Inés Temple

La semana pasada, hubo un gran escándalo en la redes en EE.UU. luego de que el gerente general de una de las grandes empresas de tecnología anunciara la salida de 1.800 personas de la compañía. Y no fue el anuncio de los despidos –muy comunes en ese sector en ese país en los últimos años– ni el número de personas involucradas lo que generó la avalancha de comentarios negativos, sino lo que dijo: alegremente explicó que 1.050 de las 1.800 personas que saldrían lo harían por no cumplir las expectativas de productividad o por bajo rendimiento. Así, de un plumazo les destruyó la reputación profesional. ¿Quién querrá contratar luego a alguien despedido públicamente en esos términos?

Esa falta de respeto a sus exempleados impresionó muy negativamente a los miles que hicieron viral esta noticia con comentarios de toda clase. Posiblemente fue torpeza, falta de preparación y no mala intención la del CEO, pero el daño lo hizo y destruyó de paso la marca empleadora de su empresa. Hizo evidente que el respeto a sus empleados, su reputación y sus carreras no son valores de la cultura de su organización. ¿Quién querrá ir a trabajar a una empresa que no cuida la marca personal de su gente o que tiene un líder así? Y, por supuesto, ¿quién querrá luego contratar a alguien capaz de hacerle eso a su gente?

Hoy todo proceso de salida bien manejado apunta a convertir a quienes salen en los mejores embajadores de marca de su antigua empresa. Y de hecho lo son cuando el respeto integral a ellos, sus carreras, su reputación profesional y por supuesto a su dignidad son el hilo conductor de cómo se diseñan e implementan los ‘offboarding’. Y es que el valor de la reputación y la marca personal de las personas son tan valiosos que dañarlos por descuido, indiferencia, arrogancia o ignorancia es imperdonable.

"Manchar alegremente la reputación y la marca personal de los demás puede derrumbar injustamente años de arduo trabajo".

Pero ojo, estas faltas de respeto a la reputación de otros son comunes también entre exjefes o excolegas cuando por ejemplo dan referencias sobre alguien que trabajó con ellos. Vemos que muchos se despachan a sus anchas poniendo énfasis en los “defectos” o errores de quienes están en algún proceso de contratación. Con esos comentarios poco empáticos dañan la reputación de quienes están abocados a crecer en sus carreras. Se trata de decir siempre la verdad, pero con énfasis en lo positivo o perfectible y no al revés.

La reputación y la carrera están intrínsecamente entrelazadas. Una reputación sólida puede impulsarla, atrayendo toda clase de oportunidades, además de ayudarnos a ganar el respeto y la lealtad de colegas atrayendo posibles clientes para nuestros servicios. Por eso manchar alegremente la reputación y la marca personal de los demás puede derrumbar injustamente años de arduo trabajo.

En conclusión, la reputación es un activo invaluable en el desarrollo de una carrera. Nos define y nos distingue en un mundo competitivo. Cultivar y proteger nuestra reputación y actuar con el mismo cuidado y respeto frente a la reputación de los demás es una inversión y una responsabilidad clave que se refleja en cada éxito o desafío que enfrentamos.