Marco Ortiz

En las atemporales palabras de Jesús Reyes Heroles, el influyente político mexicano e ideólogo del Partido Revolucionario Institucional (PRI), resuena la máxima: “En política, frecuentemente, la forma es fondo”. Este axioma cobra vida en la actual coyuntura argentina, marcada por las primeras acciones emprendidas por el nuevo gobierno.

En los primeros compases de su mandato, Milei emitió un decreto declarando una emergencia pública hasta el 31 de diciembre del 2025, abarcando ámbitos económicos, financieros, fiscales, administrativos, tarifarios y sociales. El núcleo de su decreto de necesidad y urgencia (DNU), compuesto por más de 360 artículos, se enfoca en la desregulación de mercados e industrias, la apertura comercial, la reforma del Estado, la privatización de empresas públicas, la modificación de la legislación laboral y la libertad para elegir la moneda en contratos. Estas medidas buscan restablecer el orden económico, reducir el déficit fiscal y establecer un programa creíble para reducir la inflación.

Simultáneamente, el gobierno de Milei ha presentado otro paquete de reformas a través del proyecto “Ley de bases y puntos de partida para la libertad de los argentinos”, también conocida como ‘ley ómnibus’, que consta de más de 660 artículos. Esta ley profundiza en los puntos del DNU e incluye reformas políticas y electorales. Además, Milei ha anunciado un próximo paquete que abarca reformas a otras 160 leyes mediante DNU.

El propósito fundamental de todas estas reformas es reducir la intervención estatal en la economía, marcando un cambio de paradigma radical. La excesiva participación del Estado, desde la determinación directa de precios hasta el gasto público excesivo financiado por emisión monetaria, ha generado inflación y distorsiones en los precios reales, alterando el funcionamiento eficiente de los mercados y, por ende, el bienestar de la población.

Sin embargo, las críticas no se han hecho esperar, centrándose en la implementación. El DNU entró en vigor casi de inmediato, sin pasar por el Congreso –aunque eventualmente debe ser ratificado por una de sus dos cámaras–. Esta premura lo hace vulnerable. Tanto la Confederación General de Trabajo como la Central de Trabajadores lograron detener temporalmente la reforma laboral propuesta en el DNU a través de medidas cautelares interpuestas en el Poder Judicial.

Si bien esto puede ser visto como una victoria para la oposición, la realidad es más compleja. En buena medida, ellos son los responsables de sumir la economía en una profunda crisis económica, por lo que mantener el statu quo no es una defensa válida ni popular. Por otra parte, la salida propuesta por Milei impone costos elevados en el corto plazo, afectando el empleo y los ingresos reales de los trabajadores. Abrir la economía y cerrar el caño fiscal desencadena un profundo proceso de reconstitución del tejido productivo, lo que conlleva la búsqueda por parte de las empresas y trabajadores de un nuevo rol en una economía liberalizada.

A través del DNU y la ‘ley ómnibus’, Milei ha enviado un mensaje claro de cambio de paradigma y ruptura del orden establecido. Aunque la controversia persiste, su gobierno está comprometido con su visión de una transformación radical en la estructura económica y política del país. Si bien esta forma puede resultar cuestionable desde el punto de vista del orden institucional, no se debe perder de vista la importancia de su mensaje. La premisa de Reyes Heroles resuena en este contexto: la forma también es el fondo.

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