llamados “rivales directos”: Bolivia aún debe jugar tres partidos en El Alto, a donde sus rivales llegan lívidos y con la sentencia firmada; Venezuela, a pesar de su irregularidad, tiene una selección de polendas; Ecuador está en zona de clasificación directa y Paraguay ha dado un notable salto de calidad con Gustavo Alfaro en el banco.

Además, no han tomado en cuenta que Perú tiene otro rival tanto o más temible: el propio Perú. Si la blanquirroja quiere emprender ese rush milagroso debe, en primer lugar, hacer goles y en doce jornadas solo ha anotado 3. Y la razón principal de que no meta miedo entre los defensas rivales es muy simple: no patea al arco (según sofascore, lo ha hecho 1,8 veces por partido en toda la eliminatoria).

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Tampoco sabemos cómo andará el equipo con Ibáñez al mando, quien recién tendrá al plantel completo dos días antes del partido ante los bolivianos. Volver al 4-2-3-1 y apelar a la “memoría futbolística” del grueso de convocados, la mayoría veteranos del proceso Gareca, es lo más parecido a lanzar una moneda al aire en medio de una tormenta.

¿Bastarán un par de entrenamientos para que Garcés se entienda con Tapia; Advíncula juegue como lo hace con la camiseta de Boca y Trauco no se descuide al marcar? ¿Sobrarán para que Carrillo sea el ‘nuevo’ Yotún? ¿Alcanzarán para que Paolo recupere su nivel o Lapadula vuelva a hacer un gol?

En gran parte de su historia futbolística, Perú ha tenido como su mejor arma la gitanería, pero esta también tiene límites. Esta eliminatoria parece ser uno de ellos. No abusemos.