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Una nueva generación económica
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En las elecciones de 2026, seis millones de jóvenes de entre 18 y 29 años se acercarán a decidir el futuro. Ellos representan aproximadamente un cuarto de la población electoral y, por ello, están usualmente en la mira de políticos y sus estrategias digitales que buscan ganar simpatías. No está en duda el peso y poder de los jóvenes para decidir y transformar el país. Lo que sí está pendiente es entendernos mejor para construir desde distintas visiones hacia un mismo objetivo.
Cuando hablamos de economía, las generaciones hablamos idiomas distintos. Quien escribe ya se ha alejado bastante del umbral de la juventud y tenía 1 año cuando la inflación cerró en 7.500% o solo 3 cuando capturaron a Abimael Guzmán. La hiperinflación, el costo del intervencionismo y la relevancia del Banco Central son aprendizajes que he interiorizado en lecturas y testimonios de familiares, no por experiencia propia. Y alguien que ha nacido después del 2000 ha vivido, con mayor razón, un Perú totalmente distinto.
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Como expusieron Oswaldo Molina y Diego Winkelried en este espacio, el único periodo en la historia económica desde 1945 con alto crecimiento y baja inflación fue entre 2002 y la llegada de la pandemia. A esto le sumaría el haber vivido constantemente en democracia, otra rareza. Este es el Perú donde crecieron nuestros jóvenes: uno que crecía, que reducía la pobreza, que tenía más libertad y esperanza a pesar de sus precariedades. Y eso no los hace saber menos, sino ver al Perú con otros lentes y expectativas.
Pero el Perú de hoy contradice esas expectativas. Aunque se ha venido recuperando el mercado laboral después del gran golpe de la pandemia, esto no es cierto para los jóvenes. Son el único grupo de edad que aún tiene mayor desempleo y subempleo, y cuyo nivel de informalidad está marcadamente por encima del promedio. Uno de cada cinco jóvenes no estudia ni trabaja. En todo este periodo, no hemos visto políticas serias que pretendan atender estas necesidades válidas, junto con las que ya nos aquejan a todos. Por eso no es realmente sorprendente que 6 de cada 10 busquen dejar el Perú. Y con eso, perdemos todos.
Pero ellos tienen también fortalezas que serán clave. Tienen acceso más inmediato a la información, herramientas digitales y mayor facilidad para verificar información, si se comprometen con ello. En un contexto de tantas noticias falsas y desinformación, los jóvenes pueden ser un contrapeso contra la desinformación y la polarización. Esta nueva generación económica tiene agencia y merece un reconocimiento de su lugar, sin idealizaciones ni condescendencia.
Si lo contrario de la polarización es la complejidad, hagamos más complejas nuestras discusiones económicas. Ni sermones aleccionadores ni minimización de la experiencia ajena. No todos hemos vivido el mismo Perú, y eso está bien. Necesitamos una visión de país que permita que los traumas del pasado permanezcan en los libros y testimonios, sin espacio en el plano real; y también escucharnos más, cancelarnos menos y exigir conjuntamente propuestas serias frente a los grandes retos del Perú de hoy.
Podemos seguir hablando cómodamente a nuestra caja de resonancia o reconocernos finalmente como pasajeros del mismo barco.

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