Hace un mes se aprobó la Ley de Modernización del Sistema Previsional. La iniciativa ha tenido defensores y detractores y no ha sido ajena al vaivén político. Desde su aprobación se han publicado varias opiniones al respecto. Al haber sido parte de la discusión sobre reforma desde hace casi 10 años, me permito compartir la mía.
No hay sistema de pensiones perfecto, ni uno que satisfaga a todos. Simplificando, podemos agruparlos en dos (i) los que se basan en cuentas colectivas, de beneficio definido (tipo ONP, con solidaridad, sin propiedad) y (ii) los de cuentas individuales, de contribución definida (tipo AFP, sin solidaridad, con propiedad). En el Perú ambos sistemas coexisten y compiten entre sí. Las personas eligen uno al iniciar su vida laboral y la movilidad entre estos es muy restrictiva. Considerando el número de afiliados en cada uno, se podría concluir que hay mayor preferencia por el de contribución definida. De manera acertada, la ley aprobada lo reconoce, le da valor y premia el ahorro.
Una de las medidas más importantes es la de pensión mínima. Una vez publicado el reglamento, todo ciudadano, independiente del sistema que escoja, tendrá derecho, ante el mismo esfuerzo de ahorro, a este beneficio. Este es un cambio muy relevante pues reduce significativamente el riesgo de la persona al momento de afiliación. Sin embargo, será clave que el reglamento defina qué tipo de restitución deberán hacer quienes hicieron retiros extraordinarios para poder acceder a este beneficio (debe haber un tratamiento justo y equitativo con los afiliados de la ONP).
La pensión por consumo, o mejor llamada aporte por consumo, ha sido criticada por su regresividad y potencial costo fiscal. Aunque perfectible, es una iniciativa interesante. Será un complemento a la pensión, no la fuente principal y tiene como objetivo que todas las personas aporten independientemente de su condición laboral. En un mercado como el nuestro, con una informalidad tan alta, es clave explorar y probar alternativas para construir pensiones. En el camino la medida se puede ir ajustando para orientar su beneficio a quienes más lo necesitan. La apertura a más competencia, el aporte de independientes, la prohibición de nuevos retiros y el cierre del 95,5% para menores de 40 años, también apuntan la dirección correcta.
La ley no es perfecta. Si bien tiene aspectos por mejorar y también deja de lado ciertos puntos relevantes, es importante reconocer que era necesario avanzar y reconstruir un sistema previsional muy afectado por los retiros. El debate debe continuar porque el mercado laboral es dinámico y cualquier sistema de pensiones se debe adaptar. Evitemos el borrón y cuenta nueva y enfoquémonos en construir sobre los aciertos.