Hace unas semanas, Piero Quispe fue el futbolista más fotografiado, explicado, radiografiado de la selección. Tenía que ver con nuestra eterna ansiedad y nuestra obligada carencia: en cada aparición de un muchacho en Primera vemos otro Orejas, el reemplazo de Yotún, un nuevo Cueva.
Es, sin embargo, un seleccionado en construcción. Quispe es uno de los futbolistas más regulares de esta U crítica del 2022 -32 partidos, 1 gol, 3 asistencias, 88% pases precisos, más de 50 quites y regates completos-, y llega a la titularidad del club precedido de dos argumentos igual de contundentes: era el mejor ofensivo de la categoría 2001 de la Academia Héctor Chumpitaz y los elogios inéditos de Hernán Novick, en verano del 2021 -”es un crack Piero”-, curiosamente el mediocampista a quien le ganó el puesto.
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Quispe es, también, es el mejor prospecto de venta del club, luego de Valera, con un contrato renovado por tres años. No se duda ya de su presencia en el once, pero sí de su influencia: un volante de avanzada llega a la élite a partir de su despliegue, sin duda, pero también de su estadística frente al gol. O en el pase. Nadie contrata a nadie solo por correr o caracolear: Christian Cueva hizo 5 goles en su primera temporada como titular, en la San Martín 2011. Nueve meses después de jugarlo todo en la ‘U’, Piero Quispe tiene ese gran pendiente, un detalle a corregir si su real aspiración es prolongar su primera convocatoria a la selección hacia la Eliminatoria. Tiene ejemplos dónde mirarse: Manco era el rey de la gambeta, pero no tuvo gol. Deza es el amo de la explosión, pero patea al arco una vez cada 6 meses.
Difícil hoy definir con exactitud donde podría alternar en el equipo de Reynoso. De qué juega o mejor, dónde es más útil. La impresión es que, si en lugar de buscar un espacio de desmarque hacia adelante, regresa a su campo para llevar la pelota como Oliver, urge un cambio en sus hábitos. Y si no le añade remate al arco, es decir, potencia y sentido de oportunidad, le va a costar el triple ese gran contrato que todos soñamos para él. Para hacer los goles que hoy no tiene, primero que nada, hay que patear. Es decir, entrenar.
Lo mejor que le puede pasar a Piero Quispe hoy, precisamente para transformar su perfil, es un técnico obsesivo que le haga ver números, kilómetros, estadísticas, más que opiniones de periodistas. Todo eso que se busca hoy en la competencia internacional. Ese entrenador es Juan Reynoso.
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