Siempre he pensado que la capacidad de proyectarse hacia el futuro está íntimamente relacionada al nivel intelectual y al desarrollo cultural de las personas. Lo mismo que su capacidad para mirar atrás y aprender del pasado.
Por eso quizá a diario no deja de sorprenderme cómo en nuestro país hemos normalizado las conductas casi inverosímiles de quienes protagonizan a diario las primeras planas de los medios. Cada día sus actos son más reprochables, actúan con más cinismo y con una absoluta falta de respeto hacia la ciudadanía y en especial para con los más vulnerables.
Sé que son palabras fuertes, pero creo igual no alcanzan para describir las acciones de quienes sin ningún reparo están destruyendo nuestro país y su futuro con su inmenso egoísmo, falta de visión y una inacabable angurria de poder y dinero. Y, lo que es peor, estas conductas indignantes están permeando a la sociedad en todos sus estratos y en todos los niveles con su pésimo ejemplo: todos hemos sido testigos o víctimas directas de quienes no comprenden lo que es vivir con integridad, honor, palabra, corrección o decencia.
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Quizá es momento de decir ¡ya basta! De tener el valor de parar en seco a quienes en nuestro entorno se creen con derecho a actuar así, también porque se justifican diciendo que es “el único camino”. Salgamos de la parálisis del espanto y no seamos cómplices silenciosos de quienes pretenden destruir los fundamentos de nuestra cultura y la moral del país.
Sí, hoy es momento de decir ¡ya basta! Usemos la condena social con nombre propio como la manera de exponer en el acto las conductas que defraudan y corrompen. Dejémosles saber lo que pensamos y sentimos sobre ellos en cada momento, con valor y tranquilidad, pero un firme ¡ya basta! Dejemos de interactuar, socializar o hacer negocios de cualquier tipo con quienes sabemos actúan así y empecemos por casa, con vecinos, “amigos”, colaboradores, clientes y proveedores de ser el caso.
Más bien, celebremos la cultura de la decencia y volteemos la mirada hacia los tantos ejemplos de peruanos que han surgido y han logrado desarrollarse en la vida sin necesidad de caer en deshonra, sin tener que mentir o sobornar. Esforcémonos por destacar cada vez más y en voz alta los éxitos y méritos de tantos que a pesar de todo siguen actuando con corrección, con ética, que cumplen su palabra, que viven con integridad y actúan con decencia. Que todos vean que se pueden lograr las cosas actuando con principios y valores y que estos no han pasado de moda.
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Viremos el timón y enfrentemos la batalla cultural por el bien con fe. Celebremos y reconozcamos los actos decentes, las conductas correctas y muy humanas, las que, aunque deberían ser las normales, han caído en el olvido. Y no solo prediquemos al coro y entre los mismos de siempre. Extendamos nuestra indignación para hacerla conocida y amplificada hacia todos ellos. Y que los malos peruanos sepan que ¡ya basta! Que no los vamos a dejar destruir más nuestro país.
Ellos no tendrán la capacidad ni la voluntad para visualizar y crear un futuro mejor, pero nosotros sí.