Hablar de un legado exitoso de Vladimir Popovic es sobreestimar su paso por el fútbol peruano. El serbio llegó en una época en que los entrenadores de los balcanes se habían puesto de moda en Sudamérica y, seamos sinceros, cuando ya había entregado sus mejores años a la profesión, pese a que dirigió al Estrella Roja en la definición de la Copa Intercontinental de 1991.
Al mando de un grupo de jugadores aún en proceso de maduración, no consiguió mucho: ganó su grupo en la Copa América de Cuenca con un equipo que casi no pisaba el área contraria y en la eliminatoria de 1993 sumó apenas un punto.
Pero Popovic, recientemente fallecido, fue parte de otra historia más bochornosa aún, víctima de la demagogia barata que, como ahora, era parte del Parlamento de entonces.
En el llamado Congreso Constituyente Democrático, un oscuro legislador que respondía al nombre de Willy Serrato buscó salir del anonimato a costa del fútbol. Logró que se formara una comisión para investigar el 'proceso Popovic', bajo el pretexto de una supuesta defraudación tributaria.
Consiguió que el entonces jefe del IPD, Enrique Otero, acudiera a declarar al Congreso, así como Juan Carlos Oblitas, quien fuera parte del cuerpo técnico.
Las pesquisas solo condujeron a que Serrato consiguiera una exposición que no habría obtenido de otra manera.
Meses después, cuando Popovic volvió al Perú como entrenador del club Millonarios, presionó para que fuera a declarar bajo amenaza de arresto, cosa que no consiguió.
El papelón no impidió que continuara en la política y años después se convirtiera en alcalde de Olmos. Actualmente cumple prisión domiciliaria acusado de encabezar una organización criminal. Triste final para quien entró a la política no para servir, sino para servirse de ella.